La familia Urdangarin guarda silencio mientras defiende su verdad en la intimidad
La foto de perfil de Whatsapp de Ana Urdangarin, la hermana mayor, sigue siendo un lema en defensa de Iñaki y Cristina. Todos hacen piña en torno al marido de la Infanta
"Mi madre está fatal. Con todo lo que se está diciendo... Nuestro padre tan delicado y malhumorado. Está siendo muy difícil". Las declaraciones las realizó Mikel Urdangarin, hermano mayor de Iñaki, en 2011 en el diario vasco 'Hoy'. Es algo insólito, porque nunca han querido hablar en público, ni siquiera sus padres el día de la boda real. Y, desde entonces, son pocos quienes han escuchado una palabra de la familia del exduque de Palma.
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"Ni una imagen más, no quiero que me grabéis imágenes", decía Mikel esta semana, con malestar, al salir de su casa. Han intentado mantenerse al margen de la fama del pequeño, y lo han logrado en cierta manera. Numerosa, cristiana, nacionalista y tradicional, no entraba en los planes de la familia que su nombre pasara a la historia por los motivos por los que lo hará. Así que estos días, lejos de reivindicarse, han optado por guardar silencio, aunque en la intimidad defienden a Txiki, el ojito derecho de papá.
Ana, más que una hermana
Son siete hermanos, cinco chicas y dos chicos. Ana, la mayor, siempre ha sido el guardián de Iñaki, el menor de los hermanos, de quien cuidó siempre como si fuera un hijo. Íntima amiga de la infanta Cristina, Ana es uno de los pilares en los que se sujeta el matrimonio. Ante el vacío que encontraron en la familia de Cristina, los Urdangarin de Borbón se refugiaron en la madre y hermanos de él.
Desde hace ya años, para su desgracia, Ana Urdangarin tiene la misma foto de perfil en su Whatsapp. Una imagen -como se aprecia en el párrafo superior- en la que se lee 'Con Iñaki y Cristina', en inglés, castellano, catalán y vasco, las 'lenguas oficiales' de la familia.
Todos los hermanos nacieron en Zumárraga y la mayoría se criaron en Vitoria (Ana, Mikel, Clara, Laura y Cristina). Menos los pequeños, Iñaki y Lucía, que lo hicieron en Barcelona. El padre, Juan María, destacado líder peneuvista, llegó a dirigir la Caja de Ahorros de Vitoria y Álava (Caja Vital), entidad financiera vinculada al nacionalismo. Abandonó la política para centrarse en la gestión privada.
El amor por los sobrinos
La química Fuchs, empresa para la que trabajaba, le envió a Barcelona, donde se trasladó con su mujer, Claire Liebaert, y todos sus hijos. Cuando Iñaki no tenía ni 18 años, su familia volvió a Euskadi, a Vitoria, por motivos laborales también. Ana, no obstante, se quedó en la capital catalana, donde vive desde entonces. E Iñaki, tentado por el balonmano, volvió a los dos años y se instaló en casa de su hermana a vivir. Su unión es, pues, inquebrantable.
Iñaki cuidaba a sus sobrinos, Lucía, Jan, Lucas, Carlota y Hannah, los hijos del matrimonio de Ana y Carles Gui, con un cariño que los chicos, ya mayores, recuerdan todavía ahora con sus amigos. Así que el marido de la Infanta, aislado en la cárcel de mujeres de Brieva, nunca estará solo del todo. Su familia estará con él siempre. Lo han dicho las pocas veces que han hablado.
La 'boutade' de Ana
Hace unos años, sentada en una cafetería con amigas del colegio de sus hijos, Ana se atrevió a pronunciar unas palabras que todavía resuenan en la corte: "Si mi padre viviera, quemaría la Zarzuela". Vibraron las sillas, tembló el suelo, porque aquellas 'mamis' nunca habían hablado directamente del asunto hasta aquel día, cuando una de ellas preguntó ante los duros acontecimientos que se iban sucediendo sin parar.
Una 'boutade' que se les quedó grabada para siempre. Lo contó la periodista y escritora Pilar Eyre en su día y Vanitatis lo ha podido confirmar de manera rotunda. Ana Urdangarin estaba indignada con lo que estaba sucediendo porque esperaban (acaso inocentes) el apoyo de la familia real y pronunció una frase que todavía la persigue.
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El discurso de Juan Carlos I en las Navidades de 2011 había sido la puntilla. "Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos -dijo el monarca-. Todos, en especial las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar". Fue entonces cuando dijeron basta.
Apoyo incondicional
Y el 23 de febrero de 2012, dos meses antes de la muerte de Juan Maria, la familia Urdangarin Liebaert mandaba una carta a familiares y amigos con estas palabras: "Nuestro hijo y hermano está siendo sometido a una dura e incesante campaña de acoso y desprestigio social. Queremos que sepáis que nuestro apoyo es total e incondicional. Los que le conocemos bien sabemos que es una persona íntegra y buena y tenemos plena confianza en que la verdad saldrá a la luz cuando esto acabe. No cabe duda de que el camino hasta demostrar su inocencia y recuperar su reputación será largo".
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Urdangarin comparecía por primera vez ante el juez dos días después, el 25 de febrero, y los suyos dieron un volantazo para intentar acallar las voces críticas. De nada sirvió, la causa siguió su curso hasta hoy, con el exduque encarcelado y su familia sumida en la tristeza.
"Gracias por las innumerables muestras de apoyo y cariño recibidas que nos han animado y dado fuerzas en estos momentos tan tristes y difíciles. Nos habéis hecho sentir muy acompañados, honrados y tremendamente agradecidos", concluían. Hace más de seis años de unas palabras que leídas ahora suenan hasta ingenuas.
"Mi madre está fatal. Con todo lo que se está diciendo... Nuestro padre tan delicado y malhumorado. Está siendo muy difícil". Las declaraciones las realizó Mikel Urdangarin, hermano mayor de Iñaki, en 2011 en el diario vasco 'Hoy'. Es algo insólito, porque nunca han querido hablar en público, ni siquiera sus padres el día de la boda real. Y, desde entonces, son pocos quienes han escuchado una palabra de la familia del exduque de Palma.