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Los caprichos más absurdos de los ricos

Los caprichos más absurdos de los ricos

Imagen del club de lujo Marlin Yacht Bay, en Florida (Efe)

@Miriam Rubio - 11/04/2008

Si usted pertenece a la 'clase media millonaria' y quiere sorprender a alguien le regala un diamante, un vestido de alta costura o lleva a su pareja a un viaje sorpresa a las Bahamas; algo que cualquier otro sólo podría conseguir con mucho esfuerzo, pero que los millonarios pueden hacer de forma habitual. Aunque suene obvio, los millonarios tienen acceso a las piezas más raras o los destinos más exóticos, pero ¿en qué se gastan exactamente el dinero?

En sus viajes, un millonario va donde no puedan encontrarle. A una isla, por ejemplo, con un exclusivo club de vacaciones cuya cuota asciende 185.000 dólares. Como cualquier mortal, se relajan cuando llegan a casa de trabajar, aunque no viendo la televisión (sea esta o no de plasma) como cualquier hijo de vecino, sino que se van a su sala de yoga de 150.000 dólares donde pueden recibir masajes mientras observan su jardín exterior creado con inspiración oriental.

Aunque nos parezca extraño, según publica Forbes, esta clase de gastos se están volviendo cada vez más habituales entre la creciente clase media de millonarios, a la que en Estados Unidos pertenece un 8% de la población, esto es, unos 16 millones y medio de norteamericanos que controlan al menos dos tercios de la riqueza del país.

El perfil de estos millonarios se enmarca en una edad media de 58 años, por lo que habrían nacido en la época del baby-boom. Todos ellos habrían seguido el consejo de su madre sobre recibir una buena educación y ‘sentar la cabeza’, puesto que de acuerdo con lo publicado por la revista, tres cuartas partes tiene un título de licenciado y el 82% están casados.

¿Quienes conforman este grupo de privilegiados? De acuerdo con las palabras de Milton Pedraza, del neoyorquino Luxury Institute, suelen ser empresarios de éxito. Personas que, por ejemplo, consiguen hacerse con diez tiendas de una franquicia reconocida, médicos que poseen su propia clínica, propietarios de agencias o dueños de compañías de servicios.

No se es rico con un millón

Pero en ocasiones, a pesar de tener un millón en el banco no se puede considerar rica a una persona. Russ Alan Prince, presidente de la firma de investigación Prince & Associates y autor del libro La clase media millonaria, afirma que el hecho de poseer un millón de dólares no necesariamente significa ser rico. Este investigador enmarca en la clase media millonaria a aquellos que poseen entre uno y diez millones de dólares, mientras que los ricos serían los que poseen entre diez y treinta millones y los ‘super ricos’ aquellos que tienen en sus cuentas más de treinta millones de dólares.

A pesar de todo, un millón de dólares no es una cantidad que pueda considerarse precisamente irrisoria. Ese dinero permite a muchas personas mantener una serie de caprichos que de otro modo no podrían sufragarse. Entre ellos están los coches, la ropa, el vino o las mayores comodidades para la casa.

Así, pueden elegir entre tener el baño alicatado con baldosas o tener su propio spa en el aseo. En el estudio El cielo es el límite, también publicado por Prince, el autor habla de un inversor que había cubierto una pared entera con pantallas de plasma y sonido envolvente cuyo precio alcanzó los 40.000 dólares con el único objetivo de acondicionarla a su gusto para relajarse después de la jornada laboral y jugar con su Wii al Guitar Hero. Price también recuerda el caso de un broker de Wall Street que se gastó cerca de 60.000 dólares para instalar un ‘ring’ de boxeo en su apartamento de Manhattan.

La compra de aparatos tecnológicos para seguridad de sus hogares es otro de los gastos primordiales de los ricos. Así, según cuenta Prince, alguno de sus entrevistados para el estudio tenían contacto e imágenes directas de su casa en su BlackBerry e incluso, si observaban algo sospechoso, tenían la posibilidad de lanzar gas lacrimógeno con sólo pulsar un botón.

Por supuesto, la moda y las joyas son un símbolo de riqueza y en esta categoría, parece que no es menos importante. Los millonarios de hoy en día invierten en piezas de compañías como las de la casa Zydo o de la firma Di Modolo, que estén personalizadas, y no pestañean para pagar 75.000 dólares por una gargantilla. En el caso de los accesorios, el gasto tampoco se reduce demasiado. Tal es el caso del propietario de una empresa de fontanería que regala a su mujer dos veces al año bolsos de Rene Lautrec, valorados en 35.000 dólares. Y lo mismo sucede con los relojes; hay quien después de años coleccionando relojes de mil y dos mil dólares se dio un capricho para sí: una pieza que alcanzó los 200.000 dólares.

Una vez vestidos, enjoyados y con la casa segura, el dinero de esta clase media millonaria se cuela entre las puertas de los concesionarios. Entre los vehículos preferidos destacan los Mustang, los Ferrari o los Lincoln. Pero el más asociado al lujo ha sido desde su invención la limusina, que en algunos casos puede llegar a alcanzar un precio de 20 millones de dólares: como viajar sobre una alfombra mágica fabricada con billetes.

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