El difícil comienzo de Charlène en Mónaco: cuando dijo que estaba "lleno de víboras"
'Paris Match' desleva cuánto tuvo que luchar la exnadadora para hacerse un hueco en el principado, donde se encontró frontalmente con la hostilidad de su cuñada Carolina
Charlène de Mónaco siempre ha dado la impresión de que no terminaba de encajar en su papel institucional. El rictus serio que ha lucido a lo largo de estos años y que tantas críticas le ha valido era una constante en sus apariciones oficiales, mientras que se mostraba mucho más distendida y alegre en momentos privados en los que se creía lejos de las cámaras. Un gesto que podría tener su explicación en las dificultades que encontró cuando se convirtió en la novia de Alberto de Mónaco, tal como desvelaba este jueves la publicación francesa 'Paris Match'.
Alberto y Charlène se conocieron en el año 2000, durante el Encuentro Internacional de Natación de Montecarlo, pero no empezaron a salir hasta seis meses después. Lo hicieron de una forma más que discreta y no fue precisamente fácil, por la distancia y el estatus de él. Solo unos años después, la sudafricana aprovechó que su carrera empezaba a decaer para establecerse en el principado, donde encontró no pocas dificultades. Además de que Alberto reconoció en 2005 y 2006 a sus dos hijos ilegítimos, se topó frontalmente con la hostilidad de la princesa Carolina, su cuñada, que tras la muerte de Raniero, era la primera dama. Un estatus que perdía al llegar Charlène: "Carolina apenas esconde su decepción. Sus miradas heladas hacen que Charlène se estremezca", recoge la publicación.
Carolina y las dos paternidades de Alberto -que podrían convertirse en tres por la demanda que le ha interpuesto recientemente una joven brasileña- no son los únicos obstáculos que Charlène se encuentra y que hacen que la vida palaciega no sea tan idílica como se había imaginado. A partir de 2006, una vez que Alberto -entonces ya jefe de Estado- anuncia su relación con la sudafricana, sus apariciones públicas se multiplican. Y con ellas, los chismes y rumores sobre la pareja que circulan por el principado. Muchos llegan a oídos de Charlène, que se desahogó en aquel momento con un amigo íntimo: "Mónaco es un pueblo poblado por tiburones y víboras".
Charlène nunca ha hablado abiertamente de las dificultades que se encontró en la propia familia de Alberto, pero sí lo insinuó en una entrevista, también con 'Paris Match', que ofrecía en 2015: "Solo unos pocos se han mostrado hostiles hacia mí, rechazando así la elección del soberano. Le hizo tanto daño como a mí", decía. Pero Charlène ha demostrado, más o menos seria, que sí tiene su hueco en el principado. Especialmente en los últimos meses, la exnadadora ha dado un giro a su imagen, ofreciendo una nueva versión de sí misma, más amable, más cariñosa y más feliz. Quizá la misma imagen que hubieran esperado los monegascos desde el principio y que le costaba -no sin motivo- tanto mostrar.
Charlène de Mónaco siempre ha dado la impresión de que no terminaba de encajar en su papel institucional. El rictus serio que ha lucido a lo largo de estos años y que tantas críticas le ha valido era una constante en sus apariciones oficiales, mientras que se mostraba mucho más distendida y alegre en momentos privados en los que se creía lejos de las cámaras. Un gesto que podría tener su explicación en las dificultades que encontró cuando se convirtió en la novia de Alberto de Mónaco, tal como desvelaba este jueves la publicación francesa 'Paris Match'.