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Sábado, 11 de julio de 2009

Lo cuenta Lauren Goldstein Crowe en la revista Portfolio, de Condé Nast. Los desfiles del pasado mes de febrero, que adelantaban las colecciones de moda para el próximo otoño-invierno, han servido a varias marcas creadas en los años 70, como Bill Blass, Ungaro y Louis Azzaro, para presentarse en sus renovadas pieles, con nuevos diseñadores y propietarios recién llegados dispuestos a inyectar músculo financiero en sus nuevas empresas.

Los multimillonarios se han fijado en la industria de la moda para diversificar sus inversiones, y así, productores cinematográficos como Harvey Weinstein (fundador de Miramax) se han decidido por el textil para aumentar sus fortunas. El gurú de Silicon Valley Asim Abdullah, por ejemplo, pagó 84 millones de dólares en 2005 por hacerse con Ungaro buscando nuevas emociones porque estaba “un poco cansado de la tecnología”. Su más reciente colección, la primera firmada por el jovencísimo creador estadounidense-colombiano Esteban Cortázar, ha logrado colocar a la firma de nuevo en la constelación de las marcas de lujo.

Como señala Goldstein, este revival no es más que una continuación del que experimentaron marcas más antiguas, como Chanel, Louis Vuitton y Prada durante los 80 (Karl Lagerfeld se incorporó a la casa fundada por Cocó en 1983) o Christian Dior, Gucci o Balenciaga en los últimos años. Gracias al nuevo empuje, marcas como Yves Saint Laurent o Nina Ricci han logrado reconciliarse con público y crítica y los expertos ya señalan hacia los nombres que podrían continuarlas en esta renovación: Courrèges, Thierry Mugler o Fiorucci están en el cesto de las susceptibles de volver.

Consultado por Portfolio, Robert Burke, de la consultora homónima especializada en lujo, afirma que “a los propietarios les gustan las que ya tienen un patrimonio adquirido”, es decir, empresas que cuenten con una imagen de marca consolidada y reputación entre el público, porque de otro modo no merece la pena la inversión. Al comprar una marca con historia uno adquiere también su imagen y su reputación, lo que la convierte en un negocio más interesante. Aun así, el negocio no siempre está asegurado: Gucci compró Yves Saint Laurent en 1999, y desde entonces acumula unas pérdidas de 635 millones de dólares.

¿Cómo son sus nuevos propietarios? Como hemos visto, el rango va desde tycoons electrónicos hasta mecenas de Hollywood. ¿Qué tienen en común? Poco más que la creencia de que este tipo de adquisiciones son rentables. Eso sí, la estrategia suele ser la misma: contratar a un joven diseñador que cree colecciones lo suficientemente creativas que se traduzcan, a su vez, en acuerdos para desarrollar licencias de productos 'menores' como gafas de sol o zapatos, líneas complementarias de negocio que generan un amplio margen de beneficios.

Muchas han sido las marcas que en la última ronda de pasarelas han presentado nuevos diseñadores: Valentino, Gianfranco Ferré o Loewe entre ellas. ¿Hay espacio para todas ellas? Posiblemente no, pero como concluye Goldstein citando a la analista Lisa Rachal, “no parece que todas vayan a lograr triunfar, pero aún no hemos visto el fin de los revivals”.

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