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La curiosa estadística que demuestra la enorme popularidad de Felipe de Edimburgo
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La curiosa estadística que demuestra la enorme popularidad de Felipe de Edimburgo

Su incansable labor en todo tipo de actos y eventos le hizo ganarse un hueco en los corazones de los británicos

Foto:  El duque de Edimburgo e Isabel II, en un evento de 2016. (Getty)
El duque de Edimburgo e Isabel II, en un evento de 2016. (Getty)

La muerte a los 99 años del que durante 73 de ellos fuera el consorte de la reina de Inglaterra ha provocado titulares en todo el mundo y de paso ha hecho que conociéramos historias de lo más curiosas sobre él. Como la de la tribu de la isla de Tanna, en el archipiélago de Vanuatu, que adoraban al duque de Edimburgo como si fuera un dios. Una creencia fortalecida con su visita en 1974 a la isla junto a Isabel II.

El consorte real más longevo de la historia estaba a punto de cumplir cuatro años retirado de sus funciones reales, pero hasta entonces había realizado la impresionante cantidad de 22.219 apariciones públicas en nombre de Su Majestad desde 1952. Por ello, no es de extrañar que una estadística de 2017 que acaba de salir a la luz mostrara que casi una cuarta parte de sus súbditos ingleses le ha conocido o visto en persona al menos una vez.

placeholder  El funeral del duque de Edimburgo. (Getty)
El funeral del duque de Edimburgo. (Getty)

La encuesta de YouGov reveló que el 22% de los británicos ha tenido algún tipo de interacción con el príncipe Felipe, lo que le convierte en el segundo miembro de la familia real más activo en este sentido después de la reina, que ha sido vista por el 31% de los ciudadanos.

En el tercer lugar, en este particular podio se encuentra su hija, la princesa Ana, de la que se dice que es el miembro de la realeza que más trabaja, mientras que el príncipe Carlos ocupa el cuarto lugar, con un 16% de la población que lo ha visto o conocido.

Foto: Isabel II y el duque de Edimburgo en una imagen de archivo. (EFE)

Es una hazaña impresionante para un consorte real, un papel que hasta la llegada del duque de Edimburgo nunca había estado claramente definido y, ciertamente, nunca desempeñado por nadie de la misma manera que él. Decepcionado por su carrera en la Armada, se lanzó a servir del mejor modo a su esposa, siendo la punta de lanza de su programa del Premio dDque de Edimburgo, que anima a los niños de todos los orígenes a aprender nuevas habilidades y ser voluntarios en sus comunidades.

En los últimos días, los numerosos homenajes al duque han detallado su capacidad para hacer que la gente se sintiera más cómoda y cercana cuando se trataba de ver cara a cara a la familia real, aunque su campechana actitud provocara multitud de anécdotas y más de una metedura de pata.

placeholder  El duque, con las alumnas de una escuela de Londres. (Getty)
El duque, con las alumnas de una escuela de Londres. (Getty)

Una de sus más señaladas salidas de tono fue cuando, sobre que en su condición de consorte sus hijos llevaran los apellidos de Isabel II, comentó a unos periodistas: "No soy más que una maldita ameba, soy el único en el país que no puede dar sus apellidos a sus hijos".

Los escoceses "demasiado aficionados a la bebida", los trajes tradicionales de diversos países de la Commonwealth, los mutilados de guerra o el niño que estaba "demasiado gordo" para ser astronauta fueron algunas de las otras 'víctimas' de su en ocasiones excesiva franqueza en directo.

La muerte a los 99 años del que durante 73 de ellos fuera el consorte de la reina de Inglaterra ha provocado titulares en todo el mundo y de paso ha hecho que conociéramos historias de lo más curiosas sobre él. Como la de la tribu de la isla de Tanna, en el archipiélago de Vanuatu, que adoraban al duque de Edimburgo como si fuera un dios. Una creencia fortalecida con su visita en 1974 a la isla junto a Isabel II.

Princesa Ana Isabel II
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