El porqué de la ausencia de la infanta Elena en la boda a la que sí acudió Cristina

La presencia de la familia Urdangarin Borbón al completo en la boda de Pablo Alonso Caprile, hijo de Marisa Caprile, amiga personal de las infantas Elena y Cristina, y sobrino del modisto Lorenzo Caprile, en la localidad de Arties (Lérida) no fue lo más llamativo del enlace, ya que era de esperar debido a la gran amistad que les une desde hace años. Sin embargo, lo que realmente llamó la atención fue la ausencia de la infanta Elena. La duquesa de Lugo no se desplazó hasta el Valle de Aran y eso que Laura, la tía del novio, es también una de sus íntimas, junto con su fiel escudera Rita Allendesalazar.

Hubo muchas preguntas y comentarios sobre la relación de las hermanas Borbón y sobre las razones por las que la duquesa no acudió a la boda. Desde el “no se llevan”, hasta “Elena prefiere que no la saquen fotos juntas”, pasando por frases más contundentes como que “el Rey (Felipe VI) ha dicho que invisibilidad absoluta”. La realidad era otra. Aunque la infanta había recibido la invitación hace tiempo y, por supuesto, participó con un regalo nupcial, tenía un compromiso hípico con el que se había comprometido y, sobre todo, para el que se había preparado. En Sevilla se celebraba ese mismo fin de semana el concurso CSN4 Ruta de la Playa Badajoz-Sevilla 2014 y la infanta era una de las participantes.

No hay cortocircuito afectivo entre las hermanas. Siguen manteniendo una excelente relación. “Se quieren mucho y hablan por teléfono a menudo. Se cuentan sus cosas, pero no tratan temas que tengan que ver con la imputación ni con la situación judicial que vive el matrimonio. No se fían. Hablan de cómo están los hijos y en el caso de doña Elena, le comenta a su hermana su preocupación por los resultados académicos de Pipe (Froilán). Es un buen chico, pero muy vago”, aseguran amistades que tratan a las hermanas Borbón.

De hecho la primogénita ha sido, desde que saltó el escándalo Nóos, uno de los hilos conductores con el denominado “núcleo duro”. También lo ha sido la Reina Sofía, aunque en menor medida, puesto que la duquesa de Lugo comparte ocio con su padre y, por lo tanto, tiene más posibilidades de interceder.

La infanta Cristina llegó al Valle de Arán con toda su familia y se alojó en el parador de Arties. Pasaron el fin de semana y tuvieron doble celebración. Por un lado el acontecimiento nupcial del ahijado Pablo con Mónica Cuesta y, por otro, su propio aniversario de boda. Diecisiete años antes la infanta Cristina se casaba en la catedral de Barcelona con un diseño de Lorenzo Caprile y donde Pablo Alonso formaba parte del cortejo de pajes, igual que lo había hecho años antes en la liturgia religiosa de Doña Elena y Jaime de Marichalar.

La relación de las Caprile con las niñas Borbón viene desde la época en que Marisa era su profesora de inglés en el colegio Santa María del Camino y Laura Caprile compañera de clase de ambas. La infanta Elena, como le ocurre ahora a Froilán, no fue buena estudiante. Al repetir curso hizo todo el bachillerato con su hermana y, por tanto, el grupo de amigas era el mismo. Las infantas pasaban muchas tardes de sábado y domingo en el chalet de los Caprile, donde el ambiente de familia numerosa de siete hijos era muy divertido y loco. Al finalizar los estudios secundarios, y aunque cada una tiró por su lado, el lazo de intimidad nunca se rompió. Con los años se unió al grupo Marisa, casada con Fernando Alonso, hermano del prestigioso y premiado investigador Pedro Alonso. Fue director del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), jefe del Servicio de Salud Internacional y Medicina Tropical del Hospital Clinic y catedrático de la Universidad de Barcelona. Y desde julio, director del Programa Mundial de Malaria, cargo que desempeña en Ginebra, donde también viven su “exilio” dorado el matrimonio Urdangarin. Quizá sean de los pocos fieles que no han abandonado a los imputados porque Marisa y Laura nunca presumieron ni publicitaron esa amistad.