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Los veranos felices de Felipe VI (y de toda la familia) cuando era príncipe de Asturias
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Los veranos felices de Felipe VI (y de toda la familia) cuando era príncipe de Asturias

Los únicos que lo pasaban mal eran los escoltas y los fotógrafos, que no podían realizar su trabajo salvo que quisieran aparecer en la lista negra de Zarzuela

Foto: Felipe VI en una imagen de archivo. (EFE)
Felipe VI en una imagen de archivo. (EFE)

La primera vez que el rey Felipe llegó al palacio de Marivent tenía 10 años. Hasta ese verano de agosto de 1973 las vacaciones de los reyes Juan Carlos y Sofía eran itinerantes. Pasaban tiempo en Cascais (Portugal) y en el Pazo de Meirás, invitados por Franco.

Los hijos pequeños de los marqueses de Villaverde (Jaime y Arancha) tenían una edad parecida y compartían juegos.

El marqués de Mondéjar, del que el rey emérito dijo siempre que era como su padre adoptivo, era un enamorado de Mallorca, donde había nacido. Consiguió que la diputación balear cediera el palacio de Marivent para que el príncipe de España (ese era su tratamiento en ese momento) tuviera un lugar fijo para veranear.

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A partir de ese momento la isla se convirtió en el paraíso particular de cada uno de los miembros Borbón y Grecia.

Para la reina Sofía sigue siendo ese lugar nostálgico donde fue muy feliz cuando sus hijos eran pequeños, después adolescentes y más tarde con la llegada de los nietos.

placeholder Don Juan Carlos y el entonces príncipe Felipe en una imagen de archivo. (EFE)
Don Juan Carlos y el entonces príncipe Felipe en una imagen de archivo. (EFE)

El rey Juan Carlos también encontró su felicidad pero muy diferente a la de su mujer. Allí estaban sus amigos, que llegaron a ser poco recomendables, como definía Sabino Fernández Campos a la corte mallorquina, las regatas y los buenos restaurantes. También Marta Gayá. De ella confesó a su íntimo Josep Cusi que estando a su lado era el hombre más feliz. Esa conversación privada fue grabada por el CESID y filtrada muchos años después.

Las infantas vivían su adolescencia y después su juventud sin más preocupaciones que salir a navegar y organizar reuniones en la piscina y en los jardines del palacio con sus amigos. Cristina, más enamoradiza que la hermana, solía echarse novios que duraban hasta el final del verano, como en la canción del Dúo Dinámico.

De pequeño, el príncipe Felipe compartía con sus primos los griegos y los hijos de la infanta Pilar sus primeros conocimientos para navegar en la Escuela de vela de Calanova. Acudían también sus hermanas, que iban por libre al ser más mayores.

placeholder El príncipe Felipe en Mallorca. (Tiempo)
El príncipe Felipe en Mallorca. (Tiempo)

El ocio era más o menos igual para todos. Mañanas de vela, mediodías con almuerzos todos juntos en el jardín o en el comedor de verano de la terraza, tardes de tenis, bicicleta, bolos y sesiones de cine.

Las excursiones a Cabrera en el Fortuna formaban parte de esas vacaciones ideales donde aparentemente formaban una familia estructurada y con un organigrama establecido. La reina era la jefa doméstica de Marivent, el rey estaba para recibir a mandatarios y príncipes extranjeros y despachar con el jefe de Gobierno, que se desplazaba a la isla. De su vida fuera del recinto del palacio nadie pedía cuentas.

Cuando el príncipe superó la adolescencia y cumplió la mayoría de edad, empezó a tener obligaciones institucionales. Viajaba a la toma de posesión de presidentes latinoamericanos y en julio de 1990 realizó un viaje oficial a Australia y Nueva Zelanda del que vino extasiado.

placeholder Felipe VI durante sus veranos de juventud en Mallorca. (Tiempo)
Felipe VI durante sus veranos de juventud en Mallorca. (Tiempo)

Participaba en competiciones internacionales a las que acudía con la infanta Cristina, la prima Alexia y sus compañeros de tripulación, Alfredo Vázquez, Fernando León y Javier Vallejo. A este grupo se unían en Palma los príncipes Kardam, Kyril y Konstantin de Bulgaria, Pablo de Grecia y Bruno Gómez Acebo. No había hora de regreso y todos estaban solteros. Llegaban en tropel a la discoteca Titos, BCM y a cualquier lugar de moda.

Los únicos que lo pasaban mal eran los escoltas y los fotógrafos que hacían la misma ruta y no podían realizar su trabajo salvo que quisieran aparecer en la lista negra de Zarzuela. Si no cumplían la regla no escrita de no ver y no oír, nunca habría opción para ellos de cubrir un acto público del hoy rey Felipe o de las infantas.

Cristina, en aquellos años, era una experta en cerveza y chupitos de tequila. Ni el príncipe ni sus hermanas necesitaban vacaciones privadas y solo se desplazaban fuera de la isla por bodas, cumpleaños o regatas.

Eran tiempos felices donde no había preocupaciones y el príncipe tonteaba igual que el resto de amigos hasta que en agosto de 1989 apareció Isabel Sartorius. La hija del marqués de Mariño decidió pasar parte de ese verano en Soleclau, la villa propiedad de la marquesa de Moratalla a doce kilómetros de Palma en medio del campo y sin apenas turistas.

placeholder Portada de la revista 'Tiempo' con la imagen del príncipe Felipe junto a isabel Sartorius.
Portada de la revista 'Tiempo' con la imagen del príncipe Felipe junto a isabel Sartorius.

Ese lugar fue realmente la casa donde empezaron a verse en secreto. Las primeras imágenes del heredero con la bella Isabel en la lancha Njao, en una cala de la isla Cabrera, mostraron al mundo ese primer noviazgo (casi oficial) del príncipe.

A partir de esa historia de amor y de las que vinieron después (Gigi Howard, Eva Sannum), el rey Felipe buscó otros lugares para mantener su intimidad. Con el tiempo llegaría a su vida la periodista Letizia, el noviazgo, la boda y las niñas.

Los veranos eternos en Marivent dejaron de serlo y las vacaciones privadas se instauraron en la vida del hoy rey Felipe.

Este verano, dadas las circunstancias por el coronavirus y los momentos tan complicados que rodean a don Juan Carlos, tampoco habrá viajes secretos.

La primera vez que el rey Felipe llegó al palacio de Marivent tenía 10 años. Hasta ese verano de agosto de 1973 las vacaciones de los reyes Juan Carlos y Sofía eran itinerantes. Pasaban tiempo en Cascais (Portugal) y en el Pazo de Meirás, invitados por Franco.

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