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De Dubái a Brooklyn, la moda te lleva de viaje

Aprovechamos que los grandes de la moda llevan sus colecciones de 'crucero' para ver mundo. Y, además, lo hacemos a todo lujo. Como manda la ocasión.

Este hotel es un barco, pero no uno cualquiera sino un 'dhow', el típico árabe de velamen triangular. En los emiratos aman las réplicas. Listo para salir a navegar. Por los mares del placer y el lujo. Es el Burj Al Arab.

En la planta séptima del Burj Al Arab y a 200 metros de altura está el Skyview, un bar, así a secas. Una panorámica excepcional del Golfo Pérsico. El mundo a tus pies.

Marinetti podría haber sentado las bases del futurismo justo aquí. Tomando una copa (a precio de escándalo) en el bar con nombre de tierra prometida, Skyview.

Un restaurante galáctico dentro de un barco que emprende un viaje al futuro y es una réplica de una embarcación del pasado. No se le podía pedir más al Burj Al Arab. Ni menos. Es el típico esplendor dubaití. El cielo encorsetado.

La tradición arábiga estaba ahí. En el fondo de tanta parafernalia y tanto culto a la extravagancia y la 'sin medida'. Aún no hemos salido del Burj Al Arab: este es uno de sus rincones.

¿Sobriedad?¿Contención? ¿Minimalismo? No existen en el emirato árabe. Aquí todo es lujo, lujo y lujo. El juego clásico elevado al infinito de 'a ver quién puede más'. Y también entre vecinos.

Cada habitación tiene su jacuzzi y sus vistas. No olvidamos que estamos dentro de un barco. Y que esto es la tierra prometida de magnates y celebridades. Ah, y de Karl Lagerfeld, que está levantando aquí su imperio.

Estamos en el restaurante más alto del mundo. En el At.mosphere del Burj Khalifa. Por supuesto, la torre que más rasca los cielos. Desperezándose con sus 828 metros y 163 plantas.

Un bar para el remake de 'Vértigo', de Hitchcock. En medio del mar y del desierto se alza el bar menos underground del planeta, el At.mosphere.

Todo lo que parecía imposible está aquí. Este platillo volante con estación espacial en el mar es el bar 360º del hotel Jumeirah Beach. Dicen que uno de los mejores bares del mundo. Desde luego, no es el de la esquina.

Si es uno de los mejores bares del mundo, pasemos. Las vistas, 360 grados a nuestro alrededor.

Ya estamos dentro. Era como nos imaginábamos. Muy Dubái. Muy 'Guiness de los récords'. ¿Andará Lagerfeld por aquí?

No lo parece, pero también es Dubái. El otro Dubái, el de los pies en la tierra. Esta terraza, además, pertenece al Marta's Workshop, el restaurante-laboratorio de la española Marta Yanci, que es uno de los preferidos de los más sibaritas de los sibaritas. Cocina experimental, nunca la misma, y mesas atendidas por la propia chef. El triunfo sin excesos.

Aún no hemos llegado al Principado. Estamos en la Costa Azul. Hemos divisado a lo lejos el Gran Hotel Cap Ferrat, entre Niza y Mónaco.

Un palacio en medio de un bosque mediterráneo y curtido por la brisa de la Costa Azul. O sea, todo glamour e historia del glamour.

El Gran Hotel Cap Ferrat por dentro.

El Cap Ferrat tiene piscina, spa y terraza. Todo sobre el mar azul.

Ahora sí hemos llegado a Mónaco. Este es el Hotel París, uno de los grandes 'multiestrellas' de este miniestado. En la plaza del Casino y con vistas al mar. Además, le sobra historia y chic.

Se tenía que llamar París y derrochar elegancia de esta manera. En pleno Montecarlo, que es refugio de ricos y famosos.

El versallesco Luis XV es solo uno de los restaurantes que el archifamoso chef Alain Ducasse tiene alojados en el Hotel de París.

Aquí los 'cinco estrellas' son familia numerosa. Este es el Hotel Metropole, también en Montecarlo, que no es la capital de Mónaco, sino su distrito más renombrado. Solo Mónaco podía ser capital de sí mismo.

Elige la habitación que más te guste dentro del Metropole. ¿Qué tal esta en dorado y vino?

¿O prefieres esta en azul Niza?

Para querer, siempre te quedará el verde.

El Hotel Hermitage, de 1900, con acceso a la playa del Montecarlo Beach Club.

Si entras al Montecarlo Beach Club, abierto ya por temporada, no te despistes. Tal vez te cruces a algún Grimaldi o al clan en pleno. O incluso a Nicolas Ghesquière. Y puede que hasta creas ver a la propia Grace, ahora que su vida está en cartelera. Y Cannes tan cerca.

Nada menos que debajo del puente se encuentra este restaurante superlujoso que es carne de turistas, famosos y millonarios, y también de locos amantes de lo neoyorquino con lo bolsillos llenos. De pronto, te has acordado de Woody Allen. Junto al River Cafe.

Sirven caviar y otras exquisitices. Como guinda a su lujo ribereño, el postre: el Chocolate Brooklyn Bridge. Una réplica del puente de Brooklyn para chuparse los dedos mientras se recorre el perfil del skyline.

En el corazón de Williamsburg se alza el Wythe Hotel, el ejemplo máximo de la reconversión. El ladrillo de fábrica levanta las cuatro paredes de un hotel al que aman los hipsters. Por underground y moderno.

Dormir con el skyline neoyorquino de horizonte no es dormir, es soñar. El Wythe tiene estas cosas y otras. Su espíritu posindustrial pasado por la contracultura.

Dentro, muy dentro, del Wythe se cuidan los detalles. Fuera, muy fuera, en todo Brooklyn, la multitud aguarda la última transgresión, la modernez más insolente, el mejor agravio comparativo.

Dior ha recalado en Brooklyn, porque Brooklyn es ahora el paraíso de lo excepcional, allí donde hierven las ideas. Hasta la modelo Cameron Russell ha montado aquí su campamento base. Para dar alas a la expresión artística y las minorías. El Whyhe lo lleva dentro.

En el bar del hotel Wythe echan el ancla artistas urbanos, nuevos poetas, minorías por fin ubicadas y creadores de la posvanguardia.

El restaurante y bar Dockland abandera la cocina del nuevo Brooklyn: orgánica, fresca y local. Está especializado en pequeños platos de marisco. Por supuesto, criado en libertad.

No hablaremos de ningún flea market esta vez, sino de una tienda que es un templo del vintage y de la modernidad ampliada: Beacon's Closet. Si existe lo que buscas, está aquí.

Esta foto publicitaria de Beacon's Closet habla a gritos de lo que es el almacén. Ni un outlet ni ropa de temporada. Aquí lo que hay es lo que no te esperas. (Foto: Anna Bloda).

 

Aprovechamos que los grandes de la moda llevan sus colecciones de 'crucero' para ver mundo. Y, además, lo hacemos a todo lujo. Como manda la ocasión. Como le gusta a Karl Lagerfeld. A lo grande. Con permiso de Raf Simons, de Dior, y de Nicolas Ghesquière, de Louis Vuitton. Los otros anfitriones. Con ellos recorremos Dubái, Brooklyn y Mónaco. La maleta se la pedimos prestada a LV. Llevamos en la memoria a Coco Chanel.

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