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  1. Casas Reales

VIAJE A SUS RINCONES DE LA CAPITAL DEL SENA

El París de Lady Di a los 20 años de su muerte

Han pasado 20 años y muchas cosas han cambiado. El mundo y también París. Este verano, el 31 de julio, es el aniversario de la muerte

Diana de Gales en París en un fotomontaje elaborado por Vanitatis.

Han pasado 20 años y muchas cosas han cambiado. El mundo y también París. Este verano, el 31 de julio, es el aniversario de la muerte de Lady Di y su ciudad fetiche, la capital del Sena, vive una realidad que poco tiene que ver con la de hace dos décadas. Este es el siglo del miedo al terrorismo, de las redes sociales, del low cost… Son muchos los factores que habrían hecho distinta la vida y la muerte de uno de los iconos del siglo XX.

Diana de Gales. (Archivo)

Pero hay cosas que nunca cambian, lo sabía bien Lampedusa: que todo cambie para que todo siga igual. Como el hotel Ritz, en la place Vendôme. Allí, en el epicentro del lujo parisino, vimos a la princesa Diana viva por última vez.

El lujo del hotel Ritz

Aquella puerta giratoria de madera que cruzó vestida de pantalón beis y chaqueta y camiseta oscuras, con el gesto preocupado, la cara medio escondida entre su cabello y el agobio de ir siempre acompañada de cientos de paparazzi. Sigue allí, dando la bienvenida y despidiéndose de los huéspedes y clientes de uno de los establecimientos hoteleros más emblemáticos del mundo. “Nuestro hotel ha tenido muchos clientes, no solo a Lady Di”, señala uno de los conserjes que saluda al visitante. Es bueno el recuerdo pero hay que mirar al futuro, insiste.

Puerta giratoria de entrada al hotel Ritz de París. (S. Taulés)

Barra del bar del hotel Ritz de París. (S. Taulés)

En el hall, las columnas de mármol siguen observando al extraño y la música de piano acompaña a los comensales del XX, en cuya barra estuvo bebiendo el conductor aquella fatídica noche.

Fachada del hotel Ritz de París. (S. Taulés)Al salir, tras la puerta giratoria hay una gran entrada que culmina en unas escaleras que llevan hasta la calle. Algún cliente al teléfono (no había móviles cuando Diana de Gales murió) fuma despistado, sin darse cuenta, acaso, de que ese fue el último suelo que pisó la princesa del pueblo. Los conserjes saludan amables, atentos, sonrientes. El lujo se mide también en el número de sonrisas complacientes que recibe uno a lo largo del día. Y en esta plaza parisina, si uno desprende olor a posibles, le llueven las sonrisas.

El puente del Alma

No muy lejos, a diez minutos en coche si el tráfico aprieta, está el puente del Alma. El mismo por el que entra un túnel en el que el coche de Lady Di se estrelló. A la salida de la estación de metro, una estatua humana saluda sin mucha gracia, algún que otro turista japonés busca a su alrededor con despiste y el olor a orines molesta al respirar.

El puente del Alma. (S. Taulés)

Cuenta Sergio, corredor de pro, que cuando participa en el Maratón de París, “hay un momento en el que siempre, pase lo que pase, te acuerdas de Diana de Gales”. El recorrido de la carrera pasa por el puente del Alma y es difícil desligar ese nombre de aquel recuerdo.

No es mas que un túnel urbano, el típico que sirve para aligerar el tráfico del centro de una ciudad, pero en su historia pesa la muerte de uno de los personajes más potentes del pasado siglo. Situado en el Distrito 8, cerca de los Campos Elíseos y casi a los pies de la torre Eiffel, el puente se ha convertido con los años en lugar de visita tanto para el turista curioso como por el fan de la figura de Lady Di. Pocos, eso sí.

Una estatua homenaje improvisada

A unos metros está la Llama de la Libertad, una reproducción exacta de la antorcha de la Estatua de la Libertad de Nueva York erigida en honor al 'Herald Tribune' y que se convirtió de manera espontánea en un homenaje a Lady Di. Decenas de fotos de la princesa, flores marchitas y algún lamento decoran el monumento, perdido entre tanta oferta turística.

La estatua que se ha convertido en el homenaje de la princesa de Gales. (S. Taulés)

“No suele haber nadie por aquí, no he visto casi turistas”, dice Musta, un barrendero que pasea la escoba por esa zona. En la avenida Nueva York cae el sol esta mañana y la soledad de la llama parece excepcional. “No, no lo es, de verdad, no he visto nunca a nadie dejar ni unas flores, no sé cuando vienen a dejarlas, pero deben ser dos o tres como mucho quienes vienen por aquí”.

Fotos y detalles al pie de la estatua. (S. Taulés)

Han pasado dos décadas, 20 años en los que la capital francesa ha cambiado para siempre. Ir a París no era algo fácil. Podías conducir 24 horas, pasar más de 12 en un tren o gastarte una buena suma con un billete de avión. Ahora, en seis horas llegas a la Gare du Lyon (con Renfe-SNCF).

Una ciudad en las que hasta las calles son distintas, llenas ahora de carriles bici, calles que puedes pasear sin mapas, guiado solo por tu teléfono. Han pasado 20 años y todavía hay quien recuerda a Diana, la princesa del pueblo. Y va hasta un lugar poco paseable de París a dejarle flores.

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