Ingrid Sartiau: “Estoy feliz porque pronto podré confirmar que el Rey es mi padre”
“Estoy muy contenta. Muy feliz”. La mujer que se explica de este modo al otro lado del teléfono –Ingrid Sartiau, 48 años de edad, residente en Gante
El Tribunal Supremo dio ayer una buena y una mala noticia. “Estoy muy contenta. Muy feliz. Me ha hecho mucha ilusión que el TS haya creído mi historia”. La mujer que se explica de este modo al otro lado del teléfono –Ingrid Sartiau, 48 años de edad, residente en Gante– recibió la buena. Vanitatis la localiza en Bélgica horas después de que el Pleno del Alto Tribunal admitiera a trámite la demanda de paternidad que había interpuesto contra el rey emérito Don Juan Carlos de Borbón por considerar que hay indicios suficientes para abrir una investigación al respecto.
La mala (noticia) fue para Albert Solà, que no ha corrido la misma suerte que su presunta hermana. El español ha recibido con cierta contrariedad las noticias que este miércoles llegaban del Tribunal Supremo. En su caso, el Pleno decidía rechazar la reclamación de paternidad contra Don Juan Carlos por considerarla contaminada y falta de pruebas.
De vuelta a Bélgica, Sartiau se muestra convencida de sus posibilidades en este proceso. “Me lo esperaba porque mi demanda está muy clara, pero igualmente me ha hecho mucha ilusión recibir la noticia de mi abogado”, declara. “Todavía no sé cuáles son los restantes pasos legales a seguir, pero creo que muy pronto podré confirmar que Don Juan Carlos es mi padre”, añade con gran entusiasmo.
Solà, por su parte, también estaba convencido de su suerte. “Sinceramente, no me sorprende lo que ha ocurrido. Teníamos claro que nuestra demanda no prosperaría. Estábamos advertidos”, dice en conversación con Vanitatis. Al ser preguntado por los motivos que podrían justificar la admisión a trámite de la demanda de su supuesta hermana y no de la suya, él lo tiene claro: “Esto es simple: yo soy el primogénito y ella no. Si un tribunal me diera la razón, la Casa Real tendría un gran problema. Habría que preguntarle al Supremo si ha recibido presiones de algún tipo”.
Como ha podido contrastar Vanitatis, la relación entre Solà y Sartiau, los dos demandantes y presuntos hermanos, es ahora inexistente. No siempre fue así. En su momento se unieron para hacer frente común, pero no tuvieron demasiada suerte. La historia de estos dos supuestos hermanos comienza en 2012, cuando gracias a un giro del destino se conocen a través de una página web. Ella buscaba información sobre su padre, del que su madre solo le comentó que era el Rey de España; él compartía con algunos usuarios las sospechas sobre su paternidad. Tras encontrarse y mantener largas conversaciones, deciden hacerse las pruebas de ADN para salir de dudas.
Vanitatis se ha hecho con ese documento, que resultó revelador. “Le mandé el material necesario al profesor Jean-Jacques Cassiman, un genetista de la Universidad de Lovaina”, comentaba Solà a este medio. Dos meses después tenían los resultados. La primera en conocerlos fue ella, pero inmediatamente se los transmitió al español: eran hermanos al 91%.
Tras la corroboración de las pruebas de ADN, Ingrid y Albert deciden conocerse en persona. El encuentro se produce en Girona. Allí nace la idea de elaborar una demanda de paternidad conjunta contra Don Juan Carlos. Dicho y hecho. Tres meses después de haberse conocido, los supuestos hermanos envían al juzgado una demanda filial que fue desestimada a los pocos días por considerar el juez que eran casos distintos, que debían ir en dos procesos separados. Ese rechazo les lleva a iniciar caminos por separado, tanto en lo estrictamente judicial como en lo personal, pues desde entonces no han vuelto a reunirse, por razones desconocidas.
“Yo la llamé, pero ella nunca me volvió a contestar”, asegura Albert Solá al respecto. Mientras, Ingrid se justifica: “No he podido volver a hablar con mi hermano, pero entiendo que no hayan admitido su demanda. Nuestros casos son muy distintos y creo que el mío está mucho más claro”, explica a Vanitatis. Albert, sin embargo, piensa lo contrario. “Las razones del rechazo de mi demanda no tienen nada que ver con las pruebas aportadas, que son muchas y muy claras”, asegura.
Las pruebas de Albert
La historia del supuesto hijo primogénito de Don Juan Carlos empieza a mediados de los años cincuenta. En esa década, el por aquel entonces príncipe Juan Carlos de España realizó un viaje desde la Academia Militar de Zaragoza, donde se encontraba estudiando formación castrense, a Barcelona. Allí, según la demanda de Albert Solà, a la que también ha tenido acceso Vanitatis, conoció a María Bach Ramón, “hija de una familia de reputados banqueros de Cataluña y relacionada con el mundo del cava”, que daría a luz a Albert en 1956. “Poco antes de nacer yo, el Rey le comunicó la noticia a varios de sus amigos”, sostiene Solà.
Su testimonio resulta algo abstracto, pero ha convencido más a los magistrados del TS. Sartiau sostiene que el Rey Don Juan Carlos conoció a su madre en un viaje a Francia en 1956. Diez años más tarde, se reencontraron supuestamente en una feria de Luxemburgo. Fruto de ese encuentro nació Ingrid. Habría sido un affaire breve, pero Liliane Sartiau (la madre) quedó embarazada. Ahora el Alto Tribunal decidirá si, efectivamente, el Rey es el padre de la criatura.
El Tribunal Supremo dio ayer una buena y una mala noticia. “Estoy muy contenta. Muy feliz. Me ha hecho mucha ilusión que el TS haya creído mi historia”. La mujer que se explica de este modo al otro lado del teléfono –Ingrid Sartiau, 48 años de edad, residente en Gante– recibió la buena. Vanitatis la localiza en Bélgica horas después de que el Pleno del Alto Tribunal admitiera a trámite la demanda de paternidad que había interpuesto contra el rey emérito Don Juan Carlos de Borbón por considerar que hay indicios suficientes para abrir una investigación al respecto.