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El Rey exhibió el color del fajín de capitán general en su discurso sobre Cataluña
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El Rey exhibió el color del fajín de capitán general en su discurso sobre Cataluña

Además de utilizar un lenguaje claro, directo y contundente, don Felipe cuidó todos los detalles para construir también el 'relato visual'

Foto: Don Felipe y doña Letizia.
Don Felipe y doña Letizia.

Lo confesó doña Sofía de Grecia años después. Aquella noche del 21 al 22 de noviembre de 1975 fue una de las más largas de toda su vida. Una más, que se unía —en sus recuerdos más remotos— a las interminables noches de abril de 1941, cuando su familia tuvo que abandonar precipitadamente Grecia, huyendo de las tropas alemanas. En noviembre de 1975, tras la muerte de Franco, se abría un periodo incierto para todos los españoles, que necesariamente iban a fijar sus ojos en la familia de la Zarzuela. “Todo iba a ser distinto. Todo tenía que ser distinto. Y éramos nosotros, el rey y yo, quienes teníamos que hacerlo. Y además queríamos que se notara desde el primer momento”.

Cada vestido, un mensaje

Y aquella noche, la del 21 al 22 de noviembre de 1975, en la Zarzuela no solamente se preparaba el mensaje que al día siguiente debía trasladar a la nación don Juan Carlos, en la aceptación de su cargo como Rey ante las Cortes franquistas. También se preparaba el relato visual. Todos debían ver y entender que ya se había terminado una época y que comenzaba otra etapa en la historia de España.

Por eso, aquella larga noche, mientras don Juan Carlos daba los últimos retoques a su discurso, doña Sofía ultimaba con algunas de sus colaboradoras los vestidos que debían completar el relato visual de esas jornadas. El negro, por el respetuoso luto del pasado; el rojo fucsia que lució ante las Cortes franquistas, símbolo del entusiasmo que despertaba el futuro; y el azul celeste con el que asistió días después a la solemne misa del Espíritu Santo, la Coronación, con un claro mensaje de esperanza.

placeholder El Rey en su discurso del 23-F.
El Rey en su discurso del 23-F.

El ‘relato visual’ de don Felipe

Esa exhibición de símbolos, distintivos y gestos visibles que explican un concepto, tan importante en el lenguaje de las jefaturas de Estado, es un instrumento de uso común en la Zarzuela. El ejemplo más reciente es el mensaje que dirigió el rey don Felipe a los españoles, el pasado día 3, con motivo de la crisis catalana. Una comparecencia de relieve histórico, comparada de inmediato con la que protagonizó su padre tras la intentona golpista del 23 de febrero de 1981.

En este caso, también don Felipe utilizó un lenguaje claro y directo, aunque con un tono grave más contundente —si cabe— y más firme, a la hora de explicar su compromiso con el orden constitucional y, por lo tanto, con la unidad de España. La propia monarquía es símbolo de la unidad y permanencia del Estado.

placeholder Felipe VI.
Felipe VI.

La corbata, imagen de autoridad

El relato visual, a diferencia del de 1983, iba dirigido a toda la ciudadanía y, en particular, a los responsables políticos de Cataluña. Por lo tanto, el fondo debía ser prácticamente neutro, con el Rey permanentemente en primer plano, aunque con algunos distintivos que completan el relato visual: traje civil de tono oscuro, gesto serio, ceño fruncido y movimiento de manos con ritmo determinante e incipientemente autoritario; y un decorado en el que solamente aparecen la bandera de España y la de la Unión Europea.

Foto: El Rey durante su discurso. (EFE)

Y un elemento más, muy significativo. Una corbata que, a diferencia de las utilizadas generalmente en otras ocasiones (colores suaves), aportaba una discreta nota de color en el marco general de la comparecencia. Un rojo carmesí, idéntico al del fajín que luce el uniforme de gran etiqueta como capitán general de los ejércitos. Y además, es bien sabido que el color rojo es el que identifica a España y a su bandera desde 1785. La Roja, por ejemplo, es como se conoce popularmente a la selección española de fútbol.

Los uniformes militares

Más contenido encierran aún, en efecto, los distintivos que decoran los cuatro uniformes militares que utiliza el Rey de España como capitán general de los tres ejércitos (además del traje de camuflaje o de combate, que estrenó don Felipe como Rey en abril de 2015, durante su visita a los soldados desplazados en Líbano).

Los cuatro uniformes militares del Rey son el de gran etiqueta y los tres de diario para actos de especial relevancia de capitán general del Ejército de Tierra, del Ejército del Aire y de la Armada.

El traje más solemne, el de gran etiqueta (Ejército de Tierra), porta la venera de la Orden del Toisón de Oro, fundada en 1429 por Felipe III de Borgoña, que introdujo en España Felipe V (el primer Borbón de la dinastía española), de la que don Felipe VI es Gran Maestre desde 2014; el fajín rojo de capitán general, que distingue el empleo de general desde el siglo XVI, de la que cuelgan los cinco entorchados y las borlas de capitán general; la banda azul de la Orden de Carlos III, instaurada en 1771, que es la máxima condecoración civil que puede concederse en España; o la banda de la Orden de San Hermenegildo, la prestigiosa distinción militar creada por Fernando VII tras la Guerra de la Independencia (1814).

Con el uniforme de gran etiqueta don Felipe exhibe, además, el entorchado de general (color dorado, en la bocamanga), que muestra la corona real situada sobre dos bastones cruzados y las cinco estrellas de capitán general. Y en el pecho, las máximas condecoraciones de los tres ejércitos: la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, la Gran Cruz al Mérito Militar, la Gran Cruz al Mérito Naval y la Gran Cruz al Mérito Aeronáutico.

placeholder Los uniformes de Felipe VI.
Los uniformes de Felipe VI.

Hasta 30 distintivos

En los uniformes de diario está previsto que el Rey puede lucir cerca de 30 distintivos.

Por un lado, los distintivos del Estado Mayor de Defensa, de la Gran Cruz de Carlos III, de la Orden de San Hermenegildo y de las órdenes del Mérito Militar, Mérito Naval y Mérito Aeronáutico, además de la Medalla de Oro de la Guardia Civil, las insignias de piloto militar y observador de aeroplano (de los ejércitos de Tierra y de Aire) y la de piloto de helicópteros.

Y por otro lado, hasta 14 condecoraciones de otros países: Gran Cruz de la Orden Victoriana, establecida en el Reino Unido por la reina Victoria en 1896; Gran Cruz de la Torre y la Espada de Portugal, creada por Alfonso V en 1459 y restaurada por Juan VI en 1808; Gran Cruz de la Orden de la Legión de Honor, instituida en Francia por Napoleón I en 1804; Gran Cruz de la Placa de Oro de la Orden de Orange-Nassu, creada en 1892 por la madre de la reina Guillermina de los Países Bajos durante su etapa de regencia; Gran Cruz de la Orden de San Olav, fundada en 1847 por Óscar I, rey de Suecia y de Noruega; Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Italiana, máxima condecoración en ese país desde 1951; Gran Collar de la Orden del Nilo, constituida en 1915 por el sultán Hussein Kamel de Egipto; Gran Cordón de la Orden de Al-Nahda, la más alta distinción que otorga Jordania; Gran Cordón de la Orden Suprema del Crisantemo, establecida en 1876 por el emperador Meiji de Japón; Gran Cruz del Rey Abdul Aziz, instituida por el monarca jordano en 1971; Gran Cruz de la Orden de Boyacá, máxima condecoración de Colombia, creada por Simón Bolívar en 1819; Gran Cruz de la Orden de la Cruz del Sur, instituida por el emperador Pedro I de Brasil en 1822 y restaurada en 1932 por el presidente Getúlio Vargas; Gran Cruz de la Orden del Libertador San Martín, instaurada en 1943 y que Argentina concede únicamente a personalidades extranjeras; y la Banda de la Orden Mexicana del Águila Azteca, instituida en 1932, también como máxima condecoración de México a extranjeros.


Fermín J. UrbiolaFermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Lo confesó doña Sofía de Grecia años después. Aquella noche del 21 al 22 de noviembre de 1975 fue una de las más largas de toda su vida. Una más, que se unía —en sus recuerdos más remotos— a las interminables noches de abril de 1941, cuando su familia tuvo que abandonar precipitadamente Grecia, huyendo de las tropas alemanas. En noviembre de 1975, tras la muerte de Franco, se abría un periodo incierto para todos los españoles, que necesariamente iban a fijar sus ojos en la familia de la Zarzuela. “Todo iba a ser distinto. Todo tenía que ser distinto. Y éramos nosotros, el rey y yo, quienes teníamos que hacerlo. Y además queríamos que se notara desde el primer momento”.

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