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Leonor y el aldeanismo español
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FAMILIA REAL ESPAÑOLA

Leonor y el aldeanismo español

Pocos reparan en que la futura reina de la España constitucional no será otra cosa - protocolos al margen- que la primera funcionaria del Estado

Foto: La princesa de Asturias. (Getty)
La princesa de Asturias. (Getty)

Dicen que la envidia es el primer pecado capital de los españoles. Y desde luego, cabe imaginar la rabia escondida que algunas élites generan en la sufrida clase media patria. Estudiar el bachiller en un colegio galés estilo Harry Potter es, desde luego -becas aparte-, un signo de elitismo, y conlleva ese precio añadido a la exorbitante factura de la matrícula. Si además resulta que esa clase media se ha venido empapando en los últimos años de la lluvia fina de un discurso social igualitarista y un tanto ramplón, la noticia se hace más bola y la digestión, pesada. Pero en realidad, el lastre que pesa sobre la adolescente llamada a ser reina de España y en puertas hoy de salir de su burbuja familiar para formarse en el extranjero es... el aldeanismo español.

Foto: La princesa Leonor, en 2019. (EFE)

Pocos habrían imaginado diez años atrás que aquella España cosmopolita, contradictoria y desigual pero libre y abierta a un mundo global, iba a acabar replegada de puertas adentro a fuer de la crisis, la pandemia y el sectarismo. Los mismos que querrían ver a la hija del rey a las puertas de un instituto de barrio, protestarían por la presencia de sus escoltas, y le harían pagar sus ‘privilegios’ a golpe de bocata, litrona e Instagram.

placeholder La reina Letizia y la princesa Leonor. (EFE)
La reina Letizia y la princesa Leonor. (EFE)

A Leonor, la gente aún le llama la infanta; y no es de reprochar, porque a ningún político se le ha pasado por la cabeza introducir en el plan de estudios de los españoles ni las nociones más básicas acerca del modelo de Estado que rige en su país desde hace 500 años, esto es, la monarquía. Para el común, la princesa es lo más parecido a la hija de los zares, esto es, una niña mecida entre violines y algodones cuyo destino bien puede ser el trono o el cadalso. Pocos reparan en que la futura reina de la España constitucional no será otra cosa - protocolos al margen- que la primera funcionaria del Estado.

Si de verdad lo creyéramos, si de verdad la ciudadanía hubiera aprendido/entendido el beneficio de tener a la persona mejor formada al frente de la diplomacia y del arbitrio de las instituciones, nos felicitaríamos de que Leonor conviviera en su nuevo colegio con alumnos de todas las confesiones y nacionalidades, y siguiera las mismas huellas de las colegas europeas de su generación, como Isabel de los Belgas. Más aún, pediríamos a los señores diputados que pagaran ellos la cuenta, en lugar de sus padres los Reyes, a cargo de los Presupuestos... Pero esa no es la España de Leonor.

placeholder La princesa Leonor en Asturias. (Limited Pictures)
La princesa Leonor en Asturias. (Limited Pictures)

El que un rotulador de la tele pública cuente que la heredera se va fuera de España “como su abuelo”, tal vez no sea más que una muestra contemporánea del esperpento valleinclanesco del XIX, tan español. El que un partido como Podemos fabule con la noticia para tratar de justificar que no existe en este país una “democracia plena”, empieza a rozar ya la tragedia política; una deslealtad más. Pero que el ‘número dos’ del Gobierno, el mismo Gobierno que ha dado luz verde al plan de estudios de la heredera de La Corona, reniegue de la medida autorizada por su presidente, ya alcanza la esquizofrenia institucional.

Valga para Leonor este viaje de dos años, aunque solo sea para tomar un respiro antes de volver -y jurar la Constitución- a este tragicómico país de aldeanos.

Dicen que la envidia es el primer pecado capital de los españoles. Y desde luego, cabe imaginar la rabia escondida que algunas élites generan en la sufrida clase media patria. Estudiar el bachiller en un colegio galés estilo Harry Potter es, desde luego -becas aparte-, un signo de elitismo, y conlleva ese precio añadido a la exorbitante factura de la matrícula. Si además resulta que esa clase media se ha venido empapando en los últimos años de la lluvia fina de un discurso social igualitarista y un tanto ramplón, la noticia se hace más bola y la digestión, pesada. Pero en realidad, el lastre que pesa sobre la adolescente llamada a ser reina de España y en puertas hoy de salir de su burbuja familiar para formarse en el extranjero es... el aldeanismo español.

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