Meghan Markle y el príncipe Harry ya tienen sus muñecos de boda (y son terribles)

Meghan Markle y el príncipe Harry hicieron pública la fecha de su boda poco antes de terminar 2017: el feliz enlace se producirá el 19 de mayo en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor. Desde que se supo la noticia, la bola de nieve que ya venía en descenso libre y aumentando por momentos desde que comenzaron los primeros rumores del noviazgo entre la actriz norteamericana y el hijo de Lady Di no ha hecho más que multiplicarse. Ahora es imparable, tanto que cualquier persona en cualquier parte del globo terráqueo puede subirse al carro de lo que será la boda del año.

Por mucho que le damos vueltas a la cabeza (y la memoria), no se nos ocurre ningún casamiento que pudiera hacerle sombra a este: ¿las tres bodas de Paris Hilton y su novio, Chris Zylka? No. ¿El enlace de Bisbal con Rosanna Zanetti? Hará ruido, sin duda, pero no está a la altura. ¿El esperado 'sí, quiero' de Isabel Preysler y Vargas Llosa? De producirse este, podría estar al mismo nivel en cobertura mediática y tsunami informativo. Si ya el de su hija removió los cimientos del 'cuore', la cuarta boda de la reina del azulejo deluxe empapelaría los kioskos de España con la noticia, pero sin llegar a la magnitud internacional del bodorrio entre Meg y Harry.

Con la fecha y el lugar ya cerrados, ahora solo queda ir atando cabos (el vestido, el padrino, los invitados...) y haciendo caja. Los británicos ya se frotan las manos con el dineral que la boda va a dejar en el país (alojamientos, restaurantes, cadenas de televisión...) y que se calcula en unos 560 millones de euros, mientras que los más avispados ya hace tiempo que están aumentando las arcas de sus negocios a base de camisetas, tacitas de té, llaveros y demás 'souvenirs' que, según Brand Finance, dejará unos dividendos de 10 millones de euros.

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La penúltima en apuntarse a esta boda de hacer negocio con la boda del nieto de la reina y la prota de 'Suits' ha sido Shirley Corsey, una vecina de New Jersey que ha creado (por decir algo) los muñecos representativos del enlace: es decir, una Meghan y un Harry de látex, con su vestido blanco de novia (ella) y uniforme de gala (él), y que han quedado de esta guisa. Pasen y juzguen.

Se nos vienen a la cabeza varias frases hechas del tipo “Lo importante es participar”, “La intención es lo que cuenta”, “Necesita mejorar”, “Ya le llamaremos” o, como decía Alejandro Sanz en aquella canción, “Te lo agradezco pero no. Te lo agradezco, mira niña, pero no”.

Los muñecos perpetrados (no se nos ocurre mejor verbo) por Shirley se parecen a los reales como un huevo a una castaña o, actualizando el dicho popular, como las Campos a las Kardashian... Se venden por 147,95 euros y presentan a un príncipe Harry afeitado, con los ojos y el pelo castaños cuando en realidad el apuesto príncipe es pelirrojo y tiene los ojos azules. Los ojos y el pelo de la muñeca Meghan sí son oscuros, como los de la actriz. Los trajes de los novios han salido de la imaginación de la creadora: el de Meghan será un secreto hasta el último momento, y el de Harry, aunque es cierto que existe un uniforme de gala del Ejército británico en tonos blancos, sin embargo es muy improbable que el príncipe lo lleve ya que ya no sirve en él.

Sobre su creación, Corsey ha dicho: “Ha sido una divertida forma de festejar la boda del año. Espero que los muñecos sean muy queridos por los coleccionistas y amantes de la historia”. Como dirían los ingleses: "I don't think so, Ms Corsey. I really don't think so".