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El Rey recibe a un señor con corbata y traje oscuro en el palacio de Marivent
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El Rey recibe a un señor con corbata y traje oscuro en el palacio de Marivent

El palacio mallorquín de Marivent se conmocionó en la tarde de ayer ante la llegada de un señor vestido con traje oscuro y el impertinente aditamento

El palacio mallorquín de Marivent se conmocionó en la tarde de ayer ante la llegada de un señor vestido con traje oscuro y el impertinente aditamento corbatil, cuando es notorio que la isla se engloba en el 'territorio Sebastián', y que en ella se practica el desnudo de la corbata. Alarmado, el Rey se vistió con indumentaria pareja a fin de no desentonar de su anónimo interlocutor.

El susodicho dijo responder al nombre de José Luis Rodríguez Zapatero, y aseguró que en su momento gozó de un poder casi infinito en España. Su discurso no eliminó las reticencias, pero se le dio paso a las estancias palaciegas volcadas al mar. La situación resultaba tan anacrónica que Juan Carlos de Borbón aparcó la muleta aerodinámica y practicó un meritorio pero arriesgado funambulismo, en una residencia plagada de escaleras. Una vez hechas las oportunas presentaciones, entre los protagonistas del encuentro se estableció una corriente de simpatía, aunque no se ha conseguido aclarar cuál es la función actual de Zapatero, el hombre sin atributos.

El hombre llegó a Mallorca desnudo de equipaje. Al igual que los restantes gobernantes de secano -SuárezGonzález y Aznar, por orden de importancia-, el turismo que monopoliza la isla le parece una actividad insana, la visión del infierno laico en la tierra de labor. 

Si visitara Ibiza, el primer agnóstico del país se convertiría a una fe integrista. El despojamiento de sus poderes se refleja incluso en una estancia tan breve en Mallorca como las protagonizadas por su antecesor, que siempre unió la condición de 'imperator' a la presidencia del Gobierno. Las vacaciones exprés de la Familia Real, comprimidas en una semana vertiginosa, convirtieron la breve sesión de ayer en la última visita que Zapatero rindió a la isla como jefe del Ejecutivo. Si tuviera que apostar, aseguraría que no volverá jamás si puede evitarlo, o que lo hará con un traje que remarque su condición de extranjero que considera réprobos a los practicantes de la industria del ocio.

El Rey derrocha abrazos con los presidentes socialistas republicanos, y reserva contenidos apretones de manos para la derecha. En Mallorca lo hemos apreciado con Félix Pons, fallecido hace un año, a quien abrazaba con voluntad de fusión. Desde estas coordenadas, Juan Carlos de Borbón despidió a su quinto primer ministro con una mezcla de comprensión y alivio. La conexión entre ambos resulta indudable -y llegó al apoyo explícito a la negociación con ETA-, pero la esencia de la monarquía es la continuidad por encima de los avatares políticos. 

Sin cena y sin comparecencia ante los periodistas

El Rey ha sido un maestro en la capacidad para desprenderse de los servidores cuya utilidad ha caducado. En estos momentos, el único argumento que justifica una foto con Zapatero es que inmortalice la despedida definitiva. De ahí el encuentro crepuscular de apenas una hora, sin la cena que se ha servido en otras ocasiones, sin una palabra para los periodistas. Mallorca aportaba la mejor luz del Mediterráneo a un encuentro crepuscular, al 'the end' que John Ford le hubiera puesto a un presidente del gobierno que la derecha seguirá odiando, y que la izquierda querrá recuperar cuando sea demasiado tarde. 

Simétricamente, Zapatero se despide de las islas donde no fue tan feliz. Todos los europeos han veraneado en Baleares, y la familia del presidente eligió Menorca para sus primeras vacaciones presidenciales. 

Aquella pacífica estancia en la finca de unos amigos se enturbió con las fotos marinas robadas a las hijas del político socialista.  Bordeando la histeria, interpuso cartas y comunicados, cuando él mismo había utilizado las palabras de sus hijas en campaña. Después vendrían las imágenes góticas de Washington. En España sólo trascendió el enfado de Zapatero, pero no la irritación de la Casa Blanca ante un vestuario tan impropio como el utilizado en Marivent por el gobernante disuelto. Ayer salió de Palma hacia Madrid un señor con corbata.

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Juan Carlos Navarro