Una corona y tres retratos robot: una monárquica, un republicano y un juancarlista despechado
Tres personajes que no existen, pero que en el fondo se parecen a personas que todos conocemos y apreciamos
En las campañas electorales y en las publicitarias, suele hacerse un ejercicio parecido al que vamos a compartir hoy. Parece un juego, pero es útil para ayudar a los creativos a dar con la tecla correcta. Sirve para poner cara y ojos a los potenciales compradores o votantes —público objetivo—.
Y se lleva a cabo reuniendo en un mismo lienzo las pinceladas que aportan la sociología y el 'big data'. Cuando se trabaja con buenos números, como es el caso, quedan perfilados una serie de retratos robot. No son estereotipos. Son arquetipos que nos aproximan a la comprensión de realidades inevitablemente complejas.
El análisis de la profunda encuesta realizada por el Instituto IMOP que publica Vanitatis, combinado con otros datos, nos ha llevado a desembocar en tres categorías principales que hemos parodiado un poco. Tres personajes que no existen, pero que en el fondo se parecen a personas que todos conocemos y apreciamos. Vamos con ellas.
Conchi es monárquica
Nació hace 58 años en Ciudad Real, donde sigue viviendo con la hipoteca de los 130 metros de su piso ya pagada. Segunda residencia en Alicante. Moderadamente satisfecha con su vida. Casada, madre de tres hijos. Funcionaria, así que con situación económica desahogada. Votante del PP de toda la vida, salvo en el tramo final de Rajoy. No le gusta nada Abascal. Se siente muy española y valora las tradiciones. Es católica, menos practicante de lo que querría. Siempre llevó el pelo largo, ahora no. Mechas, mechas rubias, siempre.
Tiene un iPhone X. Tira de Facebook, WhatsApp y notas de voz que no bajan de tres minutos. No compra mucho por internet, empezó con la pandemia pero todavía desconfía. Eso sí, confía a muerte en El Corte Inglés porque son gente seria. De vez en cuando, se compra algo en Zara. Pero es muy de Punto Roma. Bolsazo de Carolina Herrera, empezando a valorar seriamente hacerse con un Michael Kors. Perfume Tous. Le siguen gustando las joyas, tres buenos anillos.
Ha viajado por Europa, tres capitales. En París, descubrió que el francés que aprendió en el colegio de monjas no servía de mucho. Es espectadora de Antena 3. Se parte con Carlos Herrera. Disfruta reformando la casa. Cocina que da gusto. Bebe vino ocasionalmente, cerveza sin alcohol en las terrazas y fuma. Fuma mucho. ¿El mejor día de su vida? La boda de su hija. Tiene unas ganas locas de ser abuela. Un secreto: estuvo enamorada de Banderas, ahora de Mario Casas. Jamás lo contará.
Lucas es republicano
Nació hace 27 años en Barcelona, hijo de clase media. Vive en un piso compartido. Ahora trabaja con un salario que está muy por debajo de su formación. Funde lo poco que ahorra en viajes, tal y como podía verse antes del covid en su Instagram. Se dio de alta en el Tinder por el confinamiento, dice. Ya no lo usa. 'Gay friendly'. Dice también que está cansado del ruido de Twitter y que se está quitando, pero le cuesta.
Urbano que sabe disfrutar del campo en grupo. Empieza a plantearse lo de hacerse vegano, aunque el jamón, claro... 'Runner' ocasional, de Decathlon. Detesta las marcas, aunque valora el calzado deportivo. Tiene bicicleta, alquila un monopatín eléctrico de vez en cuando. 'Mascotista'. Casi nunca ve la tele. Si la enciende, es para echarse un 'Fifa' con los colegas, ahora menos. Ahora considera que la vida está en la calle, porque piensa que la pandemia le ha robado un año entero. Pasa de la radio, pero escucha 'podcasts'. iPhone heredado. Cuenta gratuita en Spotify. En Netflix, la de los padres. Filmin sí que lo paga, con orgullo. Le gusta el cine de autor. Está leyéndose uno de Naomi Klein. Lo de Tangana le ha llamado la atención. Come desde el microondas o gracias a Glovo. ¿Accesorios? ¿Joyería? Las pulseras de los festivales de música.
Le encantaría aprender a tocar el ukelele. Está convencido de que Gerard Piqué es el tipo más gracioso del mundo. Se siente más catalán que español, mucho más. Votante podemita mosqueado con Iglesias, decepcionado, algo más satisfecho con Colau. En las últimas, votó a ERC, lo decidió casi en el último minuto. Bebedor social. Fumador ocasional de marihuana. ¿El mejor día de su vida? Aquella noche en Tailandia, con su ex.
Salvador es un juancarlista despechado
Nació hace 62 años en la provincia de Málaga. Y nadie le ha regalado nada. Ha trabajado mucho y tiene abierta una ferretería en la capital. Cero deudas. Se casó enamorado. Pero el divorcio llegó cuando los dos chavales eran adolescentes. Desde hace tres años, mantiene una relación estable con una cincuentona ecuatoriana con la que escucha a Serrat en su Ford Mondeo diésel.
Socialista de los de toda la vida. No comprende a Sánchez, aunque le sigue votando. Le gustaba Alfonso Guerra. Admiraba a Rubalcaba, mucho. Pero nadie le ha fascinado más que Felipe González. Ya no hay políticos como los de antes. Tampoco periodistas, se nos ha ido Gabilondo. Fiel a la 1 y a la SER, Salvador piensa que nada es como antes, salvo el Real Madrid, que siempre está ahí. El Madrid y las camisas de cuadros pequeños con distinto color, Emidio Tucci. Zapatos náuticos, reloj Seiko, esencia de Loewe para salir. Carnívoro de los de chuletón. Daría un año de su vida por llegar a una cena de amigos con Anne Igartiburu del brazo.
Se siente tan andaluz como español. Básicamente, usa el Xiaomi —con doble tapa de imitación piel— para hacer fotos. Y tiene la vieja cartera de Maurice Lacroix hasta arriba de facturas. Es un tipo honrado. Empieza a ser consciente del paso del tiempo. No le preocupan los cuatro kilos que le sobran porque son señal de salud. Sin embargo, le inquieta bastante la pérdida de cabello. Ha mirado el precio del trasplante y le gustaría tener valor para valorarlo. Dejó de beber hace tiempo, lo prometió y lo está cumpliendo. Disfrutó leyendo 'La sombra del viento' y ahora está con la novela histórica, también las series. ¿El mejor día de su vida? En realidad, hay más de uno: el gol de Mijatovic cuando la séptima y la infancia por entero. Nació en el Mediterráneo.
En las campañas electorales y en las publicitarias, suele hacerse un ejercicio parecido al que vamos a compartir hoy. Parece un juego, pero es útil para ayudar a los creativos a dar con la tecla correcta. Sirve para poner cara y ojos a los potenciales compradores o votantes —público objetivo—.