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Domingo, 12 de julio de 2009

Saddam Hussein tuvo un poder omnímodo en Iraq hasta la invasión estadounidense y su posterior ajusticiamiento. El dictador poseía, de acuerdo con Naciones Unidas, ocho mansiones colmadas de detalles como escalinatas de mármol, cascadas construidas por el hombre o lagos artificiales, a cual más bizarro, pero entre todas sus posesiones destacaba una a la que nunca le hizo demasiado caso, un yate de 80 metros de eslora del que el nuevo gobierno iraquí quiere deshacerse como sea. ¿El precio? Unos 25 millones de euros.

Quienes estén haciendo cálculos para regalar la barcaza al pariente/parienta estas navidades debe tener en cuenta un pequeño detalle: el estado de la nave es tan deplorable (y su decoración, tan hortera) que los expertos aseguran que para darle un aspecto decente habría que invertir otros 25 millones. Y es que a pesar del pulcro aspecto de su exterior, con helipuerto incluido, el interior guarda “un monumento al mal gusto de la década de los 80”, como afirma Marie Colvin en The Times.

El ‘Brisa de Basora’ (Basra Breeze), conocido en tiempos como ‘Quadisiyah Saddam’ para recordar una legendaria batalla contra los persas o ‘Ocean Breeze’, tiene una turbia historia a sus espaldas, tan oscura como otras muchas que rodean el paso por el poder de Hussein. Fue construido en el astillero danés Helsingor Vaerft a comienzos de los años 80 y el secretismo que exigió el dictador fue tal que los obreros que se encargaron de la construcción tenían que firmar un acuerdo de confidencialidad para no revelar al mundo el particular gusto decorativo de su propietario.

El oro se deja ver en todas las esquinas de la nave al más puro estilo bling, comenzando en los baños y terminando en los dormitorios, todo sobrecargado y opulento. Tiene unos diez dormitorios con varios salones, una sala de rezos y estaba pensado para contar con una tripulación de unas 35 personas. La distribución de los compartimentos también dice bastante sobre la personalidad de su propietario: no hay gimnasio, pero sí espacio para un pequeño quirófano por si Saddam necesitaba alguna intervención de urgencia. También cuenta con un pasadizo secreto que le hubiera permitido salir huyendo en un bote en caso de un abordaje inesperado.

La nave debía haber salido a la venta hace un año, pero una firma radicada en las islas Caimán entre cuyos accionistas se encuentra el rey Abdalá II de Jordania aseguraba que era de su propiedad porque Saddam la había regalado. No hubo documentos que atestiguaran el presente, por lo que finalmente el estado iraquí ganó el caso y ha podido ponerlo a la venta.

La invasión y el caos que siguió a los ataques estadounidenses dejó a la nave en un extraño punto muerto. El barco, en el que según la leyenda Saddam nunca llegó a pasar una noche, permaneció durante años en el puerto saudí de Jiddah, pero apareció en aguas de St-Jean-Cap-Ferrat, al sur de Francia, hace unos dos años. Allí permaneció durante el rifirrafe legal, pero ahora se desconoce su paradero. En The Times afirman que se encuentra en algún punto de la costa griega esperando a que alguien (¿algún  mitómano de Saddam? ¿un empresario con visión?) se decida a comprarlo.

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