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Carolina de Mónaco sopla 59 velas cediendo el testigo de reina del 'cuore' a Carlota
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está centrada en su faceta de abuela

Carolina de Mónaco sopla 59 velas cediendo el testigo de reina del 'cuore' a Carlota

La primogénita de Rainiero y Grace Kelly celebra este domingo su aniversario y lo hace proyectando una imagen muy diferente a la que mantuvo en la década de los 70. Ahora se centra en sus nietos

Cuando en los años 70 Carolina de Mónaco era el blanco de los paparazzi de media Europa no imaginaba que sus futuros hijos heredarían también esa persecución. Por aquel entonces aún no se veía como madre y mucho menos con una vida estable y ordenada. Eran tiempos de pasarlo bien, de dejarse querer y, por qué no, de enamorarse de un francés 17 años mayor. El afortunado fue Philippe Junot con quien se casó en 1978 para disgusto de sus padres, Rainiero y Grace, que de no haberse publicado unas imágenes de la pareja besándose a bordo de una embarcación nunca hubiese dado su consentimiento a aquel enlace. Su matrimonio apenas duró dos años y Carolina y Philippe terminaron en el Tribunal de la Rota pidiendola anulación de su compromiso. Paradojas de la vida, porque 35 años después su hija, Carlota Casiraghi, también se 'ennoviaría' con un hombre 15 años mayor que ella, que no contaba con el beneplácito de su madre y de quien se terminaría separando solo tres años después de empezar su relación. De tal palo, tal astilla, que dice el refrán.

Carolina de Mónaco cumple este domingo59 años y lo hace proyectando una imagen muy diferente de la que mantuvo durante décadas en Mónaco. Actualmente solo ocupa las páginas del 'cuore'como abuela y como madre. Sus relaciones sentimentales han pasado a un segundo plano y son sus hijos mayores, Andrea, Carlota y Pierre, los que han tomado protagonismo en este menester.

De hecho, la primogénita de los príncipes Rainiero y Grace, hace más de seis años que no protagoniza un escándalo o una noticia relacionada con su vida sentimental. La última fue su separación, de hecho, que no oficial, de Ernesto de Hannover, el príncipe alemán con quiense casó en 1999 y a quientoda España recuerda por el plantón que le dio a Carolina el día de la boda de los actuales Reyes de España. El matrimonio, de cuya unión nació la princesa Alexandra, estuvo lleno de altibajos debido a la vida llena de excesos del príncipe. Sin embargo, nunca han presentado los papeles de divorcio debido a que, de este modo, Carolina continúa ostentando el título de princesa de Hannover.

Desde aquello Carolina ha quedado relegada a un segundo plano por 'motu proprio'. Ahora las portadas, para disgusto de sus protagonistas, están dedicadas a sus hijos mayores, los Casiraghi, fruto de su matrimonio con el millonario italiano Stéfano Casiraghi, que falleció el 3 de octubre de 1990. Andrea, Carlota y Pierre cumplen los requisitos que un día cumplió su madre para ser carne de cañón para la prensa: son guapos, nobles, ricos y con una vida sentimental apasionante. La más perseguida es Carlota, cuyo parecido con Carolina de Mónaco no es solo físico. Con ella la historia se repite.

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Cuando en los años 70 Carolina de Mónaco era el blanco de los paparazzi de media Europa no imaginaba que sus futuros hijos heredarían también esa persecución. Por aquel entonces aún no se veía como madre y mucho menos con una vida estable y ordenada. Eran tiempos de pasarlo bien, de dejarse querer y, por qué no, de enamorarse de un francés 17 años mayor. El afortunado fue Philippe Junot con quien se casó en 1978 para disgusto de sus padres, Rainiero y Grace, que de no haberse publicado unas imágenes de la pareja besándose a bordo de una embarcación nunca hubiese dado su consentimiento a aquel enlace. Su matrimonio apenas duró dos años y Carolina y Philippe terminaron en el Tribunal de la Rota pidiendola anulación de su compromiso. Paradojas de la vida, porque 35 años después su hija, Carlota Casiraghi, también se 'ennoviaría' con un hombre 15 años mayor que ella, que no contaba con el beneplácito de su madre y de quien se terminaría separando solo tres años después de empezar su relación. De tal palo, tal astilla, que dice el refrán.

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