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Isabel II y su emoción en el Jubileo de Platino: cambios, ausencias y una nueva estructura familiar
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FAMILIA REAL BRITÁNICA

Isabel II y su emoción en el Jubileo de Platino: cambios, ausencias y una nueva estructura familiar

Sus apariciones públicas son cada vez más limitadas. De hecho, Palacio ya ha confirmado que no estará presente este viernes en el servicio de acción de gracias en la catedral de St. Paul

Foto: La reina Isabel II, con el príncipe Louis. (Reuters/Paul Grover)
La reina Isabel II, con el príncipe Louis. (Reuters/Paul Grover)

Nunca revela sus sentimientos en público, pero Isabel II, 96 años, transmitía una emoción especial este jueves, cuando salió al emblemático balcón del palacio de Buckingham para marcar el inicio del Jubileo de Platino. Era una imagen tremendamente simbólica. La de una monarca que conseguía el hito de estar 70 años en el trono. La de una mujer que volvía a sonreír tras años tremendamente complicados marcados por la muerte de un marido, el escándalo sexual de un hijo y la salida de la familia de un nieto. Y también la de una figura global a la que quizá sea la última vez que veamos en ese balcón, desde donde ha visto el fin de un imperio, la llegada del hombre a la luna, la creación de internet, la entrada del Reino Unido a la UE y posteriormente su salida.

Sus apariciones públicas son cada vez más limitadas. De hecho, Palacio ya ha confirmado que no estará presente este viernes en el servicio de acción de gracias en la catedral de St. Paul. En definitiva, Isabel II es una reina cada vez más ausente. De ahí que, aunque siempre ha representado la imagen de la continuidad, sea irremediable hablar ahora de cambio. La 'transición tranquila' que desde hace tiempo ejecuta Palacio quedó más que patente durante el Trooping the Colour, el colorido desfile de los regimientos del Ejército británico. Por primera vez en 70 años, fueron el príncipe Carlos, heredero del trono, y su hijo, el príncipe Guillermo, quienes recibieron el saludo de las tropas en lugar de Isabel II, quien debido a sus problemas de movilidad, no fue hasta el patio de armas de Horse Guards.

Foto: Peter Phillips, con su novia, Lindsay Wallace. (Reuters/Andrew Boyers)

Entre los planes de la monarca no está abdicar. En cualquier caso, con gran sutileza ha tratado en sus últimas intervenciones la cuestión de la sucesión, hablando no solo del papel de su hijo. A principios de este año, expresó públicamente su deseo de que, llegado el momento, Camila sea conocida como reina consorte. Toda una declaración de intenciones.

A medida que se acerca el final de su reinado, su sucesión sigue siendo motivo de preocupación para los monárquicos y, en contraste, de esperanza para los republicanos, un sector de la sociedad que ha sido prácticamente silenciado por la monumental consistencia de estas siete décadas de una jefa de Estado que ha cumplido de manera impecable con su labor. Incluso en los últimos años, con el inicio de las guerras culturales y las luchas de identidad, Isabel II -una figura a la vez remota y omnipresente- ha evitado los conflictos interseccionales.

En un país en que la reforma prima sobre la revolución, donde la costumbre crea la ley y la tradición impone sus reglas a la modernidad, la reina encarna la esencia inmutable de la monarquía, una institución que muestra sin tapujos su pompa y boato y saca cada vez que puede a las calles sus carrozas. En ellas iban este jueves Camila y Kate. La primera, en su día la mujer más odiada del Reino Unido, se mudará antes a palacio. Pero es la segunda la que verdaderamente representa el futuro de la Corona, junto a su marido, el príncipe Guillermo, y sus tres hijos, que cada vez tienen más protagonismo en la agenda.

placeholder La duquesa de Cambridge, con sus hijos en la carroza. (Reuters/Daniel Leal)
La duquesa de Cambridge, con sus hijos en la carroza. (Reuters/Daniel Leal)

Está por ver si el júbilo que se respira estos días en las calles perdurará en el tiempo. El 54% de los británicos cree que la monarquía es buena para su país, según el último sondeo de YouGov, que apunta que el 76% de los ciudadanos tiene una visión positiva de Isabel II. En cualquier caso, la popularidad de la monarca entre los millennials (de 26 a 40 años) es del 65% comparada con la aprobación del 86% que le dan aquellos entre 55 y 75 años.

Es complicado imaginar ese balcón sin Isabel II. Comprometido vaticinar si con Carlos habrá el mismo respaldo a una institución que debe adaptarse a las transformaciones que experimenta la sociedad para garantizar su supervivencia. La reina Isabel II asumió la Corona con tan solo 25 años. Nunca había opinado sobre temas polémicos y el pueblo no le podía echar en cara ningún trapo sucio de su pasado. Pero con Carlos es todo distinto. A sus 73 años, tiene una vida vivida y una historia a sus espaldas donde la neutralidad que se le presupone a la institución que representa a veces ha brillado por su ausencia.

En cualquier caso, está dispuesto a cambiar cuando se convierta en rey. Quiere además reducir la familia real al núcleo más estricto, dejando fuera a su hijo Harry, que ha perdido toda popularidad tras el sonado Megxit, y su propio hermano, el príncipe Andrés, a quien el positivo ayer en covid le aleja esta semana de una vida pública a la que ya le habían puesto veto por su sonado escándalo sobre abusos sexuales. Tanto Harry como Andrés fueron los grandes ausentes el jueves en el balcón de palacio.

A Harry y Meghan sí se les espera este viernes en la misa en la catedral de St. Paul. Se tratará de su primera aparición pública después de acusar a la Monarquía de racista en la famosa entrevista concedida a Oprah Winfrey. No dieron más datos, pero la autobiografía que el hijo pequeño de Lady Di prepara para finales de este año puede suponer otra bomba de relojería para Isabel II.

placeholder La familia, durante la celebración del Trooping the Colour. (Reuters/Daniel Leal)
La familia, durante la celebración del Trooping the Colour. (Reuters/Daniel Leal)

En los 1.000 años de monarquía ininterrumpida en el Reino Unido, ningún rey había conseguido antes tal hito de estar 70 años en el trono. Ninguno había sido testigo de un cambio provocado por el hombre a tal escala. Ninguno había puesto un foco de atención tan implacable en el servicio a la Corona.

Walter Bagehot, editor de la reputada revista 'The Economist' entre 1860 y 1877, argumentó en una ocasión que el poder estaba dividido en dos ramas. Mientras que el Gobierno representa la parte eficiente y se escribe con prosa, la monarquía representa la dignidad y se escribe con poesía. Isabel II lleva siete décadas haciendo poesía. Pero hablar de cambio es ya irremediable. Y sus herederos tienen ahora la compleja tarea de seguir sus versos.

En el mensaje trasladado a la nación para agradecer tantas muestras de cariño, la monarca ha expresado su esperanza en que los próximos días se puedan usar también para “reflexionar sobre todo lo que se ha conseguido en los últimos 70 años”, y ha pedido a sus compatriotas “mirar al futuro con confianza y entusiasmo”.

Nunca revela sus sentimientos en público, pero Isabel II, 96 años, transmitía una emoción especial este jueves, cuando salió al emblemático balcón del palacio de Buckingham para marcar el inicio del Jubileo de Platino. Era una imagen tremendamente simbólica. La de una monarca que conseguía el hito de estar 70 años en el trono. La de una mujer que volvía a sonreír tras años tremendamente complicados marcados por la muerte de un marido, el escándalo sexual de un hijo y la salida de la familia de un nieto. Y también la de una figura global a la que quizá sea la última vez que veamos en ese balcón, desde donde ha visto el fin de un imperio, la llegada del hombre a la luna, la creación de internet, la entrada del Reino Unido a la UE y posteriormente su salida.

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