Lo que come el Rey tras el mensaje de Navidad
Imagine que el 24 de diciembre, pasadas las nueve de la noche, en vez de ver al Rey Don Juan Carlos gracias a los tubos de
Imagine que el 24 de diciembre, pasadas las nueve de la noche, en vez de ver al Rey Don Juan Carlos gracias a los tubos de rayos catódicos de su antiguo televisor o del plasma de la pantalla de última generación que acaba de adquirir en unos grandes almacenes, se dispone a compartir mesa y mantel con el Jefe de Estado. Tal vez, se deje embaucar por los nervios y el temor a la incorrección aprisione su libertad. Pero deje de sufrir. “La Familia Real es una familia normal, una más, al fin y al cabo”.
Este es el mensaje que comerciantes, empleados y funcionarios que sirven a la Casa del Rey se empeñan en destacar. Que sea Navidad no implica ningún despliegue logístico importante, ya que el núcleo de la Primera Familia funciona con la misma cadencia que los 365 días restantes. Ni el trasvase que se produce cada año con la mudanza a Marivent, centro de operaciones estival, logra trastocar el funcionamiento habitual de la Secretaría General de la Casa Real, en la que trabajan 137 funcionarios dedicados a la marcha básica. En estas fechas, lo que les preocupa es intentar conciliar horarios, desplazamientos y compromisos para ver ‘la charla del abuelo’ y degustar los manjares típicos que prácticamente todo ‘hijo de vecino’ prepara para la noche, una de las más especiales del año. Nochevieja es otro cantar. Cada uno va por su lado. En algunas ocasiones, ni el Rey ni la Reina coinciden en espacio y tiempo.
Si mediante una ensoñación se traslada a La Zarzuela el día de autos verá una mesa cuidadosamente preparada. Como puede observar, no falta de nada. El cava lo sirve la familia Raventós, que cuenta con el título de ‘Proveedor de la Casa Real Española’ desde 1897, gracias a la otorgación por parte de la Reina regente María Cristina. Hoy en día, la denominación puede seguir entrañando un simbolismo especial, pero no tiene recorrido comercial. “Con la oferta de mercado que existe, hay mucha diversificación. Compramos en muchos sitios, aunque hay algunos que tienen más pedidos que otros. La calidad, el precio… todo influye”, afirman desde la Casa de Don Juan Carlos.
De izquierda a derecha, clase básica de protocolo. Agua y zumos para los niños. Percebes, que han ocasionado algún conflicto familiar- y no precisamente entre los más pequeños- y marisco. No en cantidades industriales. Curiosamente, la princesa Letizia es, sin duda alguna, una de las mayores consumidoras de marisco de la familia, cuyos antepasados Borbones sufrieron de gota. En una reunión familiar, a la que la ex periodista llegó tarde, se mosqueó con una de las Infantas. Parece que le dijo, mirando a su plato: “¿Y por qué tú tienes más percebes que yo?”. Hasta ese extremo llegaría la querencia por llevarse a la boca el tesoro del mar gallego.
En cambio, Sus Majestades prefieren las sardinas, la lubina y la merluza antes que los langostinos, aunque, en Nochebuena, tampoco faltan. “No hay encargos especiales durante estas fechas. No comen mucho marisco, son más de pescado”, dicen desde las Pescaderías Coruñesas, que inauguró Alfonso XIII. Lo que sí comparte el Rey con su abuelo es el gusto por los huevos fritos, su comida favorita. Una afición casi genética. “En la comida, el Rey se toma seis huevos fritos y ella una ensalada. Lo heredó de su abuelo, Alfonso XIII, pero él era capaz de comerse hasta doce”, escribe Jaime Peñafiel en su libro La mesa está servida, majestad.
Carne española, muchos lácteos y también mucho picante. El Rey es un auténtico enamorado de todos los productos de sabor fuerte e incisivo, como las guindillas. Félix Vázquez, el frutero de los famosos, todavía recuerda el día en el que mandó una cesta de guindillas de todos los colores a Zarzuela, porque Don Juan Carlos las había probado en el camerino del director de orquesta indio Zubin Metha y había quedado maravillado con el aroma.
Cuando va acaeciendo la medianoche, llega el postre. Turrones de la centenaria Casa Mira de Madrid, que todos años tiene la gentileza de mandarles una cesta con una gran selección de sus mejores productos. Este año, las infantas Leonor y Sofía van a recibir una anguila de mazapán, rellena de fruta, batata, yema y cabello de ángel. Una combinación un tanto fuerte, en principio, pero que tiene su explicación lógica: la mujer del Príncipe Felipe les inculca a sus hijas que se preocupen por su salud alimenticia y que coman de todo. "Leonor está para comérsela. ¡Y dice unas cosas! Todo lo que le oye a su madre. ¿Qué crees que nos soltó el otro día comiendo? Hay que comerse las espinacas porque son muy ricas en vitaminas y en hierro", dijo la reina Sofía en el polémico libro de Pilar Urbano.
Este año será como otros. La familia ya se ha acostumbrado a que Cristina, Iñaki y los niños vivan tan lejos y, para ello, tengan que pasar más de diez horas en un avión para poder ver a los suyos. Pero, como en el resto del país, esa noche es sagrada. Además, con un menú tan suculento ni hasta los más reaccionarios a compartir espacio cerrado con las suegras, cuñados y demás colaterales estarían encantados de brindar, con un poco de cava español, por unas Felices Pascuas con el primero de todos los españoles: el Rey.
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