Dormir en la ‘cama’ de Enrique y Chelsy

Aunque ya no mantiene ningún contacto real, Chelsy Davy, la ex novia de Enrique de Inglaterra, sigue siendo un referente para los ciudadanos del mundo. Todo lo relacionado con esta joven africana genera todavía un gran interés. Y si no que se lo digan a unos avispados empresarios de Sudáfrica, país en el que reside su familia. No se les ha ocurrido otra idea que crear un coqueto hotel en la antigua residencia de soltera de la chica, donde compartió innumerables jornadas con su amado príncipe.

Los millonarios padres de Chelsy le compraron una casita de estudiante mientras empezaba la universidad. No se trataba de un coqueto apartamento, sino de una residencia de cuatro habitaciones. Enrique acudía con frecuencia a este rincón al otro lado del mundo para disfrutar de su intimidad con su novia. De hecho, hasta hacía noche en la casita. Una vez que Davy finalizó sus estudios y se trasladó a Gran Bretaña para estar cerca de su amado, decidieron venderlo al mejor postor.

En la actualidad, este testigo de amores reales acaba de abrir sus puertas como hotel y, aprovechando el tirón, ha recibido el nombre de ‘Royal Love Nest Guest House’, según el diario Daily Mail. “Es un sueño haber convertido esta casa en hotel porque Enrique y Chelsy gastaron numerosos momentos especiales junto, incluido el 21 cumpleaños de la joven”, ha dicho uno de sus propietarios. “Supongo que ellos hicieron los que cualquier pareja joven de puertas para dentro”, añadió. Y es que se ha convertido en todo un acontecimiento turístico.

Enrique y Chelsy se conocieron a través de unos amigos comunes en 2004. La joven, nacida en Zimbawe, era hija de un millonario operador de safaris. Hace unos años se trasladó a Leeds para estar más cerca de Enrique. Y allí vivieron varias crisis sentimentales, sobre todo porque el joven no hacía mucho caso a su amada. Al final, rompieron el pasado mes de enero. Al parecer, Davy estaba algo cansada de las reales juergas de su novio. Sin embargo, la prensa todavía no la olvida. Y menos los empresarios con suerte.