Los motivos que llevaron a Urdangarin a unirse a la Infanta en el funeral de Roldán
"Lo raro habría sido que no hubiera ido", nos dicen desde en círculo directo de la expareja. El exdirector de Candanchú fue quién enseño a Iñaki a esquiar cuando entró en la familia
Cuando Iñaki Urdangarin empezó a salir con la infanta Cristina, una de las primeras cosas que supo que tenía que hacer fue aprender a esquiar. Y además, para un deportista de élite como él, no podía ser algo superficial, no podía limitarse a bajar alguna pista, en modo cuña o a poca velocidad. Urdangarin sabía que tenía que esquiar como si hubiera aprendido de pequeño y quería ser uno de los mejores.
En esa labor encontró la ayuda de Eduardo Roldán, que se convirtió entonces en uno de los mejores amigos de la pareja. Por eso, el pasado domingo por la tarde, estaban ambos en Jaca, en el funeral del exdirector de Candanchú. Tristes, emocionados, Urdangarin y la Infanta dieron su último adiós a una persona importante en sus vidas.
Los Urdangarin de Borbón empezaron pronto a ir a Baqueira a esquiar, el lugar favorito de la Infanta, y su marido, pronto también, empezó a bajar pistas rojas con facilidad. Para ello contó con las clases privadas de Roldán, uno de los mayores expertos del país.
Luces encendidas
Famosas en la familia son las largas jornadas en las que Urdangarin y Roldán pasaban horas y horas bajando pistas. “A Iñaki le cerraban una pista solo para él, para que practicara a las órdenes de Roldán. Y fueron muchas las tardes en las que se cerraba la estación de Candanchú y a última hora de la tarde se encendían las luces y Urdangarin bajaba y bajaba hasta las nueve de la noche”, recuerda un íntimo de la pareja.
Figura clave en la conversión del esquí en deporte de masas, Roldán había sido instructor del actual rey Felipe y de sus hermanas, las infantas Elena y Cristina. Así que se sintió cómodo dando clases a Urdangarin, de quien siempre destacó su fortaleza mental y su capacidad de esfuerzo. El marido de la Infanta logró convertirse en un experto esquiador y hasta llegó a ayudar a sus cuatro hijos en el aprendizaje de este deporte. “Nadie diría que empezó ya mayor, el tío es un gran deportista”, señalan quienes le conocen.
Asiduo en Suiza
La amistad entre Roldán y el matrimonio Urdangarin de Borbón fue más allá del blanco de la nieve. Y se convirtió, con el tiempo, en uno de los íntimos del círculo de la pareja. Sus visitas a Ginebra era continuas y llegó a ser un asiduo a la ciudad suiza. Así que no es nada sorprendente que Iñaki estuviera en su funeral, nos dicen, “al contrario, lo raro habría sido que no hubiera ido”.
Roldán falleció en la Clínica Universitaria de Pamplona, a los 83 años, tal y como informaba el ‘Heraldo de Aragón’, medio que publicó las imágenes del matrimonio y su familia en el responso. Estaban también Pablo y Miguel Urdangarin y la infanta Elena. Roldán había sido director y gerente de la estación de esquí de Candanchú desde principio de los 70 hasta el momento en el que las instalaciones fueron adquiridas por nuevos accionistas, en el año 2015, los actuales propietarios.
Este experto esquiador fue el impulsor de la formación del profesorado, indicaba el mismo medio, y fue director de la Escuela Española de Esquí, tanto del centro de Candanchú como nacional. Apasionado de un estilo muy técnico y clásico, fue perfeccionista a la hora de marcar niveles de exigencia entre los profesores que fue formando a lo largo de su dilatada trayectoria.
Los hijos, en un cursillo
Los hijos de la Infanta y Urdangarin estaban también en el funeral, decíamos, porque conocían muy bien a la familia Roldán. Aunque ellos aprendieron el deporte en un cursillo de esquí en Baqueira con otros niños de su edad, la mayoría barceloneses. En aquella escuela de esquí, cuyo cursillo costaba unos 700 euros por niño y temporada, los pequeños Urdangarin vivieron alguna situación incómoda cuando estalló el caso Nóos, tanto que la misma escuela se puso en contacto con los padres para alertarles.
Como el exduque de Palma no tenía trabajo, cuando el Liceo Francés daba vacaciones a los pequeños, se instalaban todos en la casa de La Pleta con el padre y pasaban los días esquiando. Era 2013 y la familia volvía a vivir en Barcelona. Miguel, siempre espabilado y curioso, quiso explicar lo que vivían en casa, asediada entonces por los medios de comunicación. “Mi papá ha tenido un problema en el trabajo y por eso ahora hay fotógrafos en la puerta de nuestra casa”, dijo el niño ante el estupor de su monitores y de algunos padres. Nos lo contaba uno de los presentes, quien recordaba la incómoda situación que se generó.
Ante estas y otras palabras de los hijos del matrimonio, desde la estación de esquí se pusieron en contacto con ellos para avisarles de que los niños estaban sufriendo. Lo mismo sucedió con las clases de catequesis, que tomaban en la iglesia de Sant Vicenç de Sarrià. Algunos padres de compañeros de los Urdangarin nos lo contaban: los niños pasaban malos ratos y lo expresaban en clase.
Mucho ha cambiado la vida de la familia en los años, lo sabemos. Nada tienen que ver aquellos tiempos en los que se cerraba una pista en Candanchú para que Urdangarin aprendiera a esquiar y pudiera pasar los días con su familia política, la familia real. De tener una estación a sus pies a ir al funeral de su amigo y profesor en uno de los momentos más complejos de su vida. Los Urdangarin de Borbón.
Cuando Iñaki Urdangarin empezó a salir con la infanta Cristina, una de las primeras cosas que supo que tenía que hacer fue aprender a esquiar. Y además, para un deportista de élite como él, no podía ser algo superficial, no podía limitarse a bajar alguna pista, en modo cuña o a poca velocidad. Urdangarin sabía que tenía que esquiar como si hubiera aprendido de pequeño y quería ser uno de los mejores.