10 años de la expulsión de Iñaki Urdangarin de la Casa Real: de apestado a 'entrenador'
El 12 de diciembre de 2011, Rafael Spottorno anunciaba a un grupo de periodistas que el yerno real quedaba apartado de la familia por su conducta "poco ejemplar"
Habían pasado tres días desde que el juez José Castro ordenase el registro de las oficinas del Instituto Noós en Barcelona y el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, convocaba a los periodistas más cercanos en el palacio de la Zarzuela. Serio y rígido, quería hablarles de Iñaki Urdangarin, marido de la infanta Cristina y entonces duque de Palma. “No me parece un comportamiento ejemplar”.
Con estas palabras justificaba la decisión de la Casa Real de apartar al díscolo yerno, otrora el preferido del rey Juan Carlos I, de las actividades de la familia. Y así, sin más, Urdangarin se convertía en un apestado. Han pasado diez años de aquella fecha, marcada a fuego en la vida de la familia Urdangarin de Borbón, y las cosas han cambiado. Vaya si han cambiado.
Aquel Rey que apartó de la familia a su yerno, con todo su pesar, está ahora en Emiratos Árabes pendiente de las decisiones judiciales sobre su propio caso. Y Urdangarin, tras haber pasado varios años en prisión, trata de recomponer su vida y la de su familia. De apestado, decíamos, a entrenador de su hijo Pablo, el segundo, el que ha decidido seguir los pasos deportivos del exmedallista olímpico.
Iñaki Urdangarin vive, como él mismo ha dicho, su “nueva normalidad” apegado a la religión, a su familia y a la carrera deportiva de su hijo, la que tutela desde la cercanía que le permite el tercer grado. Ha pasado mucho tiempo. Antes de ser apartado de la familia real, el entonces duque de Palma había mandado un comunicado a la prensa para parar el golpe que intuía casi irremediable. Vivía con su mujer y sus hijos en Washington, donde ostentaba un alto cargo en Telefónica gracias a la influencia de su suegro.
"Lamento profundamente"
El 11 de diciembre, el yerno real mandaba un comunicado al ‘bureau’ de la agencia Efe en Washington en el que señalaba: “Ante la acumulación de informaciones y comentarios aparecidos en los medios de comunicación relativos a mis actuaciones profesionales, deseo puntualizar que lamento profundamente que los mismos estén causando un grave perjuicio a la imagen de mi familia y de la Casa de su Majestad el Rey, que nada tienen que ver con mis actividades privadas”.
Un día después de aquel comunicado, muy criticado por tantos, era apartado y antes de terminar el año, el juez anunciaba su imputación. Aquel año fue uno de los más intensos en la vida de los Urdangarin y el discuro navideño del Rey fue otro de los golpes que les tumbaron. En la reunión de Spottorno con los periodistas, al ser preguntado por el discurso real, dijo: “No sé que dirá el Rey. El discurso es cosa suya. Pero seguro que habla de la crisis”.
"Igual para todos"
Y así fue. En plena crisis económica mundial y con decenas de escándalos sobre corrupción saltando en la política española, don Juan Carlos I tuvo palabras para la actualidad y no se olvidó, ese fue el golpe, de su yerno. “Junto a la crisis económica, me preocupa también enormemente la desconfianza que parece estar extendiéndose en algunos sectores de la opinión pública respecto a la credibilidad y prestigio de algunas de nuestras instituciones. Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos. Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar. [...] Cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione. [...] Afortunadamente vivimos en un Estado de derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos”.
En ese todos, entraba la figura de Iñaki Urdangarin. La familia intentó pasar las Navidades de la forma más íntima posible, lejos de España, y juntos, con la infanta Elena, se fueron a Aspen a esquiar. Allí, a punto de celebrar la Nochevieja, el 29 de diciembre, Urdangarin y su familia recibían la tan temida noticia: el juez le imputaba varios delitos y lo citaba a declarar en el mes de febrero. Ya no había vuelta atrás. La justicia iba a ser igual para todos, al menos para Iñaki Urdangarin.
Condenado
La instrucción y posterior juicio del caso Nóos se llevó por delante la reputación de la monarquía, que entró en una crisis de la que todavía se relame las heridas. Y el exduque de Palma nunca volvió a ser el mismo. Se encerró en un círculo íntimo, en el que estaba su familia y algunos amigos, poco más. Intentó demostrar su inocencia pero terminó encarcelado durante algo más de dos años con una condena de casi seis (cinco años y 10 meses) por delitos tan diversos como prevaricación, malversación, tráfico de influencias, fraude a la Administración Pública y delitos fiscales.
Tras pelear durante meses logró el fin el tercer grado, en la primavera de 2020, y decidió terminar su condena en Vitoria, en casa de su madre, desde donde acude a su trabajo en una asesoría. Poco a poco, los medios se van olvidando de él, y ahora disfruta de una nueva vida de la mano de sus hijos. En especial de Pablo, quien, como decíamos, ha seguido sus pasos deportivos y juega a balonmano en el Barça, con ficha en el segundo equipo pero con mucha participación en el primero, el mismo en el que el padre despuntó en sus mejores años.
Pablo, su tabla
Y en esta lucha está ahora Urdangarin: ha contado a los suyos que quiere estar cerca de Pablo, muy cerca, para ayudarle en su carrera. Tiene fe ciega en las posibilidades de su hijo y espera poder darle ese empujón que le falta para lograr uno de sus grandes objetivos: jugar en la selección española.
Con los pecados expiados, Iñaki Urdangarin ha visto por fin la luz al final del túnel, el mismo en el que ahora se encuentra su suegro, Juan Carlos I, el mismo que pronunció aquellas palabras que cambiaron la vida de su yerno para siempre. “La justicia es igual para todos”.
Habían pasado tres días desde que el juez José Castro ordenase el registro de las oficinas del Instituto Noós en Barcelona y el jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, convocaba a los periodistas más cercanos en el palacio de la Zarzuela. Serio y rígido, quería hablarles de Iñaki Urdangarin, marido de la infanta Cristina y entonces duque de Palma. “No me parece un comportamiento ejemplar”.
- Iñaki Urdangarin ya no tendrá que volver a dormir en prisión y puede salir de España Silvia Taulés
- Iñaki Urdangarin llega a España dispuesto a romper su silencio ante los medios A.Parrado Lara Fernández
- El deterioro físico de Iñaki Urdangarin tras la imputación Alberto Lázaro