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El malhadado traspié de Zarzuela con Leonor y Sofía y la cena de gala noruega
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OPINIÓN

El malhadado traspié de Zarzuela con Leonor y Sofía y la cena de gala noruega

Ni la princesa ni su hermana, la infanta (de hecho, tampoco la reina Letizia), acudirán al evento que celebra la mayoría de edad de Ingrid, la heredera, en Oslo

Foto: La princesa Leonor. (Limited Pictures)
La princesa Leonor. (Limited Pictures)

Cuando, días atrás, la prensa y los medios dieron por supuesto que los reyes de España y sus hijas asistirían, este viernes, a la cena de gala auspiciada por los reyes de Noruega en ese gran bloque de piedra que es el Palacio Real de Oslo para celebrar la mayoría de edad oficial de su nieta, la princesa Ingrid Alexandra, fueron muchos los que respiraron aliviados. Parecía que, por fin, la princesa de Asturias y la infanta Sofía iban a salir de su atávico aislamiento para asomarse, desde la lógica más palmaria, a ese gran mundo de la realeza europea al que pertenecen no solamente por rango y por vocación, sino también por sangre y por deber de representación. Un aislamiento que pocos entienden y un reiterado alejamiento de sus pares aún menos comprensible, por ser contrario a la esencia misma de las monarquías continentales, tal y como estas se han entendido siempre a sí mismas.

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Sin embargo, y según informaba ayer la corte de Oslo, ni la reina doña Letizia ni sus hijas acudirán finalmente a esta ceremonia que, además de tener un cariz oficial, incorpora una clara dimensión festiva y familiar para todos estos primos suecos, daneses, noruegos, luxemburgueses y griegos (todos ellos, al igual que las hijas de nuestros reyes, descendientes del rey Christian IX de Dinamarca), a los que se sumarán los holandeses y los búlgaros. Una decisión del Palacio de la Zarzuela que ya ha generado numerosas críticas en muchos foros, y que viene a confirmar esa política de extrema sobriedad en todo cuanto toca a los circuitos regios europeos que difiere mucho de la llevada a cabo durante el reinado de don Juan Carlos, que no dudó en hacerse incluso representar por su hermana, la infanta doña Pilar, en algunas ocasiones para no dejar a los Borbones de España al margen de su circuito natural de pertenencia.

placeholder Los Reyes y sus hijas, en una imagen oficial. (EFE/Casa de SM)
Los Reyes y sus hijas, en una imagen oficial. (EFE/Casa de SM)

El ojo sobre doña Letizia

Siempre es fácil alegar en estos casos los problemas de agenda que, por otra parte, son más que evidentes en una familia real tan nuclear como la española. Pero a nadie se le oculta que las críticas van a recaer directamente sobre doña Letizia, acusada siempre de ser quien hace ascos a este tipo de eventos y reuniones, por más que en esta ocasión se trata de un acontecimiento de índole oficial. A falta de una información más explícita, desde el Palacio de la Zarzuela todo se vuelven conjeturas, y a nadie se le oculta que la reina no gusta de estos grandes ágapes endogámicos con esta familia extendida de don Felipe (entre la realeza todos son primos sin importar el grado de parentesco) con la que no comparte ni afinidades ni rasgos identitarios. Eventos en los que no se siente cómoda y en los que, todo hay que decirlo, no habrá faltado quien en su momento le hiciese algún feo o recurriese a alguna fácil ofensa desde el esnobismo. Sin olvidar que a la cita en Oslo no faltará esa prima política incómoda y omnipresente en todos los grandes saraos de la realeza europea que es la princesa Marie-Chantal de Grecia, cuyas críticas hacia doña Letizia no podemos olvidar y a quien esta tuvo que volver a ver irremediablemente semanas atrás en los funerales por el aniversario del fallecimiento del duque de Edimburgo.

placeholder Marie-Chantal, junto a su familia en Atenas. (EFE/Alexandros Beltes)
Marie-Chantal, junto a su familia en Atenas. (EFE/Alexandros Beltes)

La reina no parece haber sabido, querido o podido hacerse un lugar propio (sin duda alguna difícil) en ese gueto de los royals tan definido por ciertos tics muy particulares, tan ajenos a su propia formación y a su biografía, pero quizá alguien en la Casa del Rey olvida que la representación de lo regio ha de ser por definición ajena a filias y a fobias personales, pues cuando se ostenta un rango tan alto, la persona representa a algo superior a sí misma y ha de jugar con esas cartas. Máxime cuando, como en este caso, la homenajeada es la hija primogénita de los príncipes herederos de Noruega, la llamada a ser un día reina de ese país escandinavo y la ahijada de bautismo de don Felipe, que ya en 2019 tuvo que asistir en solitario a su confirmación en la iglesia luterana.

Cónclave royal

En Oslo estarán los príncipes herederos de Dinamarca; los de Suecia con sus hijos, los príncipes Estelle y Oscar; los reyes de Holanda con su hija, la princesa heredera Amalia; la reina Matilde de Bélgica con su hija, la princesa heredera Elisabeth; los grandes duques herederos de Luxemburgo con su pequeño hijo Charles; y todo un contingente de las familias reales destronadas de Grecia y de Bulgaria. Un encuentro de las nuevas generaciones de futuros reyes y herederos, que han de aprender a conocerse y a generar vínculos personales entre sí, en el que se echará particularmente en falta la presencia de las hijas de los reyes de España, pues la insular Casa Real británica mira siempre desde la lejanía a estas mezclas continentales olvidando (sin duda a propósito) su estrechísima relación de parentesco con los reyes de Noruega.

placeholder Ingrid Alexandra de Noruega. (Gtres)
Ingrid Alexandra de Noruega. (Gtres)

En 1902 la sagaz reina regente María Cristina tuvo claro que para volver a colocar a España en el concierto de las monarquías europeas tenía que invitar a representantes de los reyes de Europa a la entronización de su hijo Alfonso XIII, dando así comienzo a una inteligente política de acercamiento a sus pares (y también parientes) de la por entonces muy granada realeza europea. Algo que contrasta con la actual ausencia reiterada de la familia real española en este tipo de actos, a pesar de la estrecha relación de parentesco, de afecto y de amistad que une a la reina doña Sofía con los reyes de Suecia, Noruega y Dinamarca y a don Felipe con los príncipes herederos de Noruega y Dinamarca, con quienes en sus años de juventud compartió vivencias y escarceos amorosos. Un pasado que quizá se quiere olvidar, pero que no facilita las cosas para la princesa de Asturias y la infanta Sofía, que necesitan encontrar el lugar que les corresponde entre los príncipes de las jóvenes generaciones.

La Casa del Rey, en la que algunas personas de notable relevancia social ven un inmovilismo excesivo y muy poco conveniente, ratifica una vez más su política de austeridad en todos los frentes, pero se arriesga a perder un poco más de ese componente simbólico (que no genera necesariamente gasto) que es consustancial a las monarquías y del que tanto carecemos. Por ello, y con toda probabilidad, nadie representará a la casa de España el próximo 2 de julio en el entierro en el castillo alemán de Altshausen de ese gran príncipe, y amigo de toda la vida de los Borbones de España, que fue el duque Karl de Wurttemberg.

Cuando, días atrás, la prensa y los medios dieron por supuesto que los reyes de España y sus hijas asistirían, este viernes, a la cena de gala auspiciada por los reyes de Noruega en ese gran bloque de piedra que es el Palacio Real de Oslo para celebrar la mayoría de edad oficial de su nieta, la princesa Ingrid Alexandra, fueron muchos los que respiraron aliviados. Parecía que, por fin, la princesa de Asturias y la infanta Sofía iban a salir de su atávico aislamiento para asomarse, desde la lógica más palmaria, a ese gran mundo de la realeza europea al que pertenecen no solamente por rango y por vocación, sino también por sangre y por deber de representación. Un aislamiento que pocos entienden y un reiterado alejamiento de sus pares aún menos comprensible, por ser contrario a la esencia misma de las monarquías continentales, tal y como estas se han entendido siempre a sí mismas.

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