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Miércoles, 8 de julio de 2009

Desde niño siempre he practicado artes marciales. Nunca fui buen jugador de fútbol y tenía que buscarme otras aficiones. Así es como decidí acercarme al ‘Karate-Do’, ese milenario arte que significa literalmente “El camino de la mano vacía”. Enseguida me enamoré de la filosofía de vida que rodeaba este mundo. El budismo Zen, el respeto, el honor… valores que no se encontraban fácilmente en el mundo. Y, por supuesto, la defensa personal. Lo practico desde los 10 años y pertenezco a la escuela de Go-Ju Ryu (Okinawa) del Maestro Choju Hentonna.

Siempre he practicado este arte con devoción, pero mi pasión por las artes marciales me ha hecho estar en constante búsqueda y movimiento. No quería conocer un único punto de vista. He buscado siempre crear mi propio concepto, mi visión personal (esto es algo que aplico a todos los ámbitos de mi vida). Por eso he practicado diversos “estilos” de combate como el kick-boxing, el Muay Thai (boxeo tailandés) o el kenpo. De cada maestro recogía todo lo que era capaz de aprender. Y he tenido la enorme suerte de poder estar al lado de grandes figuras de estas artes como por ejemplo el Maestro Ángel García Soldado (Gran Maestro de kajukembo), quien estuvo en mi casa junto a otros amigos en un meeting de artes marciales.

Yen mi búsqueda constante de un arte con el que sentirme completamente identificado no paraba de leer libros de los Grandes Maestros que me pudieran guiar: El Arte de la Guerra de Sun Tzu, El libro de los Cinco Anillos de Mushashi, El Tao del Jeet-kune-Do de Bruce Lee… y fue precisamente Bruce Lee quien me inspiró. Así que me decidí a estudiar el mismo arte que aprendió él: el Wing Tsun. Este arte marcial fue creado por una Monja Budista (Ng Mui) quien se percató de la necesidad de encontrar un estilo de combate con el que pudieran vencer a los invasores que estaban destruyendo los Sagrados Templos Shaolin.

Este arte es puramente científico. Es defensa personal pura y dura desde la perspectiva de los chinos. Lejos de parecerse a las “florituras” de las películas de cine marcial, se trata de un meticuloso estudio del cuerpo humano y de las fuerzas que actúan sobre éste. Así (y sólo así), se llega a la capacidad de vencer a cualquier adversario de cualquier tamaño y peso a pesar de que sea mucho más fuerte que tú. Aprendes a utilizar tu fuerza y la suya propia en su contra. Y, lo mejor de todo, funciona.

Pero yo necesitaba probarlo. Evidentemente me mostraba un poco escéptico ya que por entonces yo ya era cinturón negro de kárate y no me creía cualquier cosa aunque la dijese el mismísimo Bruce Lee. Fui a una clase y me dieron la oportunidad de combatir con un alumno. Me encantó la experiencia y desde entonces me enamoré de este estilo. Llevo ya cinco años entrenando Wing Tsun y hace dos que adquirí el título de monitor (evidentemente me ha ayudado mucho mi conocimiento sobre mi cuerpo adquirido por los ocho años de practica de kárate que llevaba cuando descubría el Wing Tsun). Siempre he practicado de forma dura y rigurosa y tengo la suerte de tener compañeros muy “cañeros” a quienes les gusta el combate tanto como a mí.

El estudio de las artes marciales me ha llevado a tener un gran respeto por los demás y el sentirte seguro te ayuda a ganar mucha confianza en ti mismo para afrontar cualquier reto, como presentarse a Mister España. Entreno de forma dura y puede que incluso alguien lo califique de violento, pero las ganas de combatir se quedan siempre en el gimnasio. Sin embargo, el respeto a los demás y el sano ambiente que hay entre los compañeros es algo que te acompaña allí donde vas. Ojalá todo el mundo estudiara las artes marciales y se acercara a ellas para buscar una forma de vida, una filosofía y una perspectiva ante el mundo. Los valores que en ellas se enseñan ya no se encuentran casi en ningún otro lugar. Ni si quiera en las escuelas donde, por desgracia, cada día están más de moda los abusos contra los que son más débiles.

* Luis Muñoz es Mister Madrid 2006 y actual Mister España.

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