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El rey Balduino, el monarca que enamoró, sin querer, a una enfermera española
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el sábado se celebra una misa por el 25 aniversario de su muerte

El rey Balduino, el monarca que enamoró, sin querer, a una enfermera española

Fabiola recibió un mensaje de su madrina, la reina Victoria Eugenia, para que acompañara a la infanta Pilar durante una reunión social a la que había invitado a un joven distinguido

Foto: Balduino y Fabiola. (Getty Images)
Balduino y Fabiola. (Getty Images)

Fabiola de Mora y Aragón, hija de los condes de Mora, mantuvo siempre una intensa actividad, tanto profesional como —y sobre todo— de beneficencia. A sus 29 años trabajaba como enfermera en el hospital militar Gómez Ulla de Carabanchel (Madrid), donde asistía al personal médico en las tareas más delicadas. Se volcaba muy especialmente con los enfermos que padecían, además, soledad y desdicha. Pero mantenía también una atención diaria a los más necesitados, sobre todo a los niños, en las barriadas pobres de Madrid.

[La herencia fantasma de la reina Fabiola de Bélgica en España]

Fabiola era ‘asaltada’ por la calle con mucha frecuencia por numerosas personas, conocedoras de su labor de ayuda a los demás. Sobre todo, a la entrada o a la salida de la iglesia de Santa Bárbara, a la que acudía a diario. Tampoco eran pocas las madres de familia con dificultades que optaban por acudir directamente al palacete de los Mora, en la calle Zurbano, donde siempre eran escuchadas y atendidas.

placeholder El día que Balduino presentó a Fabiola. (Getty)
El día que Balduino presentó a Fabiola. (Getty)

Un encargo ‘de confianza’

Algunas amigas desvelaron que Fabiola recibió un mensaje peculiar, aunque nada extraño, porque venía de su madrina, la reina Victoria Eugenia, que había convertido su residencia de Lausana —Villa Fontana, donde se estableció definitivamente tras la muerte de su marido, Alfonso XIII— en un centro de reuniones de la realeza y la aristocracia europeas.

En esa época era preciso mantener de alguna manera el contacto frecuente de las familias reales, y de forma especial con las que se habían visto obligadas a abandonar sus respectivos países. Victoria Eugenia, con la que Fabiola y su familia mantenían una estrecha relación histórica, quería que la hija de los condes de Mora participase en una reunión social que había organizado en su casa, a la que —a su vez— había invitado a un joven distinguido de la realeza europea. Ni más ni menos que al rey Balduino de Bélgica.

De simple acompañante

Aunque este capítulo de la vida de Fabiola no ha tenido nunca respaldo oficial alguno, porque jamás quiso revelar el secreto de su noviazgo con el rey de los belgas, sí era muy conocido en el viejo Madrid el episodio de este viaje realizado por Fabiola en 1957 a Lausana, cuyo objetivo no era otro que acompañar a Pilar, la hija mayor de los condes de Barcelona, don Juan y doña Mercedes.

placeholder  La infanta Pilar y la reina Fabiola. (CP)
La infanta Pilar y la reina Fabiola. (CP)

La reina Victoria Eugenia, que era muy amiga de propiciar matrimonios convenientes, habría comentado en algún momento su idea de presentar al rey Balduino a su nieta Pilar, hermana del rey don Juan Carlos, con la esperanza de que esa relación pudiera prosperar. De hecho, don Juan —heredero legítimo de la Corona española desde la muerte de su padre, Alfonso XIII, en 1941— confesó en más de una ocasión que él también había pensado en la idoneidad de una hipotética unión de su hija Pilar con el rey belga.

Pero el conde de Barcelona se encontró desde el primer momento con la negativa de Lilian de Réthy, la madrastra de Balduino; y por ello, él mismo dio por perdida esa posibilidad.

Amigos… ¡nada más!

Algunas de las mejores amigas de Fabiola aseguran que de esa reunión en Lausana, tal y como había planteado la reina Victoria Eugenia, surgió una relación de amistad entre la infanta Pilar y el rey Balduino, pero que no prosperó porque ella no quiso... Al parecer, porque no encontró en él al hombre que hubiera querido como esposo.

En todo caso, parece evidente que si Fabiola acompañó a su amiga la infanta Pilar a Lausana, ella se habría limitado a cumplir la función para la que había sido requerida. Y aunque el rey Balduino hubiera conocido personalmente en esa ocasión a la aristócrata madrileña, no existe dato alguno que indique nada más que eso: que se conocieron; y según testimonios directos de algunas de sus amigas, también que el monarca recibió una muy grata impresión de la joven española, sobre todo por su "saber estar".

placeholder La boda de Balduino y Fabiola. (Cordon Press)
La boda de Balduino y Fabiola. (Cordon Press)

Y ello a pesar de la importancia que han dado algunos autores a la cita de 1957 en Lausana, si bien no sitúan en ese encuentro a la infanta Pilar, sino a otra nieta de la reina Victoria Eugenia. Philipp Séguy y Antoine Micheland, en su libro sobre Fabiola publicado en 1996, mencionan y dan mucha importancia a estos hechos, aunque señalan que la reina Victoria Eugenia había organizado la cita en su residencia de Lausana para su nieta Ana Alejandra Marone-Cinzano, hija de María Cristina de Borbón y Battenberg y de Enrique Eugenio Marone-Cinzano.

Sin embargo, Ana Alejandra nació el 21 de diciembre de 1948; por tanto, no habría cumplido aún los once años cuando se celebró la reunión de Lausana. Es probable que los autores se quisieran referir a Alejandra Torlonia, hija de Beatriz de Borbón y Battenberg, que nació en 1936. A los veinte años, Alejandra fue elegida Miss Italia y al año siguiente se casó a escondidas, sin la presencia de la familia, con el conde Clemente Lequio di Assaba (1925-1971). De esta manera, la infanta Beatriz habría querido poner fin a los intentos de su abuela Victoria Eugenia de casarla con el rey Balduino.

Balduino murió como vivió: en silencio

Justamente 36 años después, el sábado 31 de julio de 1993, al final de una larga tarde de sol, Fabiola ultimaba los preparativos para la cena en su casa de Villa Astrida, en Motril (Granada). Una amplia casa situada en una finca denominada El Vasco, próxima a la playa, que les regaló Pedro Moreno, conde de Agrela, propietario de la Azucarera.

[Los misterios de Villa Astrida, la mansión granadina de Fabiola y Balduino de Bélgica]

Un rincón de descanso que bautizaron con el nombre de Villa Astrida —en recuerdo de la bella y joven reina belga, madre de Balduino—, donde disfrutaron juntos del descanso durante más de veinte años. El rey Balduino descansaba en la terraza de la primera planta. Pasaban unos minutos de las 21.30. Todo estaba a punto y Fabiola alzó ligeramente la voz para que su esposo se incorporara a la mesa. Parecía no haberlo oído. Dos avisos más... pero no hubo respuesta.

placeholder  Fabiola en el funeral de Balduino. (Getty)
Fabiola en el funeral de Balduino. (Getty)

El rey se había desplomado y permanecía sin sentido en la terraza. Fabiola entendió el porqué de sus silencios, se alarmó, llamó al servicio... Balduino permanecía inconsciente. Un miembro del servicio doméstico y un escolta corrieron hacia un chalet próximo, situado a unos trescientos metros, para avisar al doctor Carlos Aguado, que se personó de inmediato en Villa Astrida. Trató de reanimar al rey de los belgas, pero su cuerpo no respondía. Su rostro —desalentado, con evidentes rasgos del cansancio producido por los esfuerzos realizados— se giró hacia la reina con un mensaje nítido, sin palabras: el rey había muerto.

El propio doctor Aguado cerró los ojos de Balduino ante la mirada de dolor, serena y comprensiva de Fabiola, que cruzó lentamente los brazos de su esposo sobre ese gran corazón lleno de amor que había dejado de latir. El rey Balduino murió hace 25 años tan discretamente como había vivido. Y Fabiola, rota por el dolor, veló su cuerpo durante la noche, en la confianza de que Balduino gozaba ya de la felicidad, según se lo hacía saber su fe.

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Fabiola de Mora y Aragón, hija de los condes de Mora, mantuvo siempre una intensa actividad, tanto profesional como —y sobre todo— de beneficencia. A sus 29 años trabajaba como enfermera en el hospital militar Gómez Ulla de Carabanchel (Madrid), donde asistía al personal médico en las tareas más delicadas. Se volcaba muy especialmente con los enfermos que padecían, además, soledad y desdicha. Pero mantenía también una atención diaria a los más necesitados, sobre todo a los niños, en las barriadas pobres de Madrid.

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