Majestad, un título para Nadal

De Juan Carlos I llegó a decirse en sus buenos tiempos, cuando la España institucional y la opinión pública lo adoraban -lo adoraban, sí-, que era un 'rey republicano'. Era una forma de elogiar su pretendida monarquía sin corte, su modernidad democrática y su famosa 'campechanía'. No obstante, a lo largo de su reinado gustó de echar mano a menudo de la singular prerrogativa que la Constitución otorga en exclusiva a la Corona: otorgar títulos, honores y reconocimientos nobiliarios. Medio centenar de ellos firmó en muestra de su muy personal y "real aprecio” a distintas personalidades a lo largo de 39 años. O sea, a razón de entre uno y dos por año.

Sabido es que el actual monarca tiene razones de peso para marcar distancias con su real padre. Pero en lo que atañe a los títulos, el verdadero rey republicano es él. Ni los 55 del padre ni los 42 de Franco -que también fue aficionado al fomento de su muy propia y peculiar nobleza-: Felipe VI no ha otorgado ni un solo título en ocho años. Más aún, ha suprimido uno, como medida ejemplarizante, al revocar el ducado de Palma que su padre concedió a su hermana, la infanta Cristina.

En materia de reconocimientos, el titular de la Corona ha venido a actualizar su prerrogativa a través de una fundación, la Princesa de Asturias, que es la que da los Premios más prestigiosos en el ámbito nacional e internacional. Además, y si acaso, ha hecho una excepción singular en su dinástica austeridad con la entrega del Toisón de Oro a Leonor de Borbón, la princesa de Asturias, su hija y heredera. Pero con aquella ceremonia, inconcebible y ramplonamente criticada por el luego vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, el actual rey debió de tener bastante…

Ciertamente, los ducados, condados, señoríos y marquesados son hoy acepciones desfasadas. Además, en la España de la ESO ya no hay quien distinga entre el mérito y el privilegio, ambos asociados al pasado. Sin embargo, los títulos, sean cuales sean, siguen siendo un instrumento plenamente constitucional en manos de la Corona para llevar la iniciativa en el reconocimiento de valores nacionales incontestables.

Y ahí quería yo llegar para apuntar que nunca hasta este octavo año de reinado, a Felipe VI se le había presentado una ocasión semejante. La última gesta de Rafa Nadal -Vicente del Bosque es marqués desde 2011- ha trascendido el valor deportivo para alcanzar la épica del conquistador contemporáneo; la épica del esfuerzo, de la perseverancia, de la ilusión y la ambición, unidos a la humildad propia de los grandes hombres. Un hombre, por encima de todas las cosas, querido en España. Precisamente donde duele a algunos a los que el Ejecutivo no quiere molestar… Un español.