Una década sin Juan María Urdangarin, el padre que vaticinó el desastre de Iñaki
Recto de moral cristiana, el suegro de la infanta Cristina avisó a los amigos de su hijo para que le ayudaran cuando la fama le nublara. Murió en plena tormenta del caso Nóos
De las paredes de la casa familiar de los Urdangarin Liebaert cuelgan los títulos universitarios de los hijos. De los siete. Juan María Urdangarin y Claire Liebaert dieron a sus vástagos una educación estricta que dio sus frutos y que era el orgullo del padre.
Este martes 10 de mayo hace 10 años que murió el patriarca de una familia que siempre quiso dar ejemplo con su comportamiento, en especial él, Juan Mari, quien vio cómo el caso Nóos arrollaba su sueño de perfección.
Nacido en Zumárraga en 1932, el suegro de la infanta Cristina tuvo una educación de nivel. Por el pueblito en el que creció, verde y próspero, pasaba el llamado tren del Norte, procedente de Francia, y la cercanía con el país galo dio a sus habitantes una visión más abierta y cosmopolita de la vida. Urdangarin sénior se licenció en Ingeniería Industrial y al cabo de un tiempo amplió sus estudios con un grado ADE, para aprender a gestionar los negocios de los que estaba al frente.
Fue presidente de Caja Vital, una de las cajas de ahorro más importantes del País Vasco, después de pasar 25 años en el sector privado de la mano de Fuchs, una multinacional dedicada a la fabricación de lubricantes para coches.
Desde Vanitatis hemos intentado saber si habrá algún tipo de acto familiar para recordar la muerte del padre, pero no hemos logrado respuesta. Sí sabemos que Iñaki ha estado este fin de semana en Burgos para ver jugar a su hijo Pablo. Pero poco más hemos podido averiguar sobre algo tan íntimo como un posible funeral.
Con esa vocación internacional educaron Juan Mari y Claire a sus siete hijos. Ella es belga, de Amberes, y se crio en Madrid con su hermana Janine. Aunque procede de una familia adinerada y de alta clase social, no es aristócrata ni mucho menos. Ya se encargó el propio Iñaki Urdangarin de aclararlo a la que pudo, cuando empezó a salir con la Infanta y todos atribuían gestas nobles y de sangre azul a su familia.
Ni sangre azul ni euskera
Se ha reproducido en incontables ocasiones aquella frase que pronunció en una entrevista con Margarita Puig en 'La Vanguardia': “Ni mi madre es alemana ni es de la aristocracia belga. No hablo cinco idiomas ni mucho menos el euskera, porque he vivido en Barcelona casi todo el tiempo y adopté el catalán como segunda lengua, pero jamás el euskera”.
Fue por la profesión del padre que los hijos Urdangarin se mudaron a Barcelona a principios de los años 70, cuando Iñaki, el pequeño de los siete, tenía dos años. El padre de familia, decíamos, era un hombre de profundas creencias cristianas e inculcó a sus hijos la moral y los valores, mientras que la madre, una mujer culta, políglota y elegantísima, según quienes la conocen, educó a sus hijos en la maneras exquisitas que les han servido después para sus carreras, todas exitosas.
Orgulloso de Txiki
Aunque fue Txiki (apelativo de pequeño en euskera) quien despuntó más que ninguno. Su carrera deportiva fue un orgullo para su padre, quien veía que su niño, a pesar de que nunca brilló en los estudios, llegaba a la cima con el balonmano. Una carrera que le hizo famoso y terminó en matrimonio con la hija del Rey. Casi nada.
Juan Mari era un hombre cercano, muy querido por los compañeros de equipo de Iñaki, con quienes compartía partidos y cañas. Por eso, cuando supo que la relación de su hijo con la infanta Cristina iba más que en serio, habló con los mejores amigos de Iñaki para pedirles un favor. Salían de un partido e iban a tomar algo al Bar Tomás, en Sarriá, cuando ralentizó su paso, agarró a ambos chavales por los hombros y les pidió que no dejaran caer a su hijo, que le recordaran siempre quién era y que no permitieran que su nueva condición le nublara la vista.
No pudo ser, y eso es algo que Urdangarin paga ahora. Porque sus mejores amigos no se sintieron cómodos con el que fue después duque de Palma. Notaban cierta arrogancia en sus actitudes y no encontraban el cariño que siempre les había mostrado. Así que muchos dieron pasos atrás y dejaron de ser íntimos.
Lejos de sus amigos
Y ahora, tras salir de prisión y romper su matrimonio para iniciar una nueva relación con una mujer de Vitoria, Urdangarin ha visto que muchos de aquellos amigos que le habrían ayudado ya no están. Sí que estuvieron en el funeral de Urdangarin sénior algunos por el cariño que le tenían al padre. Fue una época muy dura en casa de la familia.
El patriarca había sufrido un infarto cerebral que le había postrado en una silla de ruedas y que se agravó con un infarto coronario. Estuvo largas semanas enfermo, tiempo que coincidió con el desarrollo de la investigación del caso Nóos, algo que su familia intentaba esconderle para que no sufriera más.
Juicio paralelo
Por aquel entonces, Iñaki vivía en Washington DC con su familia y quiso visitar a su padre sin que la prensa se enterara. Fue difícil. Se presentó en España y se escondió en la parte de atrás de un monovolumen para entrar en su casa familiar. Pero la prensa lo vio y la imagen quedó guardada como el símbolo del auge y caída de un ídolo. Porque el juicio ni siquiera había empezado pero la sentencia ya estaba dictada, al menos en la calle. Y sin duda, Iñaki Urdangarin era culpable, por lo que no tenía derecho siquiera a visitar a su padre horas antes de su muerte sin que lo rodeara la muchedumbre.
La infanta Cristina y sus cuatro hijos viajaron desde Estados Unidos para asistir al funeral, en el que también estuvieron la reina Sofía y la infanta Elena, acompañada de Jaime de Marichalar, de quien ya se había separado. El rey Juan Carlos I no acudió al encontrarse convaleciente de su operación de cadera y el entonces príncipe Felipe tenía una agenda demasiado llena.
"Apoyo incondicional"
El 23 de febrero de aquel mismo año, la familia Urdangarin había mandado un comunicado a los medios para apoyar a Iñaki: “Como sabéis, nuestro hijo y hermano está siendo sometido a una dura e incesante campaña de acoso y desprestigio social. Queremos que sepáis que nuestro apoyo es total e incondicional”.
Ya nada quedaba de aquellas épocas felices en las que los Urdangarin y la familia real compartían celebraciones íntimas. La factura ha sido tan alta que ha arrasado incluso con el matrimonio de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina, que este año hubieran cumplido sus 25 años de casados.
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De las paredes de la casa familiar de los Urdangarin Liebaert cuelgan los títulos universitarios de los hijos. De los siete. Juan María Urdangarin y Claire Liebaert dieron a sus vástagos una educación estricta que dio sus frutos y que era el orgullo del padre.