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Felipe VI, más de Grecia que Borbón
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ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN

Felipe VI, más de Grecia que Borbón

España ha vuelto sus ojos a la Casa del Rey como fuente de confianza, de moderación y de prestigio. Este es el resumen de un año de reinado para Felipe VI y Doña Letizia

Quizás haya sido más espectacular que sorprendente. Y ha sido muy sorprendente. El vuelco que ha dado la valoración de los españoles sobre la monarquía, en unos pocos meses, ha superado las expectativas más optimistas de junio pasado. Es como si la conciencia colectiva de la ciudadanía hubiera corregido, instintivamente, el disgusto —la irritación, más bien— que provocaron los excesos de confianza del actual Rey emérito o la imagen de la infanta Cristina y de su marido en los juzgados.

Es probable que este vertiginoso superoptimismo ciudadano se atempere y se estabilice con buena nota a medio plazo. En todo caso, lo cierto es que España ha vuelto sus ojos a la Casa del Rey como fuente de confianza, de moderación y de prestigio. Y cabe la posibilidad de que, al igual que en 1975, la Corona se haya convertido también ahora en la avanzadilla de un nuevo e incipiente brote de autoestima ciudadana, tan eficaz para la convivencia como eficiente en términos de progreso económico y social.

Comparto la opinión de quienes consideran que la crisis institucional —en España y en Europa— avanzaba sin remedio desde los mejores años, al menos, de la abundancia económica y financiera. La gran depresión aceleró todos los indicadores, cierto. Pero la denominada desafección hubiera progresado igualmente, aunque quizás emboscada y a otro ritmo. Porque sus fundamentos se ubican más en el ámbito del pensamiento que en el de la cartera. La ética y el poder son iconos que han perdido su referencia visible (las instituciones democráticas, que sin embargo sí han mantenido las banderas del lujo y de la abundancia).

Con un marco de competencias tan exiguo, como es el de la Corona que consagra la Constitución de 1978, ¿cuáles, en mi opinión, la clave del éxito logrado por el Rey Felipe VI en este primer escalón de su andadura? En síntesis, la siguiente: ha ofrecido señales inmediatas e inequívocas del ejercicio de su poder, de la voluntaria asunción de su responsabilidad, en el ámbito más definido de las competencias que tiene atribuidas.

Y ello, en tres capítulos bien definidos:

1.- La primera de esas señales, en la propia Casa del Rey, con la apuesta al día —si se me permite la expresión— del orden de prioridades que informa su actividad oficial; es decir, con un comportamiento más acorde con el código de valores que reclama la sociedad española de este nuevo milenio. Valores como el de la transparencia (la nueva web de la Casa del Rey es prácticamente un diario digital), la austeridad (ha rebajado el presupuesto anual y ha hecho públicas las asignaciones a cada miembro de la familia), la proximidad al español medio (presencia activa en las redes sociales, la convocatoria de 'nuevos'colectivos ciudadanos a las recepciones, su propia vestimenta de calle…) o, por el contrario, su distanciamiento público —al menos— de cualquier manifestación de sus preferencias religiosas. De hecho, cabría añadir, en estos doce meses que el Rey ha dirigido sus mensajes mucho más a los colectivos sociales, a los españoles de a pie, que a los estamentos institucionales.

2.- En este contexto sobresale, sin duda, la reciente decisión del monarca de retirar el título de duquesa de Palma a su hermana la infanta Cristina y, por ende, a su cuñado Iñaki Urdangarin. Una decisión sin precedentes, expresión de su inequívoca apuesta por ejercer su responsabilidad, su poder, para resguardar los valores que actualmente demandan con más brío los españoles. Y una decisión, también, que emerge como la punta del iceberg del enrarecimiento de las relaciones personales en el seno de la familia del Rey… ¿Un gesto ejemplarizante?, ¿un audaz 'aviso para navegantes'?, ¿un exceso?

Ítems más: ¿en qué punto debe situarse la compatibilidad del interés general de cualquier institución —también la institución monárquica— con el respeto debido a la persona?, ¿no es una condena 'preventiva'y pública a la infanta Cristina, al margen de un proceso judicial aún inconcluso?

El rey Felipe ha querido ejercer sus legítimas atribuciones para apartar a la Casa del Rey de cualquier vinculación con un proceso judicial abierto sobre un caso de corrupción (presunta corrupción hasta que el tribunal correspondiente dicte sentencia). Y, efectivamente, ha sido radical, en sintonía con la corriente de opinión mayoritaria, actualmente, en la sociedad española. Por lo tanto, digno del aplauso generalizado. Aunque no exento de riesgos en el futuro, porque la opinión pública le exigirá esa misma radicalidad respecto a otros asuntos que puedan contar también, en su momento, con un amplio apoyo popular.

3.- Y en tercer lugar, el Rey Felipe ha fijado también con meridiana claridad sus prioridades como jefe del Estado: ejercer su función constitucional como árbitro y moderador de los poderes del Estado, defender la unidad de España en los términos que la define la Constitución, asumir el Estado del bienestar como una conquista irreversible y promover la regeneración política como antídoto indispensable para erradicar la corrupción.

Se podría afirmar, de acuerdo con la terminología acuñada por la propia historia, que el Rey Felipe no ha borboneado en estos doce meses en el ejercicio de la jefatura del Estado. Ha sido más como es, más de Grecia que Borbón. Es educado, discreto, poco jovial —no aburrido—, estudioso, ordenado, incluso meticuloso… Tiene el carácter de su madre, la Reina Sofía. Y, como ella misma ha reconocido, muy similar también al de su abuelo, el rey Pablo de Grecia, quien disfrutó sin embargo —en clara compensación— de la acusada extroversión que definió la personalidad de su esposa, la reina Federica.

Es, en fin, como si algún colaborador, sabio y fiel, hubiera susurrado —¡y actualizado!— a los oídos del Rey Felipe aquel consejo que recibió su abuela Federica del general Smuts, primer ministro de África del Sur, cuando ella contaba con poco más de 20 años: “Cuando regrese a Grecia tiene que probar a los griegos que su suerte se la deben a usted. Habrá de demostrar que la monarquía es ventajosa y económica. Demuéstreles que usted saldría mucho más barata que cualquier presidente. Muéstreles que la familia real puede aportar dinero al país. Mantenga las galas y los carruajes para los actos oficiales y obtenga felicitaciones de los signatarios extranjeros. Por lo demás, sea humilde e identifíquese de manera total con el pueblo”.

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Quizás haya sido más espectacular que sorprendente. Y ha sido muy sorprendente. El vuelco que ha dado la valoración de los españoles sobre la monarquía, en unos pocos meses, ha superado las expectativas más optimistas de junio pasado. Es como si la conciencia colectiva de la ciudadanía hubiera corregido, instintivamente, el disgusto —la irritación, más bien— que provocaron los excesos de confianza del actual Rey emérito o la imagen de la infanta Cristina y de su marido en los juzgados.

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