Notre Dame, el gran símbolo de la extinguida monarquía francesa
La catedral de París ha sido escenario de la coronación de numerosos monarcas y de las bodas que han entroncado dinastías europeas. También se han oficiado funerales de Estado
Con una corona de laurel de oro, vestido de blanco, abrigado por una pesada capa de terciopelo color vino bordada en dorado, Napoléon Bonaparte fue nombrado emperador de Francia en 1804 en la catedral de París. En Nuestra Señora de París: Notre-Dame. Recuperaba así para la religión un templo que había sobrevivido a la Revolución francesa y su 'apego' a la razón. Su esposa Josefina vestía como él, en blanco y rojo, y se arrodillaba ante su esposo y ante el Papa Pío VII, quien bendijo la escena. Quedan las pruebas del momento en el retrato que realizó el pintor Jacques-Louis David, donde se muestra la devoción que los mandatarios franceses han sentido siempre por el templo, víctima de un devastador fuego este lunes.
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“Y la catedral no era solo su compañía, era su universo, era toda su naturaleza. No soñaba con otros setos que los vitrales siempre en flor, con otras umbrías que las de los follajes de piedra que se abrían, llenos de pájaros, en la enramada de los capiteles sajones, otras montañas que las colosales torres de la iglesia, otro océano que París rumoreando a sus pies”. Habrán leído esta cita en numerosas reseñas las últimas horas. La escribió Víctor Hugo en ‘Nuestra Señora de París’, la novela dedicada a Notre Dame en la que el monstruoso Quasimodo y la gitana Esmeralda protagonizan una de las historias más románticas conocidas.
Una historia que ha vestido escenarios de medio mundo y que dio pie a otra famosa escena: ‘El jorobado de Notre Dame’, la película de Disney por la que los más pequeños entran en el clásico a través de la película más oscura de la casa hollywoodiense. La catedral de París ha sufrido un devastador incendio y con la caída de parte de su edificio se ha evaporado parte de la historia de la monarquía francesa. Desde sus inicios, se convirtió en la favorita de la monarquía.
Fue bajo el mandato del rey Luis VII que comenzó la construcción del templo. En 1160, el arzobispo de París, Maurice de Sully, mano derecha del rey, fue el encargado de levantar el edificio, que casi se completó antes de su muerte, en 1196.
El rosetón de la ventana sur del templo fue un regalo de Luis IX, conocido como Saint Denis, canonizado y enamorado de la iglesia. Como muchos otros reyes franceses. Felipe IV se casó en 1298 en Notre Dame con la reina Juana I de Navarra, logrando así el título de Felipe I de Navarra, rey de Navarra y conde de Champaña. Enrique VI fue coronado en la iglesia y la reina María de Escocia, que pasó su infancia en Francia, se casó en Notre Dame en 1558 con el delfín Francisco, quien ascendió al trono francés en 1559.
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Esa devoción monárquica pasó factura a la catedral durante la Revolución francesa, que antes de llegar a su fin rebautizó Notre Dame como el Templo de la Razón y allí se realizaba el culto a la razón como ser supremo. Antes habían decapitado a Luis XVI y con él, a las estatuas de la catedral que pensaron que representaban a los reyes franceses. Sin cabeza y rotas, las figuras fueron depositadas en la gran plaza frontal de la catedral.
Notre Dame duró poco tiempo como Templo de la Razón porque la llegada de Napoleón Bonaparte cambió de nuevo el rumbo de Francia y escogió la catedral de la capital para su coronación, en 1804, como emperador.
La beatificación fue en la catedral. El fin de la monarquía en Francia no supuso un cambio en Notre Dame, reconvertida en la favorita de los mandatarios del país. El símbolo de Francia y de la cultura europea fue el escenario, en 1944, de la liberación de París de los nazis. Charles de Gaulle presidió el oficio religioso al que asistieron cientos de miles de personas dentro y en los alrededores del templo. Allí se celebró el funeral del general De Gaulle y de otros presidentes como George Pompidou y François Mitterrand. Un símbolo, se ha dicho ya, para Francia, Europa y la civilización occidental.
Con una corona de laurel de oro, vestido de blanco, abrigado por una pesada capa de terciopelo color vino bordada en dorado, Napoléon Bonaparte fue nombrado emperador de Francia en 1804 en la catedral de París. En Nuestra Señora de París: Notre-Dame. Recuperaba así para la religión un templo que había sobrevivido a la Revolución francesa y su 'apego' a la razón. Su esposa Josefina vestía como él, en blanco y rojo, y se arrodillaba ante su esposo y ante el Papa Pío VII, quien bendijo la escena. Quedan las pruebas del momento en el retrato que realizó el pintor Jacques-Louis David, donde se muestra la devoción que los mandatarios franceses han sentido siempre por el templo, víctima de un devastador fuego este lunes.