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La reina Letizia y la madurez de los 49
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FAMILIA REAL ESPAÑOLA

La reina Letizia y la madurez de los 49

El tiempo se ha portado bien con la consorte. O más bien ha recompensado sus propios esfuerzos

Foto: La reina Letizia, en una imagen de archivo. (LP)
La reina Letizia, en una imagen de archivo. (LP)

La juventud está sobrevalorada. Sé que se trata de una sentencia dictada por viejos razonablemente satisfechos. Pero no me digan que no casa bien en el caso de doña Letizia, infinitamente más royal en este 49 cumpleaños que en el 39 -valga citar aquella lejana víspera del cambio de ciclo político de finales de 2011 en España, en que la todavía princesa pisaba moqueta de palacio con tanto tiento como energía-. Y no digamos nada de sus 29, cuando la inquieta periodista, la "pesada Ortiz" que acosaba a preguntas -como ella ha contado al ser nombrada alumna de honor de la Complutense-, ni siquiera había conocido a su príncipe y estaba a años luz de abrazar la monarquía.

El tiempo se ha portado bien con la consorte. O más bien ha recompensado sus propios esfuerzos. Y no tanto por su aspecto, que también. No hay más que tirar de fototeca para apreciar, además de la disciplina y el cuidado físico, una indumentaria más tranquila y un rostro menos tenso. La reciente imagen veraniega de una reina en alpargatas, feliz e indisimuladamente superada por la altura de sus hijas, explicita el cambio. Empequeñecerse, como dar un paso atrás, es un signo de madurez.

placeholder La Reina, con sus hijas en Mallorca. (LP)
La Reina, con sus hijas en Mallorca. (LP)

Poco tiene que ver la armonía que transmite la familia real de ahora con la del rifirrafe de hace tres años y medio a las puertas de la catedral de Palma. Alejado -abruptamente- el regio y problemático abuelo, y sometida doña Sofía al control de las contadísimas y amables apariciones con sus nietas, la Reina ha ganado su particular partida.

Pero yo diría que es en la educación de sus hijas donde doña Letizia ha encontrado cauce a su fuerte personalidad, lo que en todo caso, y en términos institucionales, constituye su verdadera función y su éxito más aparente. No en vano, ha llevado a gala su criticado control sobre las niñas, su dictadura alimenticia, su hiperprotección mediática y la formación pequeñoburguesa de la heredera del trono. Poco ha desvelado el vigente blindaje informativo de Zarzuela sobre la personalidad de las hijas del monarca, pero a día de hoy cabe decir que las regias adolescentes cumplen con las mejores expectativas culturales, sociales y protocolarias.

Con Leonor fuera de España, la Reina ha cumplido su más difícil etapa. A partir de ahora, y más desde el día en que la heredera jure la Constitución, en solo tres años, todo el trabajo de Letizia será procurar que su hija vaya ocupando su propio lugar de representación… hasta el momento de la sucesión. Es el ser de las monarquías.

Es por ese trabajo, además de esa perenne vocación por estar al día de todo -no entrega un premio literario que no haya leído ni emprende una causa solidaria sin conocer a los beneficiarios-, por lo que me parece particularmente injusto que, cuando googleo 'reina', solo aparezca en la red Isabel II, y que cuando escribo Letizia, solo aparezcan sus outfits. Letizia sigue siendo aquella estudiante preguntona y "pesada", pero la madurez la ha llevado, en la antesala de los 50, a “intentar hacer las cosas bien en el lugar que le corresponde”.

La juventud está sobrevalorada. Sé que se trata de una sentencia dictada por viejos razonablemente satisfechos. Pero no me digan que no casa bien en el caso de doña Letizia, infinitamente más royal en este 49 cumpleaños que en el 39 -valga citar aquella lejana víspera del cambio de ciclo político de finales de 2011 en España, en que la todavía princesa pisaba moqueta de palacio con tanto tiento como energía-. Y no digamos nada de sus 29, cuando la inquieta periodista, la "pesada Ortiz" que acosaba a preguntas -como ella ha contado al ser nombrada alumna de honor de la Complutense-, ni siquiera había conocido a su príncipe y estaba a años luz de abrazar la monarquía.

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