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Los divorcios más sonados de las monarquías europeas
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Los divorcios más sonados de las monarquías europeas

La separación o “cese temporal de su vida conyugal” de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar no es algo extraño en las monarquías europeas. Aunque

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Los divorcios más sonados de las monarquías europeas

La separación o “cese temporal de su vida conyugal” de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar no es algo extraño en las monarquías europeas. Aunque en España no estamos acostumbrados a ‘divorcios de sangre azul’, otras Casas Reales del Viejo Continente han vivido en sus carnes la mala fama de una separación. ¿Quién no se acuerda de la trifulca matrimonial, con amante incluida, de Carlos de Inglaterra y Diana de Gales? ¿Y qué decir de los divorcios de las princesas de Mónaco, rodeados de escándalo? ¿O de Joaquín de Dinamarca, que prepara su segunda boda? Otros miembros reales, pese a que nunca se separaron, optaron por tener descendencia fuera del matrimonio. Pero para encontrar estos deslices monárquicos no hay que remontarse a un pasado remoto. Sólo hace falta retroceder un par de décadas.

El divorcio más sonado de las monarquías del Viejo Continente es, sin duda, el de Carlos de Inglaterra y Lady Di que, ejerciendo de famosos del montón, se tiraron los platos a la cabeza en televisión, en horario de máxima audiencia. Casados en 1981, pocos años después el matrimonio estaba totalmente roto, aunque guardaron las apariencias hasta 1992 cuando se hizo oficial su separación. Unas conversaciones secretas de Carlos y Camilla; un divorcio millonario; una crisis de sucesión al trono; supuestas relaciones adúlteras… llenaron durante años los tabloides británicos hasta que firmaron el divorcio oficial en 1996. Entremedias el Príncipe de Gales confesó la existencia de una amante real, mientras Diana le acusaba de tener un matrimonio a tres bandas. Sólo la inesperada muerte de Lady Di consiguió calmar las aguas.

Aunque este divorcio tocó los estamentos de la monarquía británica, no fue el único. Dos hijos de la Reina Isabel II ya estaban separados por entonces. La Princesa Ana se casó en 1973 con el capitán Mark Philips, con el que tuvo dos hijos. Firmaron su divorcio en 1992 cuando la separación era evidente desde hacía tiempo. Meses después, en diciembre, se casó discretamente con Timothy Lawrence en Escocia, donde su iglesia permite bodas entre divorciados. Pero ese año, 1992, también se anunció otro fracaso matrimonial: el del duque de York. Andrés de Inglaterra se separó de Sarah Ferguson, aunque no firmaron el divorcio hasta 1996. Como mantienen una buena amistad, no han provocado ningún escándalo real.

Crisis en Mónaco

No sólo Gran Bretaña tiene príncipes divorciados. En Mónaco pasa lo mismo. Con apenas 20 años y pese a las reticencias paternas, Carolina de Mónaco dio en 1978 el ‘sí quiero’ a Philippe Junot, un francés mucho mayor que ella con fama de playboy. Dos años después firmaron el divorcio, tras lo que la princesa luchó más de una década para obtener la nulidad eclesiástica. Su hermana Estefanía se casó con su guardaespaldas Daniel Ducret después de tener dos hijos con él. Un año después se divorciaron tras la divulgación de un vídeo en el que su marido retozaba con una modelo de striptease en una piscina. Tras concebir otra hija fuera del matrimonio y vivir en un circo, se unió a un acróbata en 2003. A los 10 meses ya estaba separada.

El último divorcio real ocurrió en Dinamarca. El Príncipe Joaquín puso punto y final a su matrimonio con Alexandra Manley en 2004 tras nueve años casados. Aunque ella perdió el título, consiguió una gran suma de dinero de la familia real danesa. Joaquín, por su parte, está a punto de llevar al altar a otra. Pero el matrimonio de sus padres, la Reina Margarita y Enrique, tampoco ha sido un camino de rosas. El fuerte carácter de la soberana ha provocado alguna que otra tensión con su esposo de la que, al final, han salido airosos.

Otros miembros reales, aunque nunca se han separado de sus mujeres, han tenido relaciones extra conyugales. El fallecido Príncipe Bernardo, padre con la Reina Beatriz de Holanda, dejó un escrito a su muerte en el que confesaba la existencia de dos hijas ilegítimas. Alberto de Mónaco, soltero y sin compromiso, también cuenta con dos hijos extramatrimoniales reconocidos. Y es que nadie es perfecto.

La separación o “cese temporal de su vida conyugal” de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar no es algo extraño en las monarquías europeas. Aunque en España no estamos acostumbrados a ‘divorcios de sangre azul’, otras Casas Reales del Viejo Continente han vivido en sus carnes la mala fama de una separación. ¿Quién no se acuerda de la trifulca matrimonial, con amante incluida, de Carlos de Inglaterra y Diana de Gales? ¿Y qué decir de los divorcios de las princesas de Mónaco, rodeados de escándalo? ¿O de Joaquín de Dinamarca, que prepara su segunda boda? Otros miembros reales, pese a que nunca se separaron, optaron por tener descendencia fuera del matrimonio. Pero para encontrar estos deslices monárquicos no hay que remontarse a un pasado remoto. Sólo hace falta retroceder un par de décadas.