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El duque de Edimburgo, por primera (y última) vez dos pasos por delante de Isabel II
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FAMILIA REAL BRITÁNICA

El duque de Edimburgo, por primera (y última) vez dos pasos por delante de Isabel II

Este sábado, la monarca y su difunto marido se intercambiaron los papeles para dar el último adiós a un hombre clave en la historia de la monarquía del Reino Unido

Foto: Isabel II y el duque de Edimburgo en una imagen de archivo. (EFE)
Isabel II y el duque de Edimburgo en una imagen de archivo. (EFE)

En febrero de 1952, la joven princesa Isabel y su marido Felipe se encontraban de gira en Kenia. Allí, él fue el encargado de comunicar a su esposa la triste noticia de la muerte de su padre, el rey Jorge VI. Cuando su avión aterrizó de regreso en Londres, la escena quedó para la posteridad. Isabel, vestida de negro, bajó las escaleras donde la estaba esperando Winston Churchill. Felipe se quedó detrás de la puerta hasta que ella puso pie en suelo británico. Había cambiado todo. Isabel se convertía en monarca. Él asumía la compleja labor de estar siempre dos pasos por detrás.

placeholder La reina Isabel baja sola del avión tras enterarse de la muerte de su padre en Kenia. (Getty)
La reina Isabel baja sola del avión tras enterarse de la muerte de su padre en Kenia. (Getty)

Así ha sido durante más de siete décadas. Hasta este sábado, cuando se intercambiaron los papeles para dar el último adiós a un hombre clave en la historia de la monarquía del Reino Unido. Felipe tomaba, por primera vez, todo el protagonismo. Y era la Reina la que se posicionaba dos pasos por detrás, cerrando la procesión solemne que acompañó el féretro de su gran compañero de vida, desde el castillo de Windsor hasta la capilla de San Jorge.

El príncipe Felipe, fallecido el pasado 9 de abril a los 99 años, tuvo el funeral que siempre quiso. “Cuando llegue mi hora no quiero un funeral de Estado, prefiero un entierro más modesto, acorde con lo que soy, solo un viejo cascarrabias”, confesó antes de morir, con su particular sentido del humor. En cualquier caso, desde 2003, cuando se puso en marcha la llamada 'Operación Forth Bridge', él mismo se involucró en cada uno de los detalles que marcarían su despedida.

Fue el propio Felipe quien diseñó el vehículo militar de la marca Land Rover a lo largo de una década para convertirlo en su coche fúnebre. En 2019 se realizó la última variación, hasta quedar completamente a su gusto. Su gran pasión por el enganche ecuestre le llevó también a diseñar el carruaje que utilizó en los últimos años para dar tranquilos paseos. El carro llegó el sábado hasta el castillo de Windsor tirado por sus dos caballos favoritos -unos poni de raza Fell-, mostrando los guantes, la bufanda y la manta que él solía llevar.

placeholder El carruaje del duque de Edimburgo. (Youtube Casa Real británica)
El carruaje del duque de Edimburgo. (Youtube Casa Real británica)

Y también fue él quien eligió la música interpretada por el coro, entre ellas, el Kontakion ruso, himno tradicional en los funerales cristianos ortodoxos. El duque nació en Grecia y lo bautizaron en el cristianismo oriental. En su muerte volvía, por tanto de alguna manera, a sus orígenes, esos que en un principio le valieron en Palacio el apodo de 'el intruso'.

Las restricciones por la pandemia obligaron a realizar algunas modificaciones. Entre ellas, se pidió al público que no se concentrara en las proximidades del castillo de Windsor y siguiera la ceremonia a través de televisión. En cualquier caso, los símbolos más importantes estuvieron tal y como él siempre deseó.

Más de 700 representantes de todos los ejércitos se sumaron a la pompa militar. Entre ellos, la banda de la Guardia de Granaderos, una de las más antiguas del mundo y de la que el duque de Edimburgo fue coronel durante 42 años. Los últimos tres siglos esta banda ha estado al servicio de quince monarcas distintos y ha puesto música a los hechos clave que han sucedido en la historia del Reino Unido, como la Segunda Guerra Mundial, donde sirvió el príncipe Felipe.

placeholder Miembros del ejército en el castillo de Windsor. (Palacio de Kensington)
Miembros del ejército en el castillo de Windsor. (Palacio de Kensington)

Él quería que sus hijos y nietos acudieran de uniforme. Pero eso es lo único que no pudo ser. Tras la sonada salida de la familia real, al príncipe Harry -que estuvo en la guerra de Afganistán- se le quitaron los honores militares. Y para no hacer crudas excepciones, todos vistieron de civil. Precisamente, el esperado regreso al Reino Unido del duque de Sussex era una de las cuestiones que generaba más expectación. Era la primera vez que se reunía con los suyos desde marzo de 2020, cuando el hijo menor de Lady Di y su esposa Meghan -que no acudió al funeral debido a su avanzado segundo embarazo- decidieron romper con Palacio de Buckingham para afincarse en Los Ángeles, donde recientemente concedieron una polémica entrevista acusando a la Casa Real, entre otros, de racismo.

El príncipe Harry y su hermano, el príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión, caminaron juntos en el cortejo fúnebre que acompañó al féretro, aunque no lo hicieron hombro con hombro. Entre ellos estuvo su primo, Peter Phillips, hijo de la princesa Ana, que siempre fue el ojito derecho del duque de Edimburgo. No obstante, tras el funeral, sí se les vio saliendo juntos de la capilla. Sabían la importancia de la imagen para no avivar los rumores de distanciamiento. Y, ante todo, el sábado todo el protagonismo debía darse a su abuelo.

placeholder El príncipe Harry, junto a Kate y Guillermo. (Youtube Casa Real)
El príncipe Harry, junto a Kate y Guillermo. (Youtube Casa Real)

El funeral también se convirtió en la reaparición pública del príncipe Andrés, tercer hijo de Isabel II y el duque de Edimburgo, condenado desde 2019 al ostracismo social y apartado de todo, tras la polémica por su amistad con el pedófilo Jeffrey Epstein y las acusaciones de que había mantenido relaciones con una menor, Virginia Roberts, quien se ha convertido en una figura clave para seguir desenmascarando al desaparecido multimillonario norteamericano, encontrado muerto en su celda de Nueva York en agosto de 2019.

Una vez dentro de la capilla, la distancia que se tuvo que guardar por restricciones del covid entre los únicos 30 asistentes a la ceremonia dejaron una imagen aún más desgarradora de la soledad de Isabel II, que el próximo 21 de abril cumplirá 95 años. Sentada en su lugar de siempre en el coro, bajó en más de una ocasión su cabeza dejando su ojos llorosos totalmente ocultos por el ala del sombrero.

placeholder La reina Isabel, esperando el féretro. (Cordon Press)
La reina Isabel, esperando el féretro. (Cordon Press)

Quien tampoco pudo contener la emoción fue el príncipe Carlos, heredero al trono. Nunca llegó a entenderse del todo con su padre. "Mientras que yo soy pragmático, él es un romántico, por lo que vemos la vida de distinta manera", llegó a decir en alguna ocasión Felipe. La insignia del duque de Edimburgo, el bastón del mariscal de campo, las alas de la RAF y las decoraciones de Dinamarca y Grecia, se colocaron sobre cojines en el altar. El Duque tampoco quiso elegías familiares. El decano de Windsor, David Conner, le recordó someramente como, "un hombre de amabilidad, humor y humanidad, reconocido por su inquebrantable lealtad a la Reina, al país y a la Mancomunidad de Naciones, y por su coraje, su fortaleza y su fe".

Los restos mortales fueron depositados en el panteón real bajo la capilla de San Jorge. Aunque cuando Isabel II fallezca, se le trasladará a la capilla conmemorativa del rey Jorge VI de la iglesia gótica, para que el matrimonio esté enterrado en el mismo lugar. Ese diminuto templo conmemorativo familiar, situado en Windsor, cobija además los restos mortales del padre de la reina, Jorge VI, la reina madre y la hermana pequeña de Isabel II, la princesa Margarita.

En febrero de 1952, la joven princesa Isabel y su marido Felipe se encontraban de gira en Kenia. Allí, él fue el encargado de comunicar a su esposa la triste noticia de la muerte de su padre, el rey Jorge VI. Cuando su avión aterrizó de regreso en Londres, la escena quedó para la posteridad. Isabel, vestida de negro, bajó las escaleras donde la estaba esperando Winston Churchill. Felipe se quedó detrás de la puerta hasta que ella puso pie en suelo británico. Había cambiado todo. Isabel se convertía en monarca. Él asumía la compleja labor de estar siempre dos pasos por detrás.

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