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De Carlota Casiraghi a la reina Isabel II: la pasión compartida que une a generaciones de royals
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Hípica de sus amores

De Carlota Casiraghi a la reina Isabel II: la pasión compartida que une a generaciones de royals

A lo largo de la historia, la hípica ha sido una de las pasiones de los royals, no solo por la conexión especial entre jinete y montura, también por su interés por competir

Foto: Carlota Casiraghi, en 2012 disfrutando de su pasión, al hípica. (EFE/Andreas Pessenlehner)
Carlota Casiraghi, en 2012 disfrutando de su pasión, al hípica. (EFE/Andreas Pessenlehner)

Hay tradiciones que son completamente atemporales, que despiertan pasiones con el mismo fervor en las royals que apenas dan sus primeros pasos y en las que llevan años luciendo la corona. Eso es lo que sucede con la hípica, un deporte que (con permiso de las competiciones de vela) parece haberse convertido en uno de los preferidos por la realeza, sin importar edad o procedencia.

Esta competición parece tener un lugar destacado en el corazón de muchas de ellas, otras se han atrevido a vivirla más de cerca e incluso han llegado a probar suerte participando en primera persona. Aunque habitualmente les vemos en las gradas, también les gusta sacar su lado más competitivo. Por ejemplo, la infanta Elena tiene un huequito especial en su corazón reservado para la hípica, pasión que le ha inculcado a su hija Victoria Federica.

placeholder La infanta Elena, en 2015 durante una competición en Málaga. (EFE/Alf)
La infanta Elena, en 2015 durante una competición en Málaga. (EFE/Alf)

Desde joven, la hípica ha sido una de sus grandes pasiones y no ha renunciado a ella conforme cumplía años. Siempre ha sido una estupenda amazona y la categoría de salto su preferida, por eso no es raro verla de vez en cuando y en compañía de buenos amigos, disfrutando de este ejercicio e incluso compitiendo. También aficionada a los concursos de salto es Carlota Casiraghi, a la hora de admirarlos, pero sobre todo de participar en ellos. Una de sus citas imprescindibles es el concurso internacional de salto de Montecarlo, donde no duda en llevar a su hijo mayor para que disfrute el espectáculo y el ambiente.

Cuando solo tenía cuatro años, la reina Isabel II tuvo su primer caballo, un poni de raza shetland llamado Peggy, desde entonces estos han sido su gran pasión y nunca ha dejado de montar. De hecho, este fue uno de los deportes a los que recurrió durante el tiempo de cuarentena que les mantuvo a ella y a su marido encerrados en Windsor para evitar contagios. Admirar a la reina montando a caballo por los jardines de palacio para mantenerse activa se convirtió en una imagen habitual. No solo es aficionada a la equitación y las carreras, también es criadora de purasangres y una gran amazona.

placeholder Isabel II, en el espectáculo ecuestre Royal Windsor Horse Show 2019. (EFE)
Isabel II, en el espectáculo ecuestre Royal Windsor Horse Show 2019. (EFE)

Esta es una pasión que su padre supo inculcar en ella, pues de Jorge VI no solo heredó la corona, también su amor por estos animales y, tras la muerte del monarca, ella fue la que se encargó de continuar la tradición familiar y tomar las riendas del stud real, continuando con su labor de cría y competición. Ella montaba y entrenaba a sus propios caballos de carreras y ha ganado casi todos los premios británicos en este tipo de competiciones. De sus hijos, la princesa Ana es quien ha seguido sus pasos más fielmente, participando como jinete de salto en las Olimpiadas de Montreal en 1976.

Aunque toda la familia real británica sabe montar desde que eran muy pequeños, no todos han desarrollado la misma pasión que la reina por este deporte. Así, mientras Guillermo y Harry siempre han sido más partidarios del polo, ha sido su nieta Zara Tindall, hija de la princesa Ana, quien ha seguido con la tradición familiar. Amazona de profesión, ella también fue olímpica; en Londres 2012 se hizo con la plata por equipos en hípica. Sin embargo, más allá de esta competición, sus logros en el sector son muchos más y cuenta con un palmarés de lujo.

placeholder Zara Tindall, con su medalla de plata en Londres 2012. (Cordon Press)
Zara Tindall, con su medalla de plata en Londres 2012. (Cordon Press)

No ha sido la única royal en ganar una medalla olímpica en la hípica, este hito se repitió en Pekín 2008, en este caso de la mano de Natalia of Sayn-Wittgenstein-Berleburg. La hija de la princesa Benedicta, hermana menor de la reina Margarita de Dinamarca, consiguió junto a su equipo la medalla de bronce, que no dudó en lucir con orgullo durante la cena organizada por la reina en honor de los integrantes del equipo olímpico de Dinamarca, donde ella recibió el cariño de su familia.

También fue olímpica Haya de Jordania, aunque ahora sea más famosa por su sonado divorcio, ella participó en Sídney 2000, pero también en otras numerosas competiciones, que la ayudaron a hacerse un nombre en el mundo de la hípica. Esta pasión surgió tras la muerte de su madre, cuando ella tenía solamente tres años cuando, para evitar su tristeza, su padre le regaló un potro y a los 12 años comenzó a participar en competiciones.

Muy joven ha empezado también la hija menos de Marta Luisa de Noruega, de quien su madre está muy orgullosa y así lo dejó ver a través de su cuenta de Instagram, cuando su hija pequeña Emma conseguía un merecido tercer puesto en la Competición Nacional Noruega de salto este verano. “Felicidades, cariño, estoy muy orgullosa de cómo habéis crecido juntos este año”, escribía Marta Luisa tras hacerse su hija con la medalla de bronce, conseguida junto a su caballo Fetoucha. No es raro que su madre le anime, pues durante mucho tiempo ella misma compitió de forma oficial, siendo una excelente amazona. Sin embargo, tras su boda con Ari Behn, quien se suicidó en 2019, y el nacimiento de sus hijas, esta pasión quedó en un segundo plano.

Ya sea por tradición familiar, como en el caso de Isabel II, o como manera de afrontar sentimientos tristes, como le sucedió a Haya, parece que siempre es un buen momento para disfrutar del ejercicio y compartir tu vida con un animal tan especial como un caballo, creando con ellos una conexión especial con la que ganar competiciones o con la que encontrar a tu mejor amigo.

Hay tradiciones que son completamente atemporales, que despiertan pasiones con el mismo fervor en las royals que apenas dan sus primeros pasos y en las que llevan años luciendo la corona. Eso es lo que sucede con la hípica, un deporte que (con permiso de las competiciones de vela) parece haberse convertido en uno de los preferidos por la realeza, sin importar edad o procedencia.

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