Haga un análisis de conciencia y ahora que nadie le ve responda con sinceridad: ¿Le molesta que su vecino tenga un coche con más potencia que el suyo, o que mientras usted sólo puede llevar a su familia a la piscina pública de su barrio él se vaya con la prole a Santa Pola para pasar las vacaciones en un apartamento? Pues no se preocupe, porque a las celebrities y los millonarios también les pasa lo mismo, aunque ellos sustituyan los caballos de vapor por los metros de eslora de sus yates. El empresario Fernando Fernández Tapias, y su mujer Nuria González saben de lo que hablamos.

Hay dos tipos de vacaciones: las que pasan el común de los mortales llegando a la playa a las ocho de la mañana para conseguir hueco cerca de la orilla y plantar la sombrilla esperando a que llegue el resto de la familia; y aquellas de las que disfrutan los uber-ricos a bordo de sus yates, recorriendo el Mediterráneo de las islas griegas a las Baleares y vuelta a empezar. Claro que también en esto hay clases: se puede establecer una simple regla, a saber: la fortuna de los VIP tiene una relación directamente proporcional con la eslora de sus yates, y no es lo mismo tenerlo de 50 metros que de 115.

Fernández Tapias ha tenido en sus vacaciones baleares un nuevo vecino que le ha superado por los cuatro costados: durante unos días, junto a su Nufer atracaba en el puerto de Formentera el A, el yate del joven multimillonario ruso Andrei Melichenko, una nave que ha sorprendido a propios y extraños por su arriesgado diseño y sus avanzadas prestaciones. Tan sofisticado es que deja a cualquier nave que atraque a su lado convertida, sin querer, en una simple barquilla de pescadores de bajura.

Por una vez no es Roman Abramovich (que espera pacientemente la próxima entrega de su Eclipse, que se convertirá en una de las mayores embarcaciones privadas de recreo del mundo) el que marca tendencia, aunque Melichenko ha trabajado duro para que su nave sea recordada. Bueno, más que él ha sido el rey Midas del diseño, Philippe Starck, quien ha desarrollado una nave más larga que un campo de fútbol cuya forma recuerda irremediablemente a la de un submarino. La nave no es ni la más cara ni la más grande del mundo, pero sí la más rabiosamente moderna: aparte de su impactante exterior, en el interior las tradicionales maderas y dorados han sido sustituidos por acero inoxidable y cuero en color crema, dando a las estancias un aire mucho más contemporáneo que el que se puede encontrar en buena parte de la flota de lujo.

Los curiosos que paseaban por el puerto deportivo de la isla balear no salían de su asombro al comprobar la gran magnitud de la nave, porque hace falta dar varias vueltas a su alrededor para entender el alcance de este coloso de los mares. Su silueta se ha convertido en objetivo de los fotógrafos, pero no sólo de los paparazzi: también los turistas se han lanzado a retratarlo.

El empresario, habitual de las aguas baleares, se encuentra de todos modos esperando a que salga de los astilleros su nueva ‘niña bonita’, un yate que superará al Nufer en 18 metros de eslora (de 42 a 60), aunque ni siquiera de este modo logrará quedar cerca de los grandes yates del mundo, que sobrepasan con creces los 100 metros de eslora.

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