El pacto Windsor: la tóxica relación de Guillermo y Harry con la prensa británica
La relación de los hermanos con la prensa siempre ha sido tormentosa. Pero por ambas partes son conscientes de que no pueden vivir los unos sin los otros
Cuando Lady Di falleció en el trágico accidente de coche en París huyendo de los paparazzi, sus hijos, Guillermo y Harry, tenían tan solo 15 y 13 años. La prensa les permitió estar alejados del foco y ambos pudieron pasar sus años académicos llevando una vida relativamente normal. Sin embargo, luego fue el propio Palacio de Buckingham el que puso a los dos hermanos en primera línea para que, a través de su popularidad, se garantizara el futuro de la monarquía. Al fin y al cabo, el heredero del trono, Carlos, y su esposa Camilla no dan la misma imagen de frescura. Fue así como los jóvenes príncipes pasaron a formar parte del pacto de Windsor, un 'acuerdo no escrito' entre la Casa Real y los medios.
“Consiste en dejarles vivir en sus palacios y obtener parte del dinero de los contribuyentes, a cambio de que permitan el acceso a la prensa, y un constante suministro de fotos e historias. Se les garantiza así una cobertura favorable que les permita renovar su contrato emocional con el pueblo”, explica Amol Rajan. El periodista abiertamente republicano, que ha definido a la monarquía como algo “absurdo” y a los medios británicos como su “aparato de propaganda”, es el conductor de un documental de la BBC que ha creado una auténtica guerra con los royals.
Hasta el punto de que los duques de Cambridge -Guillermo y Kate- han vetado a la cadena en el primer gran acto navideño que protagonizarán a principios de diciembre. Y esos son palabras mayores: el segundo en la línea de sucesión vetando a la cadena pública del país. No es algo que se vea todos los días.
La relación ya se había resentido bastante desde el pasado mes de mayo, cuando la BBC se vio obligada a pedir perdón después de que un informe independiente revelara las infamias y engaños que vivió Lady Di para llevarla a dar la polémica entrevista en 1995 en la que habló abiertamente de los problemas de su matrimonio. En definitiva, quizá no era el momento más indicado para ponerse ahora a hurgar en las compleja relación que los hermanos mantienen con los medios. Pero eso no ha impedido a la cadena emitir un documental donde se analiza la cobertura de los 'jóvenes royals' desde los años 2012 a 2018, cuando Harry y Meghan se comprometieron.
La relación entre cualquier monarquía con la prensa siempre ha sido un amor-odio, un 'ni contigo, ni sin ti'. Pero en el caso del Reino Unido es un auténtico cóctel molotov. Primero porque Guillermo y Harry fueron testigos del feroz acoso que los medios sometieron a su madre. Sobre todo Harry siente un odio visceral ante los paparazzi. Segundo porque la última incorporación a la familia ha sido una actriz que, acostumbrada a las cámaras, quería tener su voz propia, sin ser consciente de que precisamente la clave de la institución en la que se metía es la de no mostrar opiniones en público para garantizar la neutralidad obligada.
Pinchazos telefónicos, ilegalidades, venganzas, chivatazos, filtraciones de los propios equipos de comunicación, luchas internas, el propio futuro de la Casa Real…. No falta detalle. El listado de entrevistados es interminable. Básicamente están todos los periodistas que cubren temas de monarquía e incluso antiguos trabajadores de Palacio para explicar el funcionamiento de una maquinaria compleja.
La institución siempre trata de tener control absoluto de la información a través de los comunicados oficiales. Pero no se pueden evitar las filtraciones. Claro que al ser bajo el anonimato, es fácil luego restarles credibilidad.
En el documental tampoco falta autocrítica. Se entrevista, por primera vez, a Gavin Burrows, un detective privado que confiesa cómo intervino el teléfono de la que fuera novia del príncipe Harry, Chelsy Davy, para rastrear su historial médico, en busca de un posible aborto, y su historial amoroso. “Ahora me siento mal, porque formé parte de un grupo de personas que, básicamente, robó a Harry sus años de adolescencia”, admite Burrows, que trabajaba para los tabloides de Rupert Murdoch, 'The Sun' y el ya desaparecido 'News of The World', que tuvo que cerrar tras el escándalo de los pinchazos.
En definitiva, se trata de un análisis equilibrado con sello BBC. Pero Casa Real no perdona que no haya podido ver el material antes de ser emitido. Y por si fuera poco, los tabloides (pieza clave en el tablero) han echado más leña al fuego asegurando que Meghan -persona non grata en Buckingham- sí tenía conocimiento previo del contenido. De ahí que aparezca su abogada, Jenny Afia, desmintiendo el supuesto acoso al que la duquesa de Sussex (porque ha dejado la familia, pero no los títulos) sometía a sus empleados.
La letrada apenas aparece unos 25 segundos al final del primer episodio emitido el pasado lunes. Pero sirve como gran aperitivo para el segundo y último capítulo el próximo lunes, donde se ahondará en la distante relación personal que mantienen ahora los hermanos, en parte, por las acusaciones filtradas supuestamente por sus propios equipos de comunicación.
Solo uno de los periodistas, Omid Scobie, se atreve a decir directamente que los ataques contra Meghan procedían del entorno de Guillermo y Kate. Claro que el reportero es el mismo que se ganó la confianza de los Sussex y escribió el libro 'no autorizado' con su historia: 'Meghan y Harry. En libertad'. Ya solo el título es toda una declaración de intenciones.
Las cosas no siempre fueron tan tensas. Como todo inicio de relación, la inclusión de Guillermo y Harry en el pacto de los Windsor vivió su particular luna de miel. Los hermanos tenían una intensa agenda y se prestaban a hacerse todas las fotos que fueran necesarias para las cámaras. Con la llegada de Kate, formaban el equipo perfecto. En palacio estaban absolutamente encantados con el tan necesario aire fresco que suministraban las nuevas generaciones.
Pero los tabloides son como pequeños perritos. Al principio, completamente adorables, se dejan acariciar…. aunque luego acaban mordiéndote. Y fue cuando comenzó la batalla. Llegó un momento en el que la popularidad de Harry comenzó a ser mayor que la de su hermano mayor. Según relata Gavin Burrows, el detective privado, los editores de los tabloides estaban obsesionados con él y le pedían constantemente historias porque el hijo rebelde de Lady Di vendía más ejemplares.
Debido a la gran intromisión de los medios, las relaciones sentimentales de Harry acababan fracasando siempre. Sus parejas sencillamente no podían soportar tanta presión y acoso. Y él, que ya había cumplido los 30, veía como todos sus amigos se empezaban a casar y temía quedarse solo.
En los medios además se vive un extraño fenómeno: siempre se necesita alguien a quien a amar y alguien a quien odiar. Y mientras los tabloides sentían obsesión por Harry, Guillermo cayó en desgracia. Por aquella época se había casado ya con Kate y tenían a sus primer hijo. La familia vivía alejada del foco en el condado de Norfolk, donde él trabajaba a media jornada como piloto de ambulancias en el East Anglia Ambulance Service. Como heredero del trono, quería exprimir esos últimos años de 'privacidad', pero los medios comenzaron a criticarle por 'vago' al no tener suficientes actos públicos. En definitiva, siempre un tira y afloja. La misma pareja que había sido idealizada por protagonizar la boda de cuento de hadas, luego fue blanco de toda crítica.
Pero los papeles se volvieron a intercambiar con la llegada de Meghan. Guillermo, consciente de que algún día se convertirá en rey, aprendió a cultivar el acuerdo en su beneficio. Por su parte, Harry decidió salirse del guion y llevar la guerra contra la prensa hasta sus últimas consecuencias.
De la 'meghanmanía' se pasó a las constantes polémicas por acusaciones de racismo. Entre las entrevistadas del documental se encuentra Rachel Johnson, la hermana del actual primer ministro, quien muestra su arrepentimiento por la columna publicada en 'Daily Mail' donde aseguraba que “el rico y exótico ADN” de la actriz mejoraría las “pieles pálidas y el pelo pelirrojo de los Spencer”. “Ahora mismo no escribiría nada parecido a eso”, dice. Ocurrió hace tan solo cuatro años, pero asegura que “era un mundo completamente diferente”.
En este sentido, el 8 de noviembre de 2016 marcó un antes y un después. Harry rompía el 'protocolo' al publicar un comunicado donde no solo confirmaba su relación sentimental con la actriz, sino que denunciaba la “abusiva” campaña de acoso a la que se le estaba sometiendo. Desde Palacio nunca se habían comentado cuestiones personales de sus protagonistas.
Pero, además, el comunicado rompía a su vez otra regla: ningún miembro de la familia real puede hacer algo que empañe una gira real. Y con su intervención, Harry robó todo el protagonismo al viaje oficial que su padre, el príncipe Carlos, llevaba a cabo en Oriente Próximo. No hubo ni una sola noticia del tour. El episodio puso en evidencia cómo los equipos de Buckingham (que representa Isabel II), Clarence House (príncipe Carlos y Camilla) y Kensington (Guillermo y Harry) no siempre trabajan en armonía.
En cualquier caso, con el documental 'Los príncipes y la prensa', las tres casas han emitido ahora un comunicado conjunto: “Una prensa libre, responsable y abierta es de vital importancia para una democracia sana. Sin embargo, demasiado a menudo, se presentan como hechos afirmaciones infladas y sin fundamento por parte de fuentes anónimas. Y resulta decepcionante cuando cualquiera, incluida la BBC, les otorga credibilidad”.
Cuando Lady Di falleció en el trágico accidente de coche en París huyendo de los paparazzi, sus hijos, Guillermo y Harry, tenían tan solo 15 y 13 años. La prensa les permitió estar alejados del foco y ambos pudieron pasar sus años académicos llevando una vida relativamente normal. Sin embargo, luego fue el propio Palacio de Buckingham el que puso a los dos hermanos en primera línea para que, a través de su popularidad, se garantizara el futuro de la monarquía. Al fin y al cabo, el heredero del trono, Carlos, y su esposa Camilla no dan la misma imagen de frescura. Fue así como los jóvenes príncipes pasaron a formar parte del pacto de Windsor, un 'acuerdo no escrito' entre la Casa Real y los medios.