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La cirugía plástica no altera nuestra belleza, según un nuevo estudio
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AUNQUE SIRVE PARA PARECER MÁS JOVEN

La cirugía plástica no altera nuestra belleza, según un nuevo estudio

Las exigencias de la sociedad hacen que cada vez sea más frecuente que pasemos por quirófano para cambiar nuestra imagen. ¿Pero sirve de algo?

Foto: Cada año se producen millones de operaciones de cirugía estética en todo el mundo. (Corbis)
Cada año se producen millones de operaciones de cirugía estética en todo el mundo. (Corbis)

Si pudiésemos viajar en el tiempo a la Grecia clásica y explicarle al divino Platón que, un par de milenios después de su deceso, la gente no está preocupada por el conocimiento del mundo de las ideas sino que cada vez se encuentra más dispuesta a arriesgar su salud (y su bolsillo) pasando por el quirófano para someterse a operaciones de cambio de imagen, probablemente pensaría que seguimos encerrados en la caverna. O que estamos locos. Así son las exigencias de la sociedad contemporánea: la apariencia es lo que somos. Y los millones de personas que pasan por el quirófano cada año no hacen más que recordárnoslo.

Pero una reciente investigación publicada en el Journal of the American Medical Association acaba de poner en entredicho la utilidad real de este tipo de intervenciones. Como señalan las conclusiones del estudio, las personas retocadas por la cirugía estética no resultan más atractivas. Sin embargo, no todas las conclusiones son negativas para los operados. Si bien no podemos alterar nuestra belleza, sí podemos hacer lo propio con nuestra edad, ya que el retoque puede hacernos aparentar hasta 5,1 años menos de los que realmente tenemos.

Las personas operadas pueden llegar a aparentar hasta cinco años menos

Se trata de un pequeño experimento que se presenta como el primer paso para otro tipo de investigaciones más profundas que relativicen la importancia del bisturí. En él, se pidió a 50 personas que averiguasen la edad y calificasen la belleza de 49 operados de edades comprendidas entre los 42 y los 73 años, en fotografías realizadas tanto antes como después de la intervención. Si bien sí había diferencias a la hora de adivinar la edad, no las había en su valoración de la belleza. Curiosamente, los jueces interpretaron que la edad de las personas analizadas era menor de la real tanto antes como después de la operación: 2,1 en el caso de las fotografías previas a la intervención, 5,1 en las que se habían tomado con posterioridad.

Sin embargo, los investigadores recuerdan que debido a que este tipo de valoraciones son muy subjetivas, es pronto para descartar por completo la utilidad (o, incluso, desventajas en caso de que la operación no salga bien) de este tipo de intervenciones. El estudio ha sido llevado a cabo por Joshua Zimm, del Hospital Lennox Hill de Nueva York, aunque los pacientes habían sido operados en una clínica de Toronto, en Canadá, y habían llevado a cabo todo tipo de intervenciones, de liftings faciales a alisamientos de cuello pasando por retoques de cejas.

¿Puede hacernos sentir mejor?

La polémica lleva servida desde hace décadas, y no parece que se vaya a enfriar. Un libro publicado el pasado verano contribuyó a avivar el fuego, ya que su tesis principal contradecía la que el nuevo estudio defiende: que una operación de cirugía plástica puede significar una importante diferencia, ya no únicamente en nuestra apariencia externa, sino también en nuestro bienestar interior.

La gente identifica la belleza con ser buenas personas

El libro en cuestión se trataba de In Your Face (Hardie Grant Books), publicado por el cirujano plástico de la clínica Mayo Bryan Mendelson, que recordaba que la cirugía estética en particular y la modificación del cuerpo humano por razones estéticas en general no se tratan de nada nuevo, y que el ser humano lleva haciéndolo desde tiempos inmemoriales. Mendelson utilizaba el viejo argumento de que la gente suele identificar la belleza con ser una buena persona para recordar que estamos genética y evolutivamente diseñados para preferir a la gente guapa. “La gente que no es tan atractiva está siendo etiquetada continuamente y la policía sospecha de la gente que tiene la apariencia de criminales”, afirmó en una entrevista.

No se trata del único volumen que ha defendido la necesidad de alterar nuestra apariencia para triunfar en la vida. De una manera aún más radical, Catherine Hakim manifestaba en Honey Money: the Power of Erotic Capital que las mujeres deben aprovecharse de sus encantos externos para prosperar en la vida y en los negocios. Y, por eso mismo, quizá un pequeño retoque no esté de más.

Subiendo la autoestima (y llenando unos cuantos bolsillos)

Como suele ser habitual en estos casos, Mendelson recuerda que la mayor parte de la gente no cuenta a los demás que ha pasado por el quirófano porque el objetivo de este tipo de intervenciones “no es impresionar a los demás, sino impresionarse a uno mismo”. El australiano indicaba que “para mucha gente, es necesario para recuperar su confianza. La clave es la autoestima. Lo están haciendo para sí mismos”. Sin embargo, muchos otros cirujanos manifiestan sus reservas y recuerdan que en muchos casos este tipo de operaciones pueden ser psicológicamente dolorosas, cuando no directamente dañinas.

Pensamos que operarnos resolverá nuestros problemas, pero no es así

Cierto es que, como puso de manifiesto una encuesta publicada en Estados Unidos, el 90% de personas están satisfechas con el resultado de su operación (lo cual implica, de todas formas, que existe un 10% arrepentido de lo que han hecho). Sin embargo, hay ocasiones en las que pasar por el quirófano es lo peor que puede hacerse. Como explica el cirujano plástico de la Universidad de Alburquerque Patrick Hudson, operarse en un momento en el que estamos superados por el estrés, la tristeza o la frustración es una mala idea, puesto que pensamos que hacerlo resolverá nuestros problemas y no es así. Tampoco recomienda imitar los rasgos de una celebridad (algo más frecuente de lo que pensamos) o intentar complacer a nuestra pareja con este cambio de look.

Además, no hay nada peor que tener unas “expectativas desmesuradas” sobre el resultado de la operación, lo que puede conducirnos a un rápido arrepentimiento cuando nos demos cuenta de que hemos perdido el rostro que quizá no nos gustaba, pero sí nos definía, y hemos adoptado otro que nos es ajeno. Como recuerda el cirujano, no existe ninguna operación de este tipo que no sea “peligrosa”, y ser conscientes de antemano de los riesgos y posibilidades de que salga mal puede ahorrarnos un mal trago cuyos resultados son irreversibles.

Si pudiésemos viajar en el tiempo a la Grecia clásica y explicarle al divino Platón que, un par de milenios después de su deceso, la gente no está preocupada por el conocimiento del mundo de las ideas sino que cada vez se encuentra más dispuesta a arriesgar su salud (y su bolsillo) pasando por el quirófano para someterse a operaciones de cambio de imagen, probablemente pensaría que seguimos encerrados en la caverna. O que estamos locos. Así son las exigencias de la sociedad contemporánea: la apariencia es lo que somos. Y los millones de personas que pasan por el quirófano cada año no hacen más que recordárnoslo.

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