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La maldición de las princesas del siglo XXI
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La maldición de las princesas del siglo XXI

Tras haber superado de una forma brillante sus primeras apariciones como Duquesa de Cambridge, parece que la presión de todos estos actos está pasando factura a

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La maldición de las princesas del siglo XXI

Tras haber superado de una forma brillante sus primeras apariciones como Duquesa de Cambridge, parece que la presión de todos estos actos está pasando factura a la joven Catalina. Hace unos meses, durante la celebración de su boda, todos los medios pudieron apreciar lo guapa y radiante que estaba la novia. Sin embargo, apenas tres meses después, la mujer de Guillermo de Inglaterra empieza a preocupar por su extrema delgadez.

Life & Style acaba de publicar un artículo en el que habla del más que evidente cambio físico de la Duquesa. En la portada se ve una imagen de la joven con unos escuálidos brazos. La publicación señala que la joven está sufriendo una situación de muchísimo estrés provocada por las críticas hacia su marido y la extrema seguridad con la que vive ante las amenazas de secuestro.

Según la publicación inglesa, una fuente cercana a Catalina habría explicado que la joven está viviendo un auténtico calvario y que ya antes de su boda había perdido hasta dos tallas. La familia Middleton al completo se ha volcado para controlar a la joven. De hecho su hermana pequeña Pippa, llama hasta cinco veces al día para saber que tal ha comido Catalina.

Parece que la corona de futura reina de Inglaterra pesa mucho. Hace unos años, la Casa Real inglesa vivió un caso parecido de evidente pérdida de peso, en el que la protagonista fue Lady Di.

Cuando todavía estaba casada con el Príncipe Carlos, Diana de Gales vivió momentos de mucha tensión y depresiones muy fuertes al ver como su marido se escapaba para verse en secreto con su amante Camilla. A causa de esta situación, la joven se volvió anoréxica y bulímica, llegando a poner su salud en peligro ya que intentó suicidarse en más de una ocasión.

Y es que, el estrés bajo el que viven las mujeres de la realeza, ha provocado que más de una sufra el llamado “mal de las princesas”.

Victoria de Suecia y Masako

Una de las primeras en hablar públicamente sus problemas de peso fue Victoria de Suecia. La Casa Real tuvo que emitir un comunicado en 1997 en el que reconoció que la hija mayor de rey Gustavo sufría anorexia. Tras acudir a un centro de rehabilitación, la joven se recuperó totalmente de su enfermedad en 2000. Lejos de ocultar su problema, Victoria siempre ha querido participar en las iniciativas contra los trastornos alimenticios cediendo su imagen.

Otra princesa que tuvo que hacer frente a esta terrible enfermedad fue la japonesa Masako. Obsesionada con darle un hijo varón a su esposo, la japonesa empezó a descuidar su alimentación sumergiéndose en una espiral que la llevó a perder mucho peso. En esta ocasión también, la Casa del Emperador tuvo que reconocer oficialmente el problema.

La Princesa de Asturias

España tampoco se ha librado de este problema. En 2005 y tras aparecer en varios actos oficiales luciendo un físico esquelético, Doña Letizia se convirtió en el centro de atención de todas las miradas. Para acallar estos rumores, la Casa del Rey tuvo que emitir un comunicado en el que desmentía los supuestos trastornos de Doña Letizia: Es "absolutamente falso que la Princesa de Asturias padezca anorexia. Pese a este comunicado, y pese a que la futura Reina de España ha recuperado peso, de vez en cuando vuelven a surgir estos rumores tanto en la prensa española como europea.

La Emperatriz Sissí

La primera princesa que cayó en la anorexia fue la emperatriz Isabel de Austria, más conocida por Sissí. Empezó a obsesionarse con su figura al dar a luz a sus hijos. Para poder conservar su cintura de 47 centímetros, Sissi se inventó una serie de dietas de adelgazamiento y hábitos alimenticios. Y es que, pese a sus 172 centímetros, nunca pesó más de 50 kilos.

Además de la alimentación, Isabel de Austria se obsesionó también con el deporte, ya que andaba y montaba horas a caballo, descuidando el cuidado de sus hijos, a los que consideraba culpables de su aumento de peso.

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