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King Vidor, el cineasta con la carrera más larga de la historia

@Mateo Sancho Cardiel - 02/11/2007

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King Vidor, el cineasta con la carrera más larga de la historia
 

Cuando King Vidor falleció el 1 de noviembre de 1982 no sólo moría uno de los grandes maestros del melodrama, sino un testigo de excepción de la historia del cine que, desde 1913 hasta 1980, había tejido un récord: el de la trayectoria cinematográfica más larga jamás registrada. La llegada del sonido, del color, de la televisión, el auge y caída de los grandes estudios... el director de obras maestras como Duelo al sol (1946) fue un cronista discreto de Hollywood, un camaleón tenaz que sobrevivió a las mutaciones de un arte todavía joven que tuvo en él uno de los más fieles artesanos.

De ascendencia húngara, Vidor nació el 8 de febrero de 1894 en Galveston, en el estado de Texas (Estados Unidos) y con diecinueve años debutó en el cine con una película sobre un suceso local, Hurricane in Galveston. Tras unos años de producción masiva llena de títulos olvidables, la calidad empezó a imperar sobre la cantidad en su cine a mediados de los años veinte, cuando rindió pleitesía a los ideales estadounidenses en populares títulos como El gran desfile (1925) y, sobre todo, Y el mundo... marcha (1928), una de las piezas capitales del cine mudo.

Vidor, ya en sus primeros años, demostraba una ductilidad especial para el melodrama, una habilidad acrobática para escapar del folletín y trufarlo de poesía social y, así, se introdujo en el cine sonoro con clásicos como El campeón (1931), con Wallace Beerry, y Stella Dallas (1936), con Barbara Stanwyck, que le confirmarían como hábil extractor de la lágrima del espectador.

Vidor, que abundó también otros géneros, dejó que el drama estableciera vasos comunicantes con ellos, y así, consiguió que el western se abriera a pasiones tan desatadas como las de Jennifer Jones, Gregory Peck y Joseph Cotten en Duelo al sol (1946).Sin embargo, su estricta profesionalidad, tan pulcra que parecía impersonal, hizo que los grandes estudios interceptaran en ocasiones su talento para utilizarlo como engranaje de sus artimañas.

Cuando Victor Fleming tuvo que abandonar precipitadamente el plató de El mago de Oz (1939) para sustituir a George Cukor al frente de Lo que el viento se llevó (1939), Vidor fue el recurso de la Metro Goldwyn Mayer, y rodó fragmentos como el de la canción Somewhere Over the Rainbow. De la misma manera, la Warner quiso acabar con la carrera de la indómita Bette Davis dedicándole bodrios como Más allá del bosque (1949), cinta en la que también enrolaron al cineasta, que en el mismo año en el que sacó adelante su clásico El manantial.

Ya en los cincuenta, Vidor sorprendió con la intensidad de Pasión bajo la niebla (1952), con Jennifer Jones y Charlton Heston, pero no sobrevivió a la imposible traslación al cine de Guerra y paz (1956), en la que fue testigo de la crisis matrimonial de Audrey Hepburn y Mel Ferrer. Con casi cuatro horas de duración y un mastodóntico despliegue de producción -característico de una época en la que el cine se desmarcaba de la televisión-, la película no fue capaz de condensar la grandeza de la literatura de Tolstói y fue un tremendo batacazo comercial.

Por ello, tras asistir a la muerte en pleno rodaje de Tyrone Power en Salomón y la reina Saba (1959) y tener por ello que sustituirlo por un Yul Brynner con una peluca que tapaba su legendaria calva, Vidor abandonó el cine para casi siempre. Y es que en 1980, después de décadas de inactividad, coronó de manera inusual su trayectoria y se ganó su entrada en el libro Guinness con un caprichoso proyecto personal: un breve documental sobre pintura titulado The Metaphor.

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