Reverencias, no comer marisco... Las duras clases de protocolo de Meghan Markle
La futura esposa del príncipe Harry debe aprender las estrictas normas de la realeza británica. La reina Isabel II combina sus obligaciones con sus caprichos aristocráticos
Ya no es solo saber para qué sirve cada cubierto o a qué lado del plato va el pan (para los perdidos: va a la izquierda). Meghan Markle tiene un mundo protocolario por delante. Los expertos ya han comenzado a darle clases a la futura esposa del príncipe Harry, pero el camino no termina en la boda, más bien empieza.
No será fácil. Parece un argumento de película de sobremesa: una actriz americana se enamora de un príncipe y debe amoldarse a las estrictas normas de su nueva familia. Es cierto, parece una cursilada, pero es realidad: Markle debe aprender, por ejemplo, que en la mesa, cuando la reina Isabel deje de comer, todos deben dejar de comer.
La futura princesa ya ha roto el protocolo en incontables ocasiones, todas, claro, detalladas por la prensa. Como cuando la reina Letizia interrumpió al entonces príncipe Felipe con aquel famoso 'déjame terminar'. “La cuestión es que tiene que recordar que como miembro de la familia real representa a la familia o, como se le llama, a la marca”, dice a Reuters Grant Harrold, exmayordomo del príncipe Harry y experto en protocolo. “Hay mucha presión para que logre saber estar correctamente porque lo último que querrá es hacer algo mal o cometer un error y terminar en la portada de los periódicos, algo vergonzoso para ella y para la familia real”.
Algunas de las nuevas normas en la vida de la nueva princesa son básicas.
Reverencias. Deberá inclinarse (una pierna detrás de otra y doblar un poco, solo un poco, las rodillas) ante todos los miembros de la familia real, incluida su cuñada, la princesa Catalina.
La última. Siempre deberá caminar detrás de la reina, un gesto que debe realizar además de forma casi imperceptible.
Apolítica. Se casará con el quinto en la línea de sucesión británica, lo que le impide también hablar de política. Este puede que sea el punto que más le cuesta asumir, puesto que su activismo la ha llevado a ser embajadora de la ONU y de la ONG World Vision. Además, desde esa actitud política en el pasado atacó el Brexit y a Trump.
Cabeza alta. No es solo la política. La barbilla también es importante. Sí, sí, la barbilla. Meghan Markle deberá aprender a subir y bajar escaleras (sobre todo a bajarlas) sin mover la cabeza, es decir, con la barbilla paralela al suelo.
Comer en armonía. Parar de comer en cuanto pare la reina Isabel II. Consciente de que puede importunar, la reina suele dejar siempre un poco de comida en su plato para dar tiempo al resto de comensales a terminar los suyos. Lo cuenta la BBC en una deliciosa recopilación de gustos y costumbres de la monarca británica.
Prohibido el marisco. Los miembros de la familia real tampoco pueden comer marisco en público. No es por cuestión estética, sino porque podrían envenenarlos.
Caprichos reales
Cuando la reina viaja, suele precederle un dossier de seis folios en los que se explicitan las peticiones de la monarca. Además del marisco, que queda fuera de la dieta, la reina no bebe agua del grifo, no come nada exótico y siempre toma el té a las cinco. A Isabel II no le gusta que haya televisores en los dormitorios aunque agradece un aparato en la sala de estar, siempre y cuando estén sintonizados los canales británicos. Cuando viajó a Italia, por ejemplo, vetó los espagueti y las salsas de tomate, porque son productos que pueden provocar manchas imprevistas o situaciones algo complejas.
Entre las rarezas de los royals, acaso el príncipe Carlos tenga la más destacable: viaja con su propia tapa de la taza del WC, que es, tal y como informa la BBC, blanca y de piel. Es algo que aprenderá Meghan Markle con el tiempo: a las obligaciones de protocolo podrá sumar los caprichos de (nueva) aristócrata, un capítulo aparte.
Ya no es solo saber para qué sirve cada cubierto o a qué lado del plato va el pan (para los perdidos: va a la izquierda). Meghan Markle tiene un mundo protocolario por delante. Los expertos ya han comenzado a darle clases a la futura esposa del príncipe Harry, pero el camino no termina en la boda, más bien empieza.