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Sábado, 1 de mayo de 2010

Hasta hace relativamente poco Carla Royo-Villanova trabajaba por cuenta ajena como imagen de la firma Pedro del Hierro. El testigo lo recogió María León siguiendo la misma línea marcada por su predecesora. Es decir trabajar llevando la comunicación y la imagen a pie de obra y no como otras chicas de apellidos conocidos que en vez de dar el callo (que para eso las pagan), se dedican a figurar recayendo sus responsabilidades en compañeros sin padrinos.

El caso fue que en un momento de su vida Carla, licenciada en Derecho y princesa bulgara por matrimonio, decidió organizarse profesionalmente como una emprendedora más de las muchas que se mueven por el mundo. Se planteó crear su propia empresa tomando como base las Rosas de Bulgaria. A partir de esta materia prima creó una línea cosmética que se vende como churros.

El precio es muy ajustado y la calidad espléndida. A pesar de la crisis, en un año ha recuperado la inversión inicial y ahora está en proceso de expansión. Lo curioso es que en este caso el ser princesa consorte ha servido para poco y sí el boca a boca. También los consejos y recomendaciones del padre de la empresaria. Ex directivo de una importante multinacional con jubilación prematura pensó en echarle una mano a la hija.

Su padre se encargó de recorrer la zona del Valle de las Rosas, situado a 200 kilómetros de Sofía, de donde se extrae el 60% de la producción mundial de aceite de rosas; buscando la fábrica que mejor sirviera para los intereses de la nueva marca... La experiencia paterna solucionó los temas más complicados de exportación, permisos… hasta que por fin la marca salió al mercado.

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