Lo de Meghan y Harry no es para tanto: 5 ejemplos de los Windsor mucho peores
La decisión de los duques de Sussex de dar un paso atrás ha sido muy cuestionada, pero en su familia ha habido miembros que han desestabilizado más la Corona
"No nos engañemos. Esta última fractura dentro de la Casa de los Windsor (el denominado Megxit) es la continuación de una historia muy triste de disfunción familiar. Aún más triste por su contraste con los ideales que la familia real debe representar". Este diagnóstico tan severo de la columnista Alyssa Rosenberg, una de las firmas con más fuste en 'The Washington Post', sobre una dinastía a la que se le supone cierta ejemplaridad, aunque está a años luz de ser un faro moral para los británicos, viene a poner negro sobre blanco una realidad sobre la que conviene hacer un pequeño ejercicio de memoria histórica ahora que los Sussex están siendo objeto de críticas muy severas después de haber decidido dar un paso atrás y emprender una nueva vida al margen de la familia real.
"Esta no es la ruptura más dramática que ha sufrido la familia. La reina Isabel II está en el trono precisamente por una grieta de estas características: su padre se convirtió en rey después de que su tío abdicara para casarse con una mujer divorciada y se exilió. Posteriormente, tres de los cuatro hijos de la reina se divorciaron. Uno de manera asombrosamente amarga. La bomba de los Sussex no es nada comparada con las colaboraciones confesionales de Diana de Gales con los periodistas Andrew Morton y Martin Bashir, emprendidas en un esfuerzo por lograr que primero el príncipe Carlos y sus suegros, y después el pueblo británico, entendieran su dolor", mantiene la periodista.
Unas afirmaciones que ponen el foco en cinco protagonistas de algunos de los capítulos menos edificantes de los Windsor que convierten la decisión de Meghan y Harry en un asunto menor...
Eduardo VIII y Wallis Simpson
Las consecuencias institucionales que derivaron de la relación sentimental del rey Eduardo VIII con la estadounidense Wallis Simpson propiciaron su abdicación y allanaron el camino para la llegada al trono de su hermano como Jorge VI, quien falleció prematuramente en 1952, víctima de un cáncer, y a quien sucedió la actual reina, que tan solo tenía 25 años.
Los dos divorcios de Wallis Simpson, más los prejuicios de la época y muchos rumores en torno a su persona, acabaron con la pareja exiliándose en Francia, donde pasaron el resto de sus días y desde donde vieron la coronación de su sobrina por televisión, lo que evidencia el ostracismo al que fueron sometidos por la familia del efímero rey.
Personajes incómodos para la monarquía, en 1972 recibieron la visita de Isabel II cuando el duque de Windsor estaba gravemente enfermo por un cáncer de garganta, aprovechando que se encontraba allí por una visita. El duque falleció el 28 de mayo de ese mismo año a los 77 años y su figura sigue siendo objeto de todo tipo de especulaciones y teorías.
Sus restos mortales reposan en Frogmore, donde se encuentra la residencia de Harry y Meghan, quienes han anunciado que devolverán al erario público lo que costó reformarla y que seguirá siendo su base de operaciones siempre que estén en el Reino Unido.
Princesa Margarita
El espíritu hedonista de la hermana menor de la reina Isabel II dio numerosos quebraderos de cabeza a los Windsor, ya desde su más temprana juventud cuando mantuvo una relación sentimental con el coronel Peter Townsend, héroe de guerra y caballerizo de su padre, el rey Jorge VI, dieciséis años mayor que ella. El inconveniente, claro está, era que estaba casado y tenía dos hijos, lo que impidió que su relación prosperara. Posteriormente se supo que su hermana junto con el primer ministro Sir Anthony Eden, había preparado una salida para que se pudieran casar, excluyendo a Margarita y a sus hijos de la línea sucesoria. Aún así, la princesa Margarita desistió de su idea de casarse y dio un comunicado en el que anunciaba su ruptura en 1955.
Cuando se repuso de este desengaño amoroso comenzó otra relación con el fotógrafo Antony Armstrong-Jones (posterior conde de Snowdon), que fue el primer plebeyo en casarse con la hija de un rey después de cuatro décadas. Su matrimonio acabó en divorcio en 1978 después de que saltara a los medios de comunicación que la princesa mantenía una relación con el jardinero Roddy Llewellyn, que tenía 25 años cuando se conocieron y ella 42. Todo un escándalo para la época, que le llevó a él a emitir un comunicado pidiendo disculpas a la reina Isabel II. Estuvieron juntos ocho años.
En torno a su figura han proliferado numerosos rumores y se le han atribuido romances no demostrados ni confirmados con los actores David Niven y Warren Beatty, y el líder de Rolling Stones, Mick Jagger.
Princesa Ana
La princesa Ana, tía paterna del príncipe Harry, también ha tenido una vida sentimental de lo más intensa, con su propia ración de escándalos. Su romance más sonado y menos recordado, recreado ahora en la serie 'The Crown', es el que mantuvo con Andrew Parker Bowles, quien acabaría siendo marido de Camilla, actual mujer de su hermano Carlos. Un triángulo amoroso de lo más particular que acabó en muy buenos términos, porque Andrew fue padrino de bautismo de su hija Zara Philips.
Durante su matrimonio con Mark Phillips, con quien se había casado en 1973, la princesa Ana fue objeto de numerosos rumores en la década de los 80, pues se la relacionó con Peter Cross, un guardaespaldas que fue apartado de su cargo por su 'familiaridad' con la princesa, aunque nada en comparación con otro episodio propio de una novela de intrigas palaciegas del que fue protagonista.
Sucedió cuando le sustrajeron unas comprometidas cartas con el comandante Timothy Laurence, caballerizo de su madre, que acabó precipitando su separación un año y medio más tarde, que culminó en su divorcio de Phillips en 1992. En su descargo podemos decir que esta noticia se solapó con otra de incluso mayor alcance, ya que emergió la figura de Heather Tonkin, una profesora de Nueva Zelanda que desveló que tenía una hija, Felicity, con Mark Phillips, cuya veracidad acreditaría la pertinente prueba de ADN.
La princesa y Timothy Laurence se casaron seis meses después de que ella estuviera oficialmente divorciada, el 12 de diciembre de 1992, y han llevado desde entonces una vida muy apacible y sin sobresaltos.
Carlos, Diana y Camilla
Cuando el príncipe Carlos se casó con Camila Parker Bowles en 2005 ponían punto y final a los escándalos que rodearon a esta relación, que tuvo momentos tan poco edificantes como cuando trascendió aquella desagradable comparación del hijo de Isabel II con un támpax. Una prueba de la pasión de una pareja que no había podido ser en su juventud, aunque la mantuvieron en la clandestinidad mientras el heredero del trono británico continuaba casado con la infortunada Diana de Gales.
La opinión pública siempre había estado de parte de la princesa Diana, que falleció en un accidente de tráfico en París el 31 de agosto de 1997 junto a su pareja de entonces, Dodi Al-Fayed. Una muerte sobre la que se alimentó la teoría del asesinato, fomentada en aquel entonces por Mohamed Al-Fayed, quien mantenía que su hijo y la que podría haber sido su nuera habían sido víctimas de un complot.
La muerte de Diana de Gales puso a la monarquía en una situación muy delicada. El hermano de la irrepetible princesa del pueblo, Charles Spencer, en su funeral atacó de manera furibunda a los medios de comunicación. Una cruzada que también ha comenzado ahora su sobrino Harry, que ha demandado a varios tabloides británicos.
"No creo que ella entendiera alguna vez por qué los medios se burlaron de sus intenciones, genuinamente buenas, por qué parecía haber una intención permanente de derribarla. Mi propia y única explicación es que su bondad genuina amenazaba a los que estaban en el extremo opuesto del espectro moral", dijo el conde Spencer.
Príncipe Andrés
El príncipe Andrés de Inglaterra se ha convertido en el máximo quebradero de cabeza de la monarquía británica por su pasada amistad con el millonario y pedófilo Jeffrey Epstein, que fue encontrado muerto en su celda de Nueva York el pasado mes de agosto.
Las acusaciones de Virginia Giuffre de que habría mantenido relaciones sexuales con ella cuando era menor de edad y una desafortunada entrevista concedida a la BBC para intentar lavar su nombre fueron cruciales para que el duque de York diera un paso atrás y abandonara todas sus actividades públicas relacionadas con la Casa Real británica.
La caída en desgracia de Andrés hace que nos quede ya muy remoto su divorcio con Sarah Ferguson, con quien ha seguido viviendo bajo el mismo techo y compartiendo chalet de lujo en la localidad suiza de Verbier. La anteriormente conocida como Fergie ha sido una de sus máximas defensoras públicas, sobre todo ahora en sus horas más bajas.
Las consecuencias del escándalo han salpicado a su hija Beatriz de York, que se ha comprometido con el italiano Edoardo Mapelli, para cuyo enlace no han fijado todavía la fecha. Una boda, por cierto, que se mirará con lupa ahora que también se cuestiona el lujoso estilo de vida de su progenitor, que algunos consideran desproporcionado para sus ingresos.
"No nos engañemos. Esta última fractura dentro de la Casa de los Windsor (el denominado Megxit) es la continuación de una historia muy triste de disfunción familiar. Aún más triste por su contraste con los ideales que la familia real debe representar". Este diagnóstico tan severo de la columnista Alyssa Rosenberg, una de las firmas con más fuste en 'The Washington Post', sobre una dinastía a la que se le supone cierta ejemplaridad, aunque está a años luz de ser un faro moral para los británicos, viene a poner negro sobre blanco una realidad sobre la que conviene hacer un pequeño ejercicio de memoria histórica ahora que los Sussex están siendo objeto de críticas muy severas después de haber decidido dar un paso atrás y emprender una nueva vida al margen de la familia real.