XVI ANIVERSARIO DE LA BODA REAL

De la fiebre de Letizia a la pelea tabernaria y el robo de cubiertos

El 22 de mayo de 2004, hace hoy 16 años, don Felipe y doña Letizia se daban el 'sí, quiero' en la catedral de la Almudena en un enlace para la historia que nos dejó con grandes anécdotas. Te las contamos todas

Texto: Paloma Barrientos
Diseño: Bolívar Alcocer
Fotos: Cordon Press / Getty / Reuters 



El 22 de mayo de 2004 se casaba en la catedral de la Almudena el príncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz. Después de tres noviazgos fallidos -Sartorius, Howard, Sannum-, por fin dejaba de ser el soltero de oro de las monarquías europeas. Esta vez, y a pesar de los recelos de don Juan Carlos, al que no le gustaba su futura nuera, el Príncipe se plantó: “O Letizia o me voy”.

Según las informaciones que se publicaron en aquellas fechas, el heredero amenazó con abandonar su lugar en el organigrama hereditario si le prohibían casarse con Letizia Ortiz. Ya no hubo más oposición y se celebró el matrimonio real.

Madrid no se echó a la calle en esas primeras horas como sucedió con las bodas de la infanta Elena en Sevilla y Cristina en Barcelona. La restricción del jolgorio urbano tuvo que ver con la lluvia torrencial que cayó en la capital y que hizo que muchos ciudadanos no participaran activamente. A la salida, ya convertidos en matrimonio, la situación cambió. Y tanto el paseo hasta la Virgen de Atocha como la aparición en el balcón del Palacio Real contaron con la animación del pueblo soberano. Hoy recordamos anécdotas quizá ya olvidadas.

Boda Real


El diluvio universal

Cuando la novia estaba a punto de salir del Palacio Real, donde se vistió, hasta la Almudena cayó el diluvio universal. Según se supo después, la periodista Letizia quiso agotar el tiempo para recorrer la alfombra roja. La metieron en el Rolls-Royce al grito de “rápido, al coche, al coche” y se puso en marcha el plan B. El trueno más fuerte sonó dentro de la catedral cuando pronunciaban los votos matrimoniales.

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Un vestido modificado

El diseño de Pertegaz sufrió variaciones sobre el modelo inicial que tenía pensado el modisto. Las mujeres Ortiz Rocasolano participaron en esos cambios que aunque no eran determinantes sí marcaban detalles que no tenían que ver con la idea primigenia. Pertegaz prefirió tomárselo con deportividad.

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El regalo de don Felipe

El manto que llevó Letizia de tres metros de largo por dos de ancho fue un regalo del príncipe Felipe. Era tul de seda natural en el que se bordaron a mano roleos (elementos decorativos) y guirnaldas, flores de lis y espigas. El rey Juan Carlos también tuvo un detalle con su nuera. La víspera de la boda otorgó a la periodista la Gran Cruz de Carlos III, considerada la más alta condecoración española, aparte del Toisón de Oro.

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Una novia resfriada

El día de la boda, Letizia arrastraba un resfriado importante y se dijo que tuvo que tomar medicación para estar en perfecto estado de revista. Los días previos al enlace adelgazó y por eso el vestido nupcial no le encajaba del todo.

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La puesta a punto

La familia Ortiz Rocasolano (Paloma, Jesús, Ana Togores, Telma, Érika y mujeres de la familia) disfrutaron semanas antes de los servicios de expertas profesionales en el centro de estética de Carmen Navarro. Tratamientos de belleza personalizados para cada uno de ellos.

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Los amigos del novio

Los amigos del rey Felipe considerados por la novia como ‘pijos de manual’ han ido desapareciendo en la vida cotidiana del matrimonio. No se portaron bien con la novia del amigo, a la que denominaban despectivamente ‘la periodista’ o ‘la jolines’. De aquella época quedan los hermanos Fuster.

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‘L’enfant terrible’

La patada de Froilán a su prima Borbón Dos Sicilias en el transcurso de la liturgia religiosa le convirtió desde ese día en ‘l’enfant terrible’. Un sambenito que le ha acompañado hasta ahora. La prima de la Reina, Abigail Rocasolano, que llevó la cola, era ya un ‘cerebrito’ que acabó con matrícula la carrera de ingeniería.

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Una pelea sucesoria

En el almuerzo nupcial hubo pelea tabernaria entre Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta, ambos pretendientes al desaparecido trono italiano. La reina Ana María de Grecia, tía de don Felipe, se vio obligada a separarlos. El rey don Juan Carlos tuvo palabras con los dos, a los que públicamente dijo: “Nunca más”.

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Un banquete movidito

Doscientos camareros y treinta cocineros del restaurante Jockey se encargaron de servir el convite a mil setecientos invitados. Previamente los novios y parte de la familia probaron los cinco menús para que los protagonistas eligieran el que más les gustaba. El día de la boda, los profesionales estaban en su puesto de trabajo a las cinco de la mañana. A las ocho de la tarde, el matrimonio y los más íntimos subieron al segundo piso del Palacio Real, donde siguieron con la fiesta. Una de las anécdotas del convite fue la desaparición de cubiertos, platitos de pan y saleros (todo de plata) al hacer el recuento del menaje. Para los invitados, el hurto era más por valor sentimental que económico.

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Pamelas pequeñas

La recomendación explícita de la Casa Real a las mujeres fue que no lucieran pamelas muy grandes por el poco espacio que había en las mesas entre comensales. El protocolo marca que hay que llevar el sombrero y tocado hasta el final. Marie-Chantal Miller, quien ahora es conocida como la enemiga de doña Letizia, escogió una pamela adornada con plumas muy finas que iba dejando un rastro por donde pasaba.

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El baile del abuelo

El abuelo de la novia, Francisco Rocasolano, demostró su carácter festivo y desinhibido al alternar con algunas de las reinas del norte. Al igual que muchos hombres de su generación, que dominan el pasodoble y el 'agarrao', el abuelo Paco bailó con algunas de estas royals, que se quedaron encantadas con su simpatía.

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El look de la madrina

La reina Sofía fue fiel a una de sus modistas preferidas, Margarita Nuez. Se adornó con el collar de brillantes de su joyero particular.

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La soledad de Carolina

La foto del paseíllo previo a la misa nupcial la protagonizó Carolina de Mónaco. Sola y despeinada. Su marido, Ernesto de Hannover, permaneció en el hotel Ritz hasta que se le pasó la resaca. La noche anterior cerró la discoteca Gabana. Le acompañaban amigos españoles de sus jornadas cinegéticas en España.