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Un año después de la boda, ¿queda algo del soplo de aire fresco de Meghan en palacio?
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FAMILIA REAL BRITÁNICA

Un año después de la boda, ¿queda algo del soplo de aire fresco de Meghan en palacio?

En la primavera de 2018, la boda del príncipe Harry con una actriz americana, mestiza y divorciada fue visto como una oportunidad para la vetusta monarquía británica. Hoy no piensan lo mismo

Foto: Los duques de Sussex se besan al salir de la capilla de St George. (Getty)
Los duques de Sussex se besan al salir de la capilla de St George. (Getty)

Poco después de que se anunciara el compromiso entre el príncipe Harry y Meghan Markle, el reputado periodista David Jenkins, editor de 'Tatler' -biblia de la alta sociedad británica- acudió a una cena en la que se encontraban personas del círculo del Palacio de Kensington, que representa a los dos hijos de la desaparecida Lady Di. Lógicamente, la exactriz salió en la conversación. “Es una fuente de problemas”, señaló un comensal. “No estoy seguro de que todo esto sea una buena idea”, matizó. En el transcurso de la velada salió a relucir también el nombre de Sarah Ferguson. A la exmujer del príncipe Andrés se la vio en un principio como “un soplo de aire fresco”. Aunque, con el tiempo, Lord Charteris de Amisfield, el que fuera secretario privado de la reina Isabel II, acabó declarando: “Ella es vulgar, vulgar, vulgar, y eso es todo lo que es”. La historia no acabó especialmente bien.

Meghan poco o nada tiene que ver con Fergie. Pero es cierto que pueden establecerse algunos paralelismos. Este domingo 19 de mayo, se cumple un año del enlace de Harry, el sexto en la línea de sucesión al trono, con la actriz norteamericana, mestiza y divorciada. La boda marcó un antes y un después en la monarquía más longeva de Europa.

La madre de Meghan apareció con rastas y piercing en la nariz. El reverendo encargado del sermón puso una tablet en el atril de un templo con más de cinco siglos de historia y parafraseó a Martin Luther King. Los niños del coro se cambiaron por un grupo de góspel que interpretó una inspiradora versión de 'This Little Light of Mine', de Etta James, un favorito en las iglesias afroamericanas adoptado por el movimiento de los derechos civiles en los 50 y 60. Y la novia entró en la capilla sola, sin compañía alguna de padrino, símbolo de mujer independiente.

placeholder La novia, haciendo el paseíllo hasta el altar. (Getty)
La novia, haciendo el paseíllo hasta el altar. (Getty)

La pregunta es: ¿queda algo de esa Meghan? La vida de la que hoy es duquesa de Sussex ha cambiado radicalmente. Y ya no solo porque acaba de convertirse en madre de un niño, al que han llamado Archie Harrison Mountbatten-Windsor y no han querido otorgarle ningún título con la intención de que tenga una vida “normal”. No, ya no solo es por eso, sino por el hecho de que su imagen pública ya no roza la perfección y el 'soplo de aire fresco' que todo el mundo alababa en la primavera de 2018.

Pasada la tradicional y respetada luna de miel con la prensa, comenzaron las críticas… y no han cesado. Sus caros vestidos de marcas americanas, su esmalte de uñas negras, su dieta vegana… La verdad es que es complicado ser Meghan Markle. Incluso aquellos con intención de defenderla, acaban sin quererlo clavándole un cuchillo en la espalda. Como Suzanne Moore, periodista de 'The Guardian', que escribió un artículo defendiéndola de todos aquellos que se metían con ella por el hecho de que en los actos públicos apareciera siempre tocándose la tripa de embarazada.

La periodista acabó escribiendo que no la permitían sentirse protectora de su bebé porque “su trabajo era reproducirse en cautiverio”. Nadie sabe cómo sentaron aquellas palabras a la, en su día, autoproclamada feminista y activista, quien tuvo que dejar todas sus redes sociales cuando contrajo matrimonio con un príncipe.

Haga lo que haga, parece estar condenada a la crítica, sobre todo por parte de los cortesanos más tradicionalistas, que se creen más monárquicos que la propia reina, los mismos que le afean sus amistades con los Clooney o los Beckham y las fiestas del club Soho House.

Aunque es cierto que algunas citas han estado fuera de lugar, como la baby shower que le organizaron en Nueva York sus famosas amiguísimas, entre las que también se encuentra la tenista Serena Williams.

placeholder El príncipe Harry a su llegada, hace un año, a la capilla de Windsor, con su hermano Guillermo. (Getty)
El príncipe Harry a su llegada, hace un año, a la capilla de Windsor, con su hermano Guillermo. (Getty)

La fiesta en sí duró tres días y supuestamente costó 300.000 libras (alrededor de 350.000 euros). El periodista Piers Morgan, no demasiado fan de la duquesa, afirmó: “La regla absolutamente número uno de la monarquía debe ser no restregar por las narices al pueblo llano su riqueza”.

Y hablando de amistades, en los mentideros se comenta que Meghan ha hecho a su marido romper su relación con el que fuera leal confidente desde sus años de infancia, Tom 'Skippy' Inskip. Este le aconsejó que no se casara con la norteamericana y pagó el precio más alto, el destierro.

El personal del Palacio de Kensington tampoco parece estar demasiado contento con la duquesa a la que han apodado Me-Gain (algo así como todo para mí), en referencia a un carácter un tanto déspota y altamente demandante, con mensajes incluso a las seis de la mañana, hora en la que la exactriz comienza sus prácticas de yoga.

En marzo, Amy Pickerill, su secretaria personal, anunció su dimisión, siguiendo los pasos de otras dos asesoras, Samantha Cohen y Melissa Touabti. Los duques de Sussex cuentan ahora con su propia oficina de prensa, encabezada por Sara Latham, que asesoró a Hillary Clinton y Barack Obama, lo que refleja la gran influencia norteamericana de la duquesa.

Al parecer quiere tener absolutamente todo controlado. “Ella sabe exactamente lo que quiere. Pero quiere encargarse de todo por ella misma y eso puede resultar peligroso”, aseguran fuentes del círculo de palacio.

placeholder Vista aérea del desfile de los novios por el pueblo de Windsor. (Getty)
Vista aérea del desfile de los novios por el pueblo de Windsor. (Getty)

Desde luego que las críticas afectan a Harry, dispuesto a hacer todo lo que sea para que su mujer esté feliz. Incluso sigue una dieta vegana como ella de lunes a viernes, permitiéndose el lujo de comer carne solo los fines de semana. Las malas lenguas aseguran que los que siempre habían trabajado con él no le reconocen. El carácter simpático del hijo menor de Lady Di contrastaba con el de su hermano mayor, el petulante William. Sin embargo, ahora apenas se puede hablar con él porque todo es por y para su amada Meghan.

La relación entre hermanos, mejor no tocarla, porque al parecer entre las cuñadísimas se dice que no existe especialmente buena química. Los estilos de Meghan y la pluscuamperfecta Kate son muy distintos. Pero, al fin y al cabo, la exactriz se puede tomar determinadas licencias que no están al alcance de la que en su día será reina consorte.

En cualquier caso, un año después de su enlace Harry y Meghan siguen estando igual de enamorados y con la firme convicción de seguir haciendo las cosas a su manera. Quizá sea mucho rizar el rizo, pero algunos expertos en lenguaje corporal llegaron a decir que la tarjeta de felicitación de Navidad fue toda una declaración de intenciones. Los duques de Sussex eligieron precisamente una imagen en blanco y negro del día de su enlace en la que se les muestra de espaldas mientras aprecian los fuegos artificiales que tuvieron lugar en su honor: blanco y negro, dándole la espalda al espectador, abrazados y el cielo vivo con pólvora. ¿Fue aquello una proclamación de nosotros contra el mundo? Sea como fuera, las críticas iban a caer igual.

Poco después de que se anunciara el compromiso entre el príncipe Harry y Meghan Markle, el reputado periodista David Jenkins, editor de 'Tatler' -biblia de la alta sociedad británica- acudió a una cena en la que se encontraban personas del círculo del Palacio de Kensington, que representa a los dos hijos de la desaparecida Lady Di. Lógicamente, la exactriz salió en la conversación. “Es una fuente de problemas”, señaló un comensal. “No estoy seguro de que todo esto sea una buena idea”, matizó. En el transcurso de la velada salió a relucir también el nombre de Sarah Ferguson. A la exmujer del príncipe Andrés se la vio en un principio como “un soplo de aire fresco”. Aunque, con el tiempo, Lord Charteris de Amisfield, el que fuera secretario privado de la reina Isabel II, acabó declarando: “Ella es vulgar, vulgar, vulgar, y eso es todo lo que es”. La historia no acabó especialmente bien.

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