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Sin título, sin placa y ahora sin medalla: Barcelona abandona a la 'nostra' infanta
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QUIEREN RETIRARLE el reconocimiento de la ciudad

Sin título, sin placa y ahora sin medalla: Barcelona abandona a la 'nostra' infanta

De los días felices en que Pasqual Maragall la convertía en la infanta de Cataluña, allá por 1997, no queda nada. Cristina de Borbón se fue sin despedirse de Barcelona y ahora es la ciudad quien la despide a ella

Foto: La infanta Cristina en un fotomontaje realizado en Vanitatis
La infanta Cristina en un fotomontaje realizado en Vanitatis

Barcelona, 22 de septiembre de 1997. La ciudad está vestida de colores para celebrar las fiestas patronales de la Mercè y el alcalde más carismático que haya tenido, Pasqual Maragall, se honra al imponer su Medalla de Oro a la infanta Cristina, que está a punto de casarse con Iñaki Urdangarin y no puede ser más feliz. 283 años después de aquel mítico (y mitificado) septiembre de 1714, una Borbón recibe honores en la ciudad que asedió su antepasado Felipe V.

Barcelona, 14 de enero de 2016. El Rey de España es el sexto Felipe y la honrada infanta está a punto de perder una de sus más queridas distinciones. Tras ser despojada del título de duquesa de Palma y perder la placa conmemorativa de la capital mallorquina, el grupo parlamentario de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona anuncia que la semana próxima presentará una petición formal para que esa medalla le sea retirada. Verla este lunes sentada en el banquillo, procesada por el caso Nóos, es el portazo a una vida que no recuperará nunca.

La ‘nostra’ infanta

Es la nostra”. Así la denominaban muchos catalanes poco monárquicos, que se solazaban con la jugada maestra de la Zarzuela. El Rey Juan Carlos envió a la rebelde capital catalana a la mediana de sus hijos, la primera mujer universitaria de una familia real española, para atemperar desconfianzas. Y el invento funcionó durante muchos años, más de 20, hasta el estallido de Nóos. Doña Cristina aterrizó en Barcelona en el muy olímpico año de 1992 con el objetivo, se dijo, de organizar el Campeonato del Mundo de Vela Adaptada tras la celebración de los JJOO. Pero el plan era más ambicioso: licenciada en Ciencias Políticas por la Complutense, venía de realizar un máster de Relaciones Internacionales en EEUU y de trabajar para la Unesco en París; estaba sobradamente preparada para acometer el desafío de convencer a tantos catalanes de que estos Borbones eran distintos.

Doña Cristina pasó de infanta a símbolo cuando fichó por La Caixa. El tópico habla de ser socio del Barça, tener cuenta en la entidad y comer 'botifarra amb mongetes' y ella cumplió a la perfección: no solo ingresó como empleada de lujo de La Caixa, sino que se enamoró de un jugador del FC Barcelona de balonmano. Criado en Barcelona y vasco de origen. Vasco. Caramba, si el plan hubiese sido diseñado sobre una mesa de arquitecto por el director del Cesid (antiguo CNI) no habría resultado más perfecto. El 4 de octubre de 1997, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin se casaron en la catedral gótica de la ciudad y su boda fue un acontecimiento mediático superado tan solo por la de Felipe y Letizia.

Su época más feliz

Barcelona ha sido la ciudad en que Cristina fue más feliz: sus cuatro hijos, Juan, Pablo, Miguel e Irene, nacieron en la clínica Teknon y en todos los casos fue atendida por el equipo del Dr. García Valdecasas. En su club náutico se sintió poderosa al patronear la embarcación Azur de Puig y vencer en la prueba náutica del campeonato de Cataluña en 1996. Fruto de su pasión por la vela es la amistad que aún mantiene con la armadora Marta Mas –junto a quien pilotaría el Azur de Puig en muchas otras ocasiones– y con el regatista Roberto Molina y su esposa, Cristina Fernández, vecinos de Pedralbes durante tantos años. Los mejores amigos de la infanta Cristina en Barcelona, además de los ya citados, se reparten entre la vela y la sociedad catalana, particularmente, la zapatera Cristina Castañer, el fallecido editor Lara Bosch y su familia, y la doctora Vicky Fumadó (compañera de regatas en Seúl’88). Iñaki también cuenta con los suyos, entre antiguos compañeros de los jesuitas de la calle Casp y sus excompañeros de balonmano: Jaume Reguant, Jordi Pujol-Xicoy o David Barrufet, entre otros.

La vida familiar que los exduques jamás recuperarán fluía del palacete de Elisenda de Pinós, 11, vendido en junio pasado a una sociedad con sede en Luxemburgo (como reveló en exclusiva Vanitatis), al Liceo Francés, donde estudiaban sus cuatro pequeños; a hacer deporte en el exclusivo gimnasio Iradier o el Real Club de Tenis de Barcelona, donde Urdangarin trabó amistad con Mario Pascual, su abogado; a misa en la parroquia de San Odón; a la sede del Instituto Nóos, en la calle Mestre Nicolau, y a las oficinas de La Caixa, primero en la Avenida Diagonal. Pero Barcelona también es la ciudad a la que difícilmente querrán volver. No solo por esta última iniciativa en su descrédito, la de retirarle la medalla de oro municipal, sino porque en las calles de Pedralbes y de Sarrià, el primer barrio donde la infanta vivió, el matrimonio no es bien recibido. Tras su imputación en Nóos, dejaron de ser personas gratas para los vecinos de esas acomodadas calles, como prueba su exilio en Ginebra.

El declive de la infanta Cristina

No es la primera vez que se intenta retirar el máximo reconocimiento de la ciudad a la infanta: lo propuso ICV-EUiA cuando fue imputada en el caso Nóos y en marzo pasado, la propia ERC anunció que retomaría el asunto. Ahora, la amenaza acaba de hacerse formalmente efectiva. Paradojas del destino, aquel día feliz de 1997, en que el mejor oro de Barcelona adornó el pecho de Cristina de Borbón, junto al alcalde estaba el jefe de la oposición municipal, Miquel Roca. Hoy, el viejo político sigue defendiéndola pero como su abogado.

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Barcelona, 22 de septiembre de 1997. La ciudad está vestida de colores para celebrar las fiestas patronales de la Mercè y el alcalde más carismático que haya tenido, Pasqual Maragall, se honra al imponer su Medalla de Oro a la infanta Cristina, que está a punto de casarse con Iñaki Urdangarin y no puede ser más feliz. 283 años después de aquel mítico (y mitificado) septiembre de 1714, una Borbón recibe honores en la ciudad que asedió su antepasado Felipe V.

Infanta Cristina Iñaki Urdangarin
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