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Sábado, 11 de julio de 2009

Mucho tiene el valor de las joyas de simbólico, sobre todo cuando las piezas han pasado por las manos de reinas, nobles, estrellas del celuloide o de la canción. Aunque tenga los mismos quilates que cualquier otro diamante, si éste forma parte de alguna tiara real, por ejemplo, gana para sí todo el abolengo de la monarca que lo luzca y de sus antepasados. Si por el contrario ha sido creado para alguna ceremonia o acontecimiento especial estará para siempre vinculada con algún momento puntual y recordado de la Historia. Una de las capitales mundiales del diamante, la ciudad belga de Amberes, en Flandes, acoge hasta el próximo 8 de junio la exposición Diamond Divas, en la que es posible contemplar algunas de estas joyas magníficas que sublimaron en su día la belleza de las mujeres más deseadas.

Organizada por el poderoso Centro Mundial del Diamante de Amberes, Diamond Divas propone un recorrido por las piezas y por las leyendas e historias que a lo largo del tiempo han ido adquiriendo. En ocasiones una propietaria legendaria es la que aporta ese plus de exclusividad; en otras es el acontecimiento para el que fueron creadas. Entre los muchos objetos que se muestran en el Museo del Diamante de Amberes están algunas de las piezas que la glamourosa y extravagante Gloria Swanson recopiló, como los brazaletes de la colección ‘Art de Cartier’, o la tiara que lució Madonna en su boda con Guy Ritchie, una pieza con 765 diamantes que data de 1910.

También se encuentra entre las joyas de Diamond Divas una tiara que fue propiedad de Doris Duke. La historia de Duke casa perfectamente con ese espíritu misterioso y legendario que rodea a las piezas de la colección. Heredera de una fortuna proveniente de la industria del tabaco que en el momento de su muerte se estimaba en más de 1.300 millones de dólares, legó todo su dinero a una fundación caritativa gestionada por su mayordomo.

Divorciada en dos ocasiones y sin hijos naturales (perdió a un recién nacido y aunque había adoptado a una mujer de 35 años devota de los Hare Krishna acabó repudiándola), Duke es un personaje fundamental en la cultura popular estadounidense que sirvió de inspiración a una de las colecciones de Michael Kors y cuya vida ha sido llevada al cine en dos ocasiones con Lauren Bacall y Susan Sarandon en el papel de la filántropa millonaria.

Una de las piezas más destacadas de la exposición es Moon of Baroda, un diamante amarillo de 24.04 quilates que, más incluso que otras piezas de la muestra, cuenta con una larga historia de leyendas y compradores misteriosos. ¿Quién no recuerda a Marilyn Monroe cantando Diamonds are a girl’s best friend? La primera ambición rubia usó el Moon of Baroda durante la promoción de Los caballeros las prefieren rubias.

Hasta ella había llegado de manos de Meyer Rosenbaum, presidente de una empresa joyera de Detroit. Cómo se hizo el empresario con la joya sigue siendo un misterio: se sabe que el Maharajá Sayajirao Gaekwad se vio obligado a vender la pieza, que había pertenecido a su familia durante cinco siglos, después de la I Guerra Mundial. Incluso sigue siendo un misterio quien es el propietario actual de la pieza. Como ésta, piezas de Grace Kelly o la reina Isabel de Bélgica en la que puede ser considerada una de las exposiciones de joyería más relevantes de este 2008.

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