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Hablamos con la sevillana que le dejó el pañuelo a Lady Di para secar sus lágrimas
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EN LA EXPO DE 1992

Hablamos con la sevillana que le dejó el pañuelo a Lady Di para secar sus lágrimas

"Hacía calor, se la veía agobiada y empezó a llorar. La vi abrir y cerrar el bolso, porque yo estaba sentada en el primer asiento". El llanto de Diana, en primera persona

Foto: Los príncipes de Gales en Sevilla. De blanco, María Teresa Otero. (Cortesía)
Los príncipes de Gales en Sevilla. De blanco, María Teresa Otero. (Cortesía)

Aquel 21 de mayo de 1992, en el que Lady Di y el príncipe Carlos visitaron Sevilla, "fue un día típico de primavera sevillana, con sol radiante pero sin calor extremo. George Bush era el presidente de los EEUU, el Barça había conseguido el día antes su primera Copa de Europa y Rafael Sánchez Ferlosio volvía a publicar tras seis años de silencio editorial. En la Expo, el día anterior, el vicepresidente del Gobierno checoslovaco, Jozef Miklosko, había presidido los actos de su Día Nacional, y al día siguiente recibiríamos a SSMM el rey Harald y la reina Sonia de Noruega".

María Teresa Otero no ha olvidado aquel día aunque ya hayan pasado 28 años. Todavía lo recuerda como si fuera ayer, entre otras cosas porque recordar, organizar y memorizar han sido herramientas indispensables en el desarrollo de su trabajo y en su vida.

Hace casi tres décadas, durante la exposición universal celebrada en la ciudad del Guadalquivir, ella era directora de Atención a Días Nacionales y de Honor. "Mi tarea consistía en organizar y coordinar las visitas que los máximos representantes de cada participante en la Expo'92 realizaran en su día oficial. En el caso de los príncipes de Gales, desde unos meses antes había estado en contacto con su secretaría privada para establecer cómo sería el recibimiento, el recorrido, los pabellones a visitar, los medios de transporte, acompañamientos, así como las pautas de ordenación y precedencias durante los actos. El día del Reino Unido, yo debía guiar la visita, acompañar y atenderlos en todo".

placeholder Carlos de Inglaterra y Lady Di, en la Expo'92. (Cordon Press)
Carlos de Inglaterra y Lady Di, en la Expo'92. (Cordon Press)

Durante ese año y a lo largo de 158 maratonianas jornadas, Teresa acompañó a decenas de autoridades. Ella misma bautizó 1992 como "el año que vivimos peligrosamente", aunque recuerda que la visita de los príncipes de Gales "tuvo una impronta mediática importante y un tirón popular indiscutible, pero lo que hizo que la recordara especialmente fue sin lugar a dudas esta anécdota, y de hecho aún guardo el pañuelo como recuerdo".

Ese trozo de tela que María Teresa guarda como oro en paño es el mismo que Diana utilizó aquel día para secar sus lágrimas, para enjugar su frustración, para drenar un dolor que hacía años que le roía por dentro pero que estaba llegando a su cenit. Ese pañuelo no era más que la punta del iceberg de un matrimonio roto, un sueño descosido y un amor malogrado.

¿Cómo recuerda el momento del encuentro?

Cuando se está trabajando hay que controlar los aspectos emocionales y centrarse en la profesionalidad. Sus Altezas Reales llegaron en coche oficial desde el hotel Alfonso XIII en caravana con su séquito, entre otros el ministro de Comercio Británico, el embajador británico, Sir Robin Fearn, y el comisario general del Pabellón del Reino Unido, Sir John Ure, todos con sus esposas, así como el mayor Michael Parker, persona de confianza. El recibimiento del ministro de Educación y Ciencia, Javier Solana, y el comisario de la Expo’92, Emilio Cassinello, con su esposa fue el habitual, correcto y cálido.

¿Cree que su figura se ha mitificado o se sentía la fuerza de su personalidad?

La princesa Diana tenía un poderoso atractivo personal, cuando alguien así muere joven y en circunstancias tan dramáticas, su carisma se acrecienta, pero de no haberlo tenido no se habría convertido en leyenda.

placeholder María Teresa Otero y la princesa, en Sevilla. (Cortesía)
María Teresa Otero y la princesa, en Sevilla. (Cortesía)

¿Cómo encontró a la princesa?

No estaba en su mejor día. Se la veía triste, su padre el conde Spencer había fallecido poco antes, en marzo, y había todo tipo de habladurías sobre su matrimonio.

¿De qué hablaron en aquel encuentro?

Mi papel en las visitas era el de estar pendiente de que todo funcionara bien e ir indicando los pasos a seguir. Quienes mantuvieron conversación principalmente con el príncipe Carlos fueron el ministro y el comisario, y en estos casos se suele hablar de lo que se va viendo y lo que se va a hacer.

¿Se notaba tensión entre Carlos y Diana?

Las pautas de comportamiento de los royals no tienen nada que ver con las del resto de los mortales. La monarquía es una institución que se esmera en mantener una corrección extrema, aun a riesgo de aparentar desinterés o parecer distantes. Más que tensión, había una frialdad aparente.

¿Cómo se desarrolló el día?

Los recibí con las autoridades españolas y los acompañé a pie al Pabellón Real, donde se hizo la foto de familia, firmaron en el libro de honor. Se les entregó una vajilla de La Cartuja como obsequio institucional. Después nos dirigimos al Palenque en varios microbuses, y allí tuvo lugar el espectáculo ofrecido por el Pabellón del Reino Unido.

Del Palenque volvimos para visitar el Pabellón Británico y de ahí nos dirigimos al Pabellón de la Comunidad Europea, donde firmaron en el libro de honor y se hizo otra foto de familia. La siguiente parada fue en el Pabellón de España.

placeholder Algunos recuerdos que María Teresa guarda de aquella época. (Cortesía)
Algunos recuerdos que María Teresa guarda de aquella época. (Cortesía)

Hay un momento en el que los príncipes van por separado...

Después de comer en el Pabellón Real, la comitiva se dividió en dos. Acompañé al príncipe de Gales al Pabellón de la Navegación y mis ayudantes a la princesa Diana al de Cruz Roja, y se reunieron en la salida para retirarse a descansar.

La visita continuó por la tarde, esta vez siendo ellos los anfitriones de una recepción con besamanos en el Pabellón Británico, para culminar con los fuegos artificiales sobre el lago del Pabellón de España y un impresionante concierto en el Auditorio, 'The music of Andrew Lloyd Webber', conducido por el mismo Webber. A las 12 de la noche abandonaron el recinto, donde los despedí.

Hemos leído distintas versiones sobre la anécdota del pañuelo, y ahora tenemos la ocasión de que la protagonista, que es usted, nos la cuente...

Es cierto que la princesa de Gales utilizó mi pañuelo: fue en el microbús que nos llevaba del Pabellón de España al Pabellón Real para el almuerzo. Hacía calor, se la veía agobiada y empezó a llorar. La vi abrir y cerrar el bolso, porque yo estaba sentada en el primer asiento como conductora de la visita. Imaginé que buscaba un pañuelo, y su 'lady in waiting' estaba al final del microbús, de modo que recordé que llevaba uno nuevo y con perfume en mi bolso, así que lo saqué y se lo alargué al príncipe Carlos, que estaba en el asiento del pasillo, y que se lo entregó enseguida a la princesa, sentada junto a la ventana. La princesa lo utilizó, me miró y quiso devolvérmelo, pero le indiqué que se lo quedara. Al despedirse para ir a descansar, el príncipe Carlos me dio las gracias afectuosamente. Por la tarde, al llegar al recinto de nuevo para la recepción, nada más llegar, la princesa me devolvió el pañuelo impecable.

Cuando se hizo público que los príncipes de Gales se separaban, ¿qué pensó?

Era algo que se veía venir, pero que sorprendió por no ser un comportamiento habitual en las monarquías, y menos tratándose del heredero al trono.

placeholder Una imagen reciente de Otero en Portugal. (Cortesía)
Una imagen reciente de Otero en Portugal. (Cortesía)

¿Recuerda dónde estaba cuando murió la princesa?

Sí, perfectamente, el 31 de agosto de 1997 estaba terminando mis vacaciones en la playa de Bolonia (Cádiz). Al desayunar me enteré de la noticia y recordé todo esto que he contado.

¿Qué es lo primero que le viene a la mente ahora, 28 años después, cuando piensa en aquel encuentro?

Tengo muy buenos recuerdos de aquel año, pero lo que se me viene a la mente es que la vida es una montaña rusa, unas veces se sube y otras se baja, lo importante es no perder la referencia de donde están el suelo y el cielo…

De esos 158 días acompañando a reyes y jefes de Estado, ¿hay alguno que le llamara la atención más allá del de Diana?

Entre otras muchas visitas, atendí a 23 jefes de Estado (entre ellos reyes de Suecia, Noruega, Dinamarca y Holanda, los príncipes de Mónaco, grandes duques de Luxemburgo, herederos de Japón y Marruecos…), 43 primeros ministros, 9 príncipes herederos, 17 presidentes de multinacionales, personalidades como García Márquez o Saramago, presidentes autonómicos… Cada día pasaban cosas emocionantes, cada día anotaba anécdotas increíbles, era como un carrusel gigante en el que se entraba y no se sabía qué podía suceder. Fue un aprendizaje duro pero muy gratificante.

Aquel 21 de mayo de 1992, en el que Lady Di y el príncipe Carlos visitaron Sevilla, "fue un día típico de primavera sevillana, con sol radiante pero sin calor extremo. George Bush era el presidente de los EEUU, el Barça había conseguido el día antes su primera Copa de Europa y Rafael Sánchez Ferlosio volvía a publicar tras seis años de silencio editorial. En la Expo, el día anterior, el vicepresidente del Gobierno checoslovaco, Jozef Miklosko, había presidido los actos de su Día Nacional, y al día siguiente recibiríamos a SSMM el rey Harald y la reina Sonia de Noruega".

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