Hablamos con Peñafiel sobre la vuelta de Juan Carlos I, el mal rollito de los Borbones y "esa chica tan lista"

Jaime Peñafiel está orgulloso de sus 90 años. Presume de tener la luz pagada y, por lo tanto, la libertad que da el no depender económicamente de ninguna colaboración. Acude a los platós que le gustan y no permite que le manipulen sus opiniones. Escribe su página para 'LOC' todas las semanas, donde no hay filtros.

Durante más de cuatro décadas ha formado parte del grupo de periodistas que viajaba con los reyes eméritos y con ellos tuvo mucha relación. Con Felipe Vl es nula, y menos aún con la reina Letizia, con la que nunca se entendió. Acaba de publicar su libro número 39, al que ha titulado ‘Alto y claro. Los secretos que nunca he contado’ (Grijalbo), donde revela episodios, anécdotas y vivencias que hasta ahora formaban parte de su archivo personal. Peñafiel opina también sobre la polémica que ha supuesto la vuelta del rey emérito para participar en las regatas de Sanxenxo y del complot para que don Juan Carlos abdicara.

¿Por qué este libro de secretos ahora?

Cuando se llega a los 90 años y con la luz pagada, es una manera de hacer balance. No cuento cosas que no deba porque mantengo mi norma 'valgo más por lo que calló que por lo que cuento'. No traspaso esa línea, pero sí he querido hacer un repaso de situaciones y de personas que son nuevas. Sigo trabajando, que es lo que me gusta.

Secretos que nunca has contado, ¿como cuáles?

Uno de ellos es el que tiene relación con Jesús Aguirre. Su historia me conmocionó. Tenía a su madre en una residencia y nunca la fue a ver. Sabía que era malo, cáustico, duro, pero no sabía que tenía a su madre abandonada. Desayunaba muchas veces con él en Liria y le tenía mucha admiración. A partir de enterarme de esa historia, nunca le volví a tratar. Se me cayeron los palos del sombrajo.

¿Y qué explicación te dio?

Me prometió que lo iba a solucionar y se la iba a llevar a Liria. Le respondí que a mí no me tenía que prometer nada, que era un miserable. Compró el reportaje por un millón de pesetas y nunca se publicó. Creo que la duquesa no sabía que existía la madre y los hijos se han enterado ahora. Cuando Aguirre estaba muriéndose, me llamó y me pidió que rindiera un homenaje a su madre.

Hay un capítulo que se llama ‘Regreso constitucional’ referido a don Juan Carlos.

Me sorprende que haya periodistas que no sepan lo que está pasando. El rey no se fue voluntariamente, le echaron. Felipe llamó a su padre al despacho y le dijo: “Jaime Alfonsín quiere hablarte”. Y lo que le dijo el jefe de la Casa fue lo siguiente: “De orden de la vicepresidente del Gobierno, Carmen Calvo, debe abandonar esta casa y el país”.

¿Y estás de acuerdo?

Hay un artículo en la Constitución que prohíbe que se eche a cualquier ciudadano de España, que puede moverse e instalarse en cualquier ciudad y fijar su residencia. Se ignoró ese artículo 19. Según otro artículo del Código Civil, el Rey tampoco puede renunciar a la herencia de su padre hasta que no esté muerto. Felipe VI no está bien asesorado. Gran error echar al padre y ahora no saben qué hacer con él. Y encima se muere un jeque en la misma ciudad en que está su padre. Tiene mala suerte.

¿Qué te ha parecido la vuelta a Sanxenxo?

Hay una persona, Pedro Campos, que le invita a ir a su casa y a navegar. Lo que se ha hecho mal son los tiempos. Tendría que haberse encontrado con su hijo, hacerse una foto y después ir a Sanxenxo. No se habría montado tanto circo. Felipe no se da cuenta de que Sánchez no va contra él y su padre, sino contra la institución. Quiere ser jefe de Estado.

Hablas de los odios del rey Juan Carlos.

Sí, ha sido cruel con mucha gente. Con Letizia, con la reina Sofía, con Sabino Fernández Campo... Se opuso a la boda y el príncipe se plantó. Cuando Juan Carlos hablaba de ella, se refería a “esa chica que es tan lista”, con toda la carga peyorativa de esa frase. Nunca la ha querido.

Afirmas que no soportaba a la reina Sofía, a la que dijo delante de Sabino Fernández Campo: “Te odio, te odio”.

Sí, y Sofía le respondió: “Ódiame, pero no te puede divorciar”.

¿Sería ahora el momento de ese divorcio o ha mejorado la relación?

Se llevan peor que nunca. Y ahora se ha visto con el ‘no encuentro’ con su marido en Zarzuela.

Dices que los Borbones no se quieren entre ellos, ¿a qué te refieres?

Lo dijo el propio Sabino Fernández Campo. Ahora la situación es aún peor de lo que fue la familia desestructurada de los reyes Juan Carlos y Sofía. La reina Letizia no se habla con sus cuñadas ni con el rey Juan Carlos. Doña Sofía no ve a sus nietas y no quiere saber nada de su marido. Y el emérito solo se habla con sus hijas y nietos Urdangarin y Marichalar. Es una pena.

Hay un asunto que da que pensar: cuentas en el libro que en toda la abdicación únicamente trabajaban en secreto seis personas.

Así fue, y me lo contó Javier Ayuso, que fue director de Comunicación de la Casa Real entre 2012 y 2014. Me explicó que trabajaban con la máxima confidencialidad. No lo sabía nadie. Me contaba que todos los trabajos se grababan en un ‘pendrive’ en vez de en los ordenadores.

No se fiaban de nadie, ¿el rey Juan Carlos tampoco sabía nada?

Fue un complot para echarlo. Según Ayuso, “la clave era llegar al 2 de junio sin que nadie supiera que iba a abdicar". A medida que se iba acercando la fecha, los que lo sabían eran Felipe González, Pérez Rubalcaba, el presidente Rajoy y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Y la carta que envió desde Abu Dabi también la escribieron entre Zarzuela y Moncloa. Juan Carlos la tuvo que firmar, sí o sí. No tuvo opción si quería venir a España.

Las capitulaciones matrimoniales han sido motivo de polémica. En el caso de divorcio de los Reyes, no tendrían custodia compartida, como aseguras.

Efectivamente, ese documento Letizia se lo pasó a su primo y a su gran amigo Jaime del Burgo, que luego se casaría y se divorciaría de su hermana Telma. Hubo correcciones que nunca se aceptaron. Las capitulaciones fueron impuestas por don Juan Carlos aunque fueran en contra de la ley.

Hay un capítulo dedicado a Paco el comunista. ¿Quién es?

Era el abuelo de la reina Letizia. Una de sus reivindicaciones era que los taxistas no tuvieran que llevar gorra. Convocó a sus colegas en una huelga contra el Ayuntamiento para que tiraran las gorras a la Cibeles. Y tengo una anécdota con este tema. No conduzco y un día me recogió un taxista que me dijo: “Este es el taxi del abuelo de la princesa Letizia”. Resulta que tenía la licencia de Paco el comunista.

Hablas de Otilia, la hija de la abuela Enriqueta. ¿Se sabe si hay relación?

Era una hija que aportó la abuela materna al matrimonio y que nunca la hemos visto.

¿Nunca contarás la historia de quién te facilitó las fotos de Franco moribundo?

Imagino que ya estará muerto, pero cuando me las ofreció, las compré y se publicaron en ‘La Revista’, prometí que nunca daría su nombre. Me complicó mucho la vida, pero lo volvería a hacer. Tuve amenazas de Fuerza Nueva, de excombatientes y me tuvieron que poner escolta.

El retrato que haces de Farah Diba y Noor de Jordania es muy positivo. ¿Las sigues tratando?

Sí, y con Farah Diba comparto el mismo drama. Dos de sus hijos se suicidaron y una de ellas era drogadicta, igual que mi hija Isabel.

En este libro, es la primera vez que recuerdas ampliamente a tu hija Isabel.

Era una chica fantástica, inteligente, bonita, con su carrera universitaria, políglota... Nunca entendí cómo acabó compartiendo la jeringa con los drogadictos y marginados de La Celsa. Todo eso me ha atormentado toda mi vida.

¿Y no pudiste hacer nada por ella?

Nada y eso para mí fue siempre una tragedia. Lo que hice después de su muerte fue recorrer la ruta que hizo mi hija por esos supermercados de la droga. Era una manera de entender cómo se pudo meter en ese mundo, pero no me sirvió de nada. Solo para flagelarme.