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¿Qué es una “mujer real”? El peligro oculto del mito de las modelos de tallas grandes
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¿Qué es una “mujer real”? El peligro oculto del mito de las modelos de tallas grandes

Aunque a simple vista es beneficioso que cada vez más mujeres con sobrepeso (o aparente sobrepeso) sean modelos, esto puede tener un reverso del que nadie habla

Foto: Robyn Lawley, la primera modelo de esta categoría de Ralph Lauren, en una imagen de su perfil de Instagram.
Robyn Lawley, la primera modelo de esta categoría de Ralph Lauren, en una imagen de su perfil de Instagram.

Durante los últimos años han proliferado en el mundo de la publicidad las imágenes de modelos que no encajan con el canon popularizado durante las últimas décadas. Si este se definía a imagen y semejanza de la extrema delgadez de iconos como Kate Moss, hace ya tiempo que cada vez más modelos de tallas grandes han protagonizado campañas de las primeras marcas. Algunas, como Candice Huffine, Ashley Graham o Robyn Lawley se han convertido en estrellas o inspiradores iconos de Instagram.

No cabe duda que, de entrada, se trata de un movimiento positivo. Frente a la visión monolítica de los rasgos que debía presentar una supermodelo, y que pasaba ante todo por una delgadez que, de imitarse, podía ser la base para peligrosos desórdenes alimenticios, la presencia de estas mujeres es una reacción ante las crecientes dificultades de identificación entre muchas mujeres y las modelos de las pasarelas.

Estas modelos representan al público general, ya que son de diferentes edades, algunas pueden ser madres y otras son mayores

Una de las campañas más célebres en dicho sentido es la llevada a cabo por Dove bajo el nombre de “Real Beauty”, y que a diferencia de otras, no solo presentaba a modelos de tallas grandes blancas y jóvenes, sino mujeres de diferentes edades y etnias con el objetivo de poner a prueba las “normas estereotipadas de belleza”. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro, sugiere una nueva investigación publicada en 'Feminism & Psychology' por las profesoras de la Universidad West of England Katie Beale, Helen Malson e Irmgard Tischner, que reconocen que a pesar de las buenas intenciones, puede haber peligrosos prejuicios generándose debajo de estas imágenes.

La maldad de los estereotipos positivos

No son pocas las críticas que se han manifestado contra esa clase de campañas. En el caso de Dove, que la compañía es propiedad de Unilever, cuyas otras marcas comercializan productos de belleza o dietas de adelgazamiento, lo que puede ser interpretado como un lavado de imagen o una maniobra de diversificación. Ocurre con la propia Dove, que se basa en la noción de que los cuerpos femeninos necesitan ser mejorados a través de soluciones cosméticas. A un nivel más general, muchas de estas modelos encajan en el perfil de belleza canónico, salvo en lo que concierne a su peso; en cualquier caso, se trata de cuerpos “con curvas” que suelen ser percibidos como bellos.

Con el objetivo de entender un poco mejor la percepción de estas campañas, la investigadora realizó a 35 estudiantes inglesas nueve preguntas sobre dos imágenes de la campaña “Real Beauty”. Y descubrió que, aunque en parte la reacción era positiva, dejaba entrever dos peligros: por una parte, “la limitada representación de mujeres de minorías étnicas o la exclusión de mujeres con discapacidades visibles en los anuncios”. Pero, aún más, una “construcción negativa de las mujeres 'delgadas como un palo' con las que se contraponían”.

La percepción de las jóvenes participantes de las modelos de tallas grandes era muy positiva, y relacionada con la normalidad. Como explica una de ellas, “representan al público general, ya que todas ellas son de edades diferentes, algunas pueden ser madres y otras son mayores”. No generan sentimientos de ansiedad por la comparación con los cuerpos de las mujeres consultadas, sino de identificación: “Me siento feliz porque yo no estoy escuálida y puedo identificarme con estas modelos mucho más que con las de los medios de comunicación que son talla cero”.

Es puro pellejo sin curvas. Ni tetas ni culo. Barnizada con maquillaje, falsa y de plástico

No se trata simplemente de una cuestión de identificación, sino que frente a otras representaciones de la mujer con sobrepeso, estás imágenes están imbuidas de características positivas. Una de las participantes señala que las mujeres del anuncio parecen accesibles y para nada intimidatorias: “Todas tienen pinta de amigables ya que están sonriendo y felices”. Otra destaca su valentía por prestarse a aparecer en la campaña. En definitiva, las jóvenes consideran a estas mujeres no solo “normales”, sino también “bellas, felices, amigables y seguras de sí mismas”. Y aquí es donde aparece el problema. En parte, porque la referencia a que son rellenas, pero “femeninas”, sugiere que puede haber otras clases de cuerpos con sobrepeso que no lo sean. Pero también por el efecto reacción que provoca.

¡Estas malditas delgadas!

¿Qué es ser “femenina”? Las investigadoras señalan que la mayor parte de cualidades resaltadas por las jóvenes identifican a estas modelos con un canon más tradicional de la mujer, como madre, esposa o simpática compañera de trabajo. Una pone de manifiesto que “las estrías por haber dado a luz son un recordatorio de sus bellos hijos más que un defecto”. Otra señala, cuando se le pregunta por lo que le sugiere la imagen, que se trata de una mujer “capaz de cuidar de la casa cuando su marido está trabajando. Mientras tenga confianza y esté cómoda en su propia piel, es una mujer real con independencia de lo que la sociedad diga”.

Ahí se encuentra una de las claves, señalan las autoras: que, inconscientemente, cuando hablamos de “mujeres reales”, muchas veces estamos invocando cualidades que encajan con un rol tradicional del género femenino, a pesar de que sean características positivas como ser “buenas trabajadoras, cariñosas, fiables, comprensivas y seguras de sí mismas”. “La 'realidad' percibida de estas 'mujeres reales' aparece no solamente como una percepción de que representan cuerpos femeninos 'ordinarios' que suelen tener las mujeres”, señala el estudio. “Más bien, los anuncios, quizá sorprendentemente, parecen movilizar ideologías tradicionales de género”.

Algo que se agrava cuando se comparan la (positiva) percepción de las jóvenes hacia las modelos de tallas grandes con la de las modelos delgadas que no es que sean recibidas con indiferencia, sino directamente, con desprecio: “Una modelo de pellejo sin curvas. Ni tetas ni culo. Barnizada con maquillaje, falsa y de plástico”, señala una. La apariencia también influye en cómo es percibida la personalidad de dichas mujeres: “Alguien que se dedica a engañar, a mentir y a embaucar, y que busca los bienes materiales y la riqueza”, señala una. “Alguien que sigue una dieta estricta, que no tiene tiempo para formar una familia por la 'belleza'. No es feliz”. Otra va más allá y especula con lo siguiente: “Rencorosa obsesionada consigo misma que se mete con las gordas, destruyendo su autoestima solo para sentirse mejor con su 'yo' perfecto”.

Vaya, vaya: como sugieren las autoras, existe un gran rencor hacia estas mujeres cuyo pecado es ser delgadas. Ya no se trata de cuerpos de “autodisciplina o valor moral”, sino de “atributos inmorales y negativos”. “En un sorprendente (y en muchos sentidos inquietante) reverso de los valores culturalmente dominantes postfeministas y neoliberales, una preocupación por el peso del cuerpo, las dietas, la belleza, la riqueza material y la mejora personal son condenadas y opuestas a la importancia moral de las mujeres más grandes que tienen 'tiempo para su familia'”, recuerdan las investigadoras.

Estas imágenes inspiran una visión limitada y limitadora de la 'mujer', que se remonta a la fantasía prefeminista de una feminidad restrictiva y doméstica

Es, en última instancia, la trampa del mito de la mujer “real”: que esa definición de “real” abarque, de forma excluyente, únicamente a una pequeña fracción del género femenino de igual manera que ocurría con las modelos delgadas: “Estas imágenes parecían inspirar, al menos entre nuestras participantes, una visión limitada y limitadora de la 'mujer', que parece remontarse a la fantasía prefeminista de una feminidad restrictiva y doméstica”. De esta manera, paradójicamente, se ha producido una demonización de la mujer delgada, que de la noche a la mañana, y por reacción, ha dejado de ser “real” para pasar a ser “artificial”.

“La construcción de las modelos de tallas grandes como 'reales' y 'femeninas' puede, en parte, representar una útil contraposición a los ideales de belleza hegemónicos, pero la construcción de las mujeres delgadas como poco auténticas, obsesionadas consigo mismas y despiadadas no lo es”, concluyen las investigadoras. Cuando se derriban unos estereotipos, corremos el riesgo de que los nuevos que se erigen sean igualmente dañinos, y solo con el tiempo nos demos cuenta de ello, cuando ya sea demasiado tarde.

Durante los últimos años han proliferado en el mundo de la publicidad las imágenes de modelos que no encajan con el canon popularizado durante las últimas décadas. Si este se definía a imagen y semejanza de la extrema delgadez de iconos como Kate Moss, hace ya tiempo que cada vez más modelos de tallas grandes han protagonizado campañas de las primeras marcas. Algunas, como Candice Huffine, Ashley Graham o Robyn Lawley se han convertido en estrellas o inspiradores iconos de Instagram.

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