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Letizia, más Borbón que nunca a los 40
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Letizia, más Borbón que nunca a los 40

El paso del tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a las personas que están llamadas a convertirse en reinas de España. El cuarenta cumpleaños de

El paso del tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a las personas que están llamadas a convertirse en reinas de España. El cuarenta cumpleaños de la princesa de Asturias ha llegado en un momento en el que apenas quedan en ella elementos que recuerden a esa joven periodista que se casó en 2004 con un príncipe Borbón. Casi todos los periodistas que siguen sus pasos a diario, o los escritores que la han convertido en personaje, coinciden en que la esposa del heredero al trono español ha perdido en estos últimos años la naturalidad que un día caracterizó a la hija mayor de los Ortiz-Rocasolano. Su nuevo aspecto y su carácter artificial saltan más que nunca a la vista, en un día en el que ya pocos son los que reconocen en la mujer de don Felipe a la Letizia plebeya, hoy ya reconvertida en toda una Borbón.

“De la chica del día antes de la boda, a la Princesa de Asturias y madre de la heredera, hay una maduración en el aprendizaje. Se ha borbonizado; se ha hecho de la familia, de la casta, ha dejado de ser plebeya. Ahora es una mujer que se mueve con escoltas, con seguridad, que debe seguir el protocolo”, explica Pilar Urbano.

Según la periodista, escritora y experta en Casa Real, Letizia debería haber mantenido su esencia, una herramienta que le hubiera sido de gran ayuda en estos tiempos en los que la monarquía española se encuentra en sus niveles más bajos de popularidad.“Ella tiene personalidad, talento, instinto y corazón suficiente como para haber mantenido su identidad. Se ha tenido que hacer una Borbón, ha entrado en palacio y se ha hecho de la casta”.

El papel de Letizia Ortiz Rocasolano no ha sido fácil. Desde el siglo XIX nadie había ocupado en la Casa Real el puesto de princesa de Asturias, por lo que la periodista ha tenido que improvisar sobre la marcha un papel de suma importancia, que debía situarse junto a los de la reina y las infantas. De hecho, con el paso del tiempo, la complejidad de la situación y su carácter perfeccionista han hecho que la esposa de don Felipe haya perdido de forma paulatina su naturalidad, transformando de forma llamativa tu actitud en los actos oficiales.

“Es muy perfeccionista. Se tendría que relajar y ser más ella, como ha sido siempre. Antes hablaba más, era más cercana. Ahora está como una cuerda de violín. Ve el momento difícil que está pasando España y eso le crea un estrés y una tensión que se reflejan en su expresión. Sabe que, ni el presente ni el futuro van a ser fáciles”, comenta la periodista Paloma Gómez Borrero.

“Déjame hablar”

Al ver a la nueva princesa de Asturias es inevitable recordar la anécdota en la que aquella joven periodista mandó callar al heredero al trono español delante de las cámaras el día de su pedida. Atrás quedaron aquellos pequeños atisbos de espontaneidad. Ahora Letizia se mantiene en su papel de princesa de Asturias, en el que todo está calculado de antemano.

 “Al principio era mucho más espontánea y eso era beneficioso para ella. A la gente no le atrae lo protocolario, le atrae lo espontáneo, lo cercano, lo familiar, le han debido tirar de las orejas y le han enseñado el protocolo. Es algo horrible que no le deseo a nadie. Convertirse en un miembro de la realeza es perder la vida”, explica el escritor Fernando Sánchez Dragó.

Contrariamente al resto de princesas europeas, que no dudan en saltarse las normas para acercarse a la gente e intercambiar impresiones con el pueblo, doña Letizia prefiere mantenerse distante y evitar cualquier tipo de situación incómoda.“No me parece una persona que actúe con normalidad y sencillez. Hay mucha frialdad y poca naturalidad en todo lo que hace. Como dijo una vez el rey sobre el papel de la reina: ‘Es buena persona’, pero nada más”, explica el político manifiestamente republicano Iñaki Anasagasti.

“Ella sabe que es el futuro”

Muchos son los que critican a los Príncipes de Asturias el hecho de no transmitir una imagen cálida y cercana como la del rey. Ninguno tiene ese “campechanismo” con el que don Juan Carlos se ha ganado el afecto de los españoles. Tanto don Felipe como doña Letizia han establecido una barrera entre ellos y los demás, convirtiéndola en la mejor forma de autodefensa.

Al tratarse de una profesional del mundo de los medios, la princesa de Asturias tiene tablas suficientes para interactuar más con la gente en sus actos oficiales. Sin embargo, parece estar a gusto respetando al pie de la letra las normas de protocolo. “Podemos pensar que los periodistas son los mejores posicionados para afrontar este tipo de situaciones, sin embargo, cuando se pasa al otro lado del espejo, es más complicado. Cuando eres actor y no testigo las cosas cambian”, comenta el periodista francés Raphael Morata, experto en Casa Real de la revista francesa Point de Vue.

Aun así, desde hace unos meses, Casa Real, consciente de la situación que atraviesa la monarquía española, está intentando proyectar una imagen de doña Letizia diferente, introduciéndola más en la agenda de la Familia Real y aportándole más visibilidad; una estrategia que parece haber convencido a aquellas personas que se negaban a tener como princesa de Asturias a una periodista divorciada. “Han visto que la única forma de que viva la monarquía es apoyar a Letizia, y esto hace que ella esté más segura, que pise fuerte, que tenga mirada más altiva. Ella sabe que es el futuro”, explica Pilar Eyre.

Un cambio físico evidente

El físico de la princesa ha cambiado de forma innegable durante estos años. Cumple cuarenta, pero parece más joven que hace unos años. También “más artificial”, según los expertos. Además de la evidente pérdida de peso, doña Letizia no ha dudado en pasar por quirófano para dulcificar algunos rasgos. En cuestión de meses su rostro se ha vuelto tirante, sus pómulos se han marcado más y sus cejas se han arqueado de forma llamativa. 

“Ha adelgazado muchísimo, yo la prefería antes, un poquito más rellenita, le favorecía más. Se cuida demasiado. Todas esas operaciones de estética no tienen sentido, era una chica muy guapa y no lo necesitaba. A la reina no se le ocurre hacer eso”, comenta Paloma Gómez Borrero, quien al igual que muchos españoles sigue sin entender los cambios que ha introducido la princesa en su rostro.

Además de una rinoplastia y de un retoque a la altura del mentón, doña Letizia parece haberse aficionado al bótox. Aun así, hay quien reconoce que sus cambios han sido un acierto y que ha conseguido dulcificar sus rasgos. “Cuando estaba en el Telediario, nosotros solo veíamos un plano frontal de ella. En persona da una imagen más artificial que en fotografía. Pero, al fin y al cabo, la mayoría de los españoles la vamos a ver en fotografía”, explica Pilar Eyre.

Letizia cumple cuarenta años más Borbón, protocolaria y artificial que nunca, según los cronistas de la Casa Real. Pero eso no es óbice para que la mayoría de los españoles (eso dicen al menos las encuestas) la sigan considerando una buena futura reina. 

El paso del tiempo no perdona a nadie, ni siquiera a las personas que están llamadas a convertirse en reinas de España. El cuarenta cumpleaños de la princesa de Asturias ha llegado en un momento en el que apenas quedan en ella elementos que recuerden a esa joven periodista que se casó en 2004 con un príncipe Borbón. Casi todos los periodistas que siguen sus pasos a diario, o los escritores que la han convertido en personaje, coinciden en que la esposa del heredero al trono español ha perdido en estos últimos años la naturalidad que un día caracterizó a la hija mayor de los Ortiz-Rocasolano. Su nuevo aspecto y su carácter artificial saltan más que nunca a la vista, en un día en el que ya pocos son los que reconocen en la mujer de don Felipe a la Letizia plebeya, hoy ya reconvertida en toda una Borbón.