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El verano eterno de Carolina de Mónaco
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El verano eterno de Carolina de Mónaco

Para la mayor de los Grimaldi todos los días son jornadas de verano. Como dijo Ágatha Ruiz de la Prada "un mal día de Carolina es un buen día para cualquiera"

Foto: Carolina de Mónaco durante una de sus vacaciones. (Getty)
Carolina de Mónaco durante una de sus vacaciones. (Getty)

Para Caroline Louise Marguerite siempre es verano. Sus días son mágicos y sus noches burbujeantes. La princesa Carolina de Mónaco consume sus días enclaustrada -que no es lo mismo que aburrida- en Clos Saint-Pierre (la mansión-regalo de bodas de sus padres, los príncipes Rainiero y Grace) o a bordo del buque Pacha III. Tras su separación, que no divorcio, el príncipe Ernesto de Hannover se quedó con su amante del verano, la casa de la isla de Lamu (Kenia).

placeholder (Foto: Cordon Press)
(Foto: Cordon Press)

La mayor de los Grimaldi no se esconde, no es difícil encontrársela en el Carrefour del Peñón comprando tabaco, vino blanco o ambas cosas, pero sus deberes como exprimera dama, ahora simple hermana del príncipe Alberto, no le roban más de una tarde al mes. Las actividades reales en Mónaco casi siempre están ligadas a bailes solidarios y eventos deportivos. Nada complicado. La princesa de Hannover se dedica prácticamente a tiempo completo a ‘Il doce far niente’, el arte de no hacer nada. Carolina libra laborables, domingos y festivos. Siempre elegante, de hecho y por derecho es la mujer más elegante del mundo, sin matices de edad o profesión, estos son los mejores looks de Carolina haciendo nada:

Con la cara lavada y sin pasarse el peine, Carolina demostró que el pareo no es propiedad única de todos esos horteras millonarios que van a Ibiza en avión privado y se creen hippies por lucir un collar de conchas de resina. La camisa blanca, un clásico de los veranos de Sotogrande, anudada a la cintura es el colmo del chic monegasco.

Unas Oakley, un pantalón remangado azul marinero a juego con las alpargatas y una camisa blanca sobre un bikini rojo (que forman la bandera del principado de Mónaco) componen el uniforme de Carolina para pasear por los puertos donde atraca y sortea las resacas el Pacha III.

placeholder Con Grace Kelly y el príncipe Alberto.
Con Grace Kelly y el príncipe Alberto.

Contenta o triste –los ricos también lloran- Carolina nunca ha recurrido al chándal (vestir uno es, según su amigo y modisto de cabecera Karl Lagerfeld, el principal síntoma de que tu vida se va al garete). Para echarse un piti sobre la alfombra, la princesa prefiere vestir corbata y pantalones campana. Corte de pantalón que nunca ha abandonado a lo largo de sus 60 años, estuviesen o no de moda.

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Carolina acudiendo como testigo a los juzgados.

Para acudir a los juzgados como testigo de una agresión del príncipe Ernesto de Hannover al dueño de una ruidosa discoteca keniata (o al revés) no recurrió a Chanel, como recomienda La Agrado en ‘Todo sobre mi madre’, porque por mucha veracidad que dé un dos piezas de tweed de Chanel ante un juez, la princesa sabe que es más importante dar pena que parecer sincera. Bajo la máxima “se puede salir a la calle con el corazón destrozado, pero jamás mal peinada”, Carolina jugó su baza con un abrigo oversize camel y una pinza en el pelo. El disgusto hecho look. A solo un pasito del chándal.

Para Caroline Louise Marguerite siempre es verano. Sus días son mágicos y sus noches burbujeantes. La princesa Carolina de Mónaco consume sus días enclaustrada -que no es lo mismo que aburrida- en Clos Saint-Pierre (la mansión-regalo de bodas de sus padres, los príncipes Rainiero y Grace) o a bordo del buque Pacha III. Tras su separación, que no divorcio, el príncipe Ernesto de Hannover se quedó con su amante del verano, la casa de la isla de Lamu (Kenia).

Carolina de Mónaco